EDDIE VEDDER
22/06/2019
WiZink Center
Se habla muchas veces de un espectáculo musical cuando, al concierto en sí, le sumamos todo tipo de juegos visuales con los que aderezar una actuación y darle una mayor carga visual a lo que estamos viendo. Pero el espectáculo en su más puro término, el de las canciones y la música, es el que sabe ofrecer EDDIE VEDDER en sus conciertos. Fue anoche un claro ejemplo de cómo, sin pirotecnia alguna, con la mayor sobriedad escénica y la sencillez de un músico increíble a la par que natural, se puede conquistar un WiZink Center entregado y respetuoso ante su músico.
Un antiguo Palacio convertido casi en patio de bucatas, y es que hasta la pista se distribuyó con asientos para que, el respetable, respetara la esencia de una actuación que bien podría formularse como un MTV Unplugged in Madrid, dado el formato y la esencia tan natural e intensa desprendida.
Pura desnudez vocal que, un año después de su visita con Pearl Jam en Mad Cool, volvía a reencontrarnos con una de las grandes voces del rock alternativo de los 90, leyenda ya junto a los que se fueron, Kurt Cobain primero y, no hace mucho, el gran Chris Cornell. En ese triángulo grunge del que solo queda Vedder, continúa forjando más admiración y seguidores a su causa.
Sencillez para una gira en solitario acompañada de pocos elementos, un trío femenino de violinistas (Red Limo Strit Quartet) para aderezar con finura muchos de sus temas en una actuación en la que de entrada se prohibía el uso de móviles para manejar la naturaleza de un espectáculo tan intimista, a lo que el público, en gran parte de la actuación se sumó.
«Far behind» ese tema de la aplaudida BSO del film «Into the wild» con los violines como acompañantes preciosistas servía para poner en pie al WiZink Center rindiendo pleitesía a su héroe calmado. Un repertorio centrado en muchas de las canciones de su banda, con destellos de sus dos discos o de alguna versión para animar a las masas.
«Mi inglés no es bueno, pero el de mi hija de 10 años y el mío es mejor que el de Trump» decía ante los aplausos generalizados añadiendo que «despertar aquí en Madrid es un sueño hecho realidad para mí». Una leyenda del rock haciéndose querer y desprendiendo siempre una naturalidad pasmosa, convenciendo con gritos en «Elderly woman, behind the counter in a small town».
Ganaba enteros en «I am mine» y nos encogía como si se tratara de nuestra primera vez ante su característico timbre vocal, ganándose más si cabe a la gente en un fantástico cover de «Wildflowers» de Tom Petty.
Decía que solo hacen falta canciones ante un espectáculo que residía en su frontman, bien acompañado con el cuarteto de cuerda y la guitarra de Glenn Hansard en un show que disponía únicamente de algún adorno floral y una gran pantalla trasera.
Cortes como «Man of the hour» ponían de pie el pabellón al completo pero era con cada canción, cada cierre, cuando la gente expresaba su admiración ante lo que estaba escuchando.
Tono folk y orquestal dándole solemnidad como mostraba la impecable «Guaranteed» solo interrumpida en su final por el sonido de los aplausos de un público que en pistas «rompía el protocolo» para ponerse de pie y dar palmas como si del último tema se tratara.
Momento de dejar los móviles a petición de Vedder para «un toro español» llegando «The end» y la oscuridad más bella iluminó por si sola con su voz en alto en un WiZink tan poco iluminado, cuyo brillo nos llegaba bajo la voz del americano
Y la locura, los coros y las luces animaban a ponerse en pie y el golpe en el suelo llegaba en «Better man» que, en su sonido impecable, metió por si no estuviera ya, a todo su gremio en el bolsillo. Por ahí habíamos escuchado canciones como «Lukin» o «Don’t run away» para adornar nuestros oídos.
El deje acústico e inmersivo a base de violines e intensidad vocal profunda de «Happened today» de REM con la que podríamos decir provocó el «nananana» de la gente a coro, con un encendido de luces y éxtasis conjunto como si de un eléctrico se tratara, donde incluso Javier Bardemn con el equipo corearía la misma sobre las tablas. Todo antes de la recta final más emocionante, tanto como para que alguien del team pisara escenario para grabar el recuerdo.
Algún pequeño arrebato violento sonoro como «Porch» para encender a sus masas y empalmarlo sin dejar que nadie se sentará en un final que tuvo a Vedder intentando echar vino en un vaso a una persona de la primera fila ante las risas y aplausos de todos.
Sobriedad para una vuelta a piano nuevamente con un foco iluminando a un Eddie que mostraba su intensidad en «Cross river» antes de respirar a fondo con una de las grandes invitadas de la noche «Just breathe» que nos dejaba uno de los momentos más bellos de la noche en un corte mítico. Y llegaba el turno de ponernos todos de pie tanto que incluso Eddie haría lo propio por primera vez en el concierto, paseándose por el escenario mientras cantaba su mítico «Black».
Era el momento de dejarse querer por su público bajando al foso en donde incluso se tomaría algún selfie mientras cantaba la romántica «Good hope» empalmando con la profundidad folk preciosista de «Society». Y cambiando de tercio pasábamos al rock de estadio controlado de un ukelele en el cover de The Clash «Should stay or should I go» donde la fiesta se cerraba, de manera sublime con todos hermanados en «Rocking in the free world».
Por una noche, y como indicaba al comienzo, el espectáculo vino de la sobriedad en un WiZink Center atado en corto para ir desenvolviéndose y contagiándose ante una voz única que, como si de un unplugged de la mítica cadena noventera se tratara, nos dejó un espectáculo tan intenso como vibrante, tanto o más que la voz de nuestro héroe, un Vedder eterno.
Texto: Miguel Rivera
Fotos: Roberto Almendral