Si Izal pedían calma en su canción “Pausa” nunca hubiéramos imaginado que la tendríamos de la manera en la que la hemos vivido. Despedimos un año obsceno, en el que hemos sido egoístas a la hora de interpretarlo pero, a su vez, generosos a la hora de entenderlo, una dicotomía difícil de interpretar en un 2020 que nadie hubiera imaginado aquel 31 de diciembre de 2019 al sonido del brindis y celebraciones tras las campanadas.
Nos encontramos aquí, ahora, que no es poco, espero que con salud, al menos para quien escribe estas líneas, que ha criticado y reproducido muchos males del año, una larga lista pero del que en realidad no puedo quejarme por lo que me rodea. Si miramos desde el punto de vista de lo que nos ha quitado en otros términos y todo lo que ha dejado en “pausa” sin saber muy bien cuando podremos volverle a dar al play, la cosa se oscurece.
Dentro del ámbito cultural, en esta llamada nueva normalidad de vida en la que todo va más despacio y con cuidado, la música en vivo que no discográfica, ha sido silenciada, como otras tantas cosas. Un año desolador en cuanto a conciertos, donde también el cine se ha quedado huérfano, con salas cerradas y muy pocos espectadores, amén de grandes “majors” que han decidido esperar a tiempos mejores con nada menos que dos únicos blockbusters relevantes estrenados, Tenet y WW84, curiosamente ambas de Warner Bros y con el streaming como formato a aprovechar más si cabe por las mismas, con no pocos escépticos y críticas internas en su business.
Un año en el que el streaming audiovisual, con Netflix y Disney + a la cabeza, han crecido como la espuma, haciendo de nuestros hogares el cine en casa que nunca hubiéramos imaginado, al menos no de esta forma tan directa como refugio al ocio que nos quitaron fuera.
Con el comienzo del año hoy viernes, no podemos volvernos locos. Seguimos como estábamos, aunque más esperanzados con la llegada de esa vacuna que, con el tiempo, puede devolvernos a los añorados tiempos del ahora, ideal 2019. Tiempos que tendrán que llegar, porque hoy seguimos en casa, con el distanciamiento como máxima.
Haciendo balance, en lo personal, cinco conciertos en un año, una locura teniendo en cuenta que esa era la media cada dos o tres semanas. Una visita al cine (Tenet) en agosto y otra al teatro (Traición) en la que sería mi última función tras el anuncio de despedida del Teatro Pavón Kamikaze.
Tras esto, poco o nada fuera del hogar. Suscripciones, algunas fijas, otras esporádicas a Netflix, HBO, Disney +, Amazon Prime y descubrimientos nacionales ideales en Movistar + (Antidisturbios, Dime quien soy y Nasdrovia). En cuanto a música, he consumido igual o más desde casa, como ahora cuando escribo, durante todos estos meses para resumir en los últimos días un cancionero resumido a modo personal en casi una treintena de canciones para todos los gustos.
El año de la distancia en lo musical, porque aquellos conciertos sentados al aire libre de verano perdieron el significado en su concepto completo, sin poder socializar, hablar o verse con gente, amén de la época y forma de vida que nos ha tocado vivir o lidiar.
Un año en pausa para refugiarse también en los libros, donde he podido evadirme muchas noches para cobijarme en el regazo de Mónica Carrillo con «La vida desnuda», en el dulce poemario de Guille Galván en «Desconocernos», ‘descubrir’ Cadaqués gracias a Marc Ross y Sidonie en «El regreso de Abba» o lidiar con mis monstruos en «Monstruosamente» de Alfonso Casas, como parte de un viaje literario extendido, gracias al momento pausado del año.
Un 2021 que comienza con muchas expectativas tras las primeras vacunas, pero que veremos en el largo plazo. Mientras tanto, toca cambiar el dígito pero no la idea de seguir con mascarilla, gel de manos y distancia social. La cultura, de momento, sigue tristemente en stand by, esperando que algo cambie y podamos volver a disfrutar. Un verano que queda lejos y a su vez cerca, con la perspectiva de poder volver a vernos, disfrutar juntos y alegrarnos dos años después con los festivales como punto de encuentro al aire libre, amén de Eurocopa y Olimpiadas, todos esos planes de los que quizás ya parecen un mundo pero que hace unos meses eran nuestras grandes apuestas por sentir y disfrutar como ocio veraniego.
Tiene mucha presión 2021, toda aquella que le queramos dar, esperanzados, para poder por fin quitar esa “pausa” y avanzar en un PLAY al que nunca hemos querido pulsar con tanta fuerza.