Sala El Sol, Madrid
16/02/2023
Hay que dar las gracias porque existan grupos como Santero y los Muchachos, por ser ese rara avis de la música nacional necesitado, que ha ido conquistando oídos y corazones a lo largo de tres trabajos con una personalidad y estilo diferentes a lo habitual, jugada esta poco utilizada por la gran mayoría de artistas patrios, que miran patrones para repetir excesivamente fórmulas ya conocidas, hastiando a los que buscamos más allá de algoritmos.
Miguel Ángel Escrivá supo mover ficha tras la aventura en La Pulquería dando forma a una banda familiar por consanguinidad, para ir forjando un sonido particular, que miraba al far west y aderezos Ennio Morricone para asentar un calificativo que les va al pelo “rock reposado” que ya han hecho santo y seña para los que les conocemos.
Así, su aventura desde la carretera de El Saler nos deja ya tres exquisitos trabajos como “Ventura”, “Rioflorido” y su último disco doble “Royal Cantina” esa cantina en la que nos cuentan sus historias a las que entramos con los brazos abiertos en cada actuación, una vez que pasamos la puerta como si de “Volver a casa” se tratara, ese tinte con aroma al oeste con el que abrían anoche una de sus dos citas consecutivas en la mítica Sala El Sol de Madrid con todo agotado, y donde ya habíamos podido verles en sus inicios, habiendo pasado ya por Boites o Joy Eslava inclusive.
Una sala a reventar que se dejaba llevar por las historias comunes de los Santero. Sonido exquisito para dejar claro que “He de olvidarte” para seguir adelante, mostrándonos los “Ojos pardos” con los que mirar a un público que entraba de principio a fin en el mundo de los “Muchachos” sin dificultad, sabiendo cada canción y haciendo una comuna coral que pocas veces se ve en un directo.
A veces casi tapados por la gente, la banda es una amalgama de ritmo, intensidad, emoción y divertimento ante todo, un estilo clásico que ellos aderezan reposadamente pero también de forma vibrante -y brillante-, ese momento rítmico y lacrimógenamente divertido como “Qué voy a hacer” y conocer a ese “Amigo infiel” que igual alguna vez hemos conocido todos, cambiando ritmo y dejándonos llevar por el sentir de Miguel Ángel, un frontman de indudable valía siempre, tanto por su ironía como buen hacer vocal, siendo el maestro de unos muchachos que siguen creciendo musicalmente con cada directo.
Qué bonito es ver una sala acompasar a la voz cada canción, moviéndonos entre aplausos y una eterna sonrisa, porque ante todo un concierto de Santero y los Muchachos es eso, diversión y gusto sonoro, en una primera de dos noches en la que todo sonaba perfecto para disfrutar con ellos por la carretera de “El Saler”, dando el toque canalla de “Brindis escoba” y bajando a los bajos fondos del west en “El perdedor” y dejar claro que “Estamos bien” porque estábamos sin duda muy bien, nuevamente reflejo de tener cientos de voces corales en su ayuda, e incluso un espontáneo subido al escenario marcando un alocado baile cuyo momento bien definió Miguel Ángel: “qué baile más sano y enfermizo a su vez”.
A veces incluso desde el fondo de una sala se guarda respeto al artista, @SanteroyM bien lo merecen 🤫 @SalaElSol @RockTotalweb pic.twitter.com/g7bBXayfvl
— Miguel Rivera (@miriyert_) February 16, 2023
No necesitan de nada más que su talento instrumental, una banda que llegó a tener hasta nueve músicos con la sección de vientos sobre el escenario, aportando calidez a la sencillez visual de un directo como los de antes, sin artificios más que su buena música, sabiendo también afrontarlo de manera individual, con voz y guitarra en «Octubre» con Miguel en solitario si hacer sombra a “El tipo del espejo” con la que su cantante animaba a acercarse a las localidades “más caras” para afrontar sonoridades Morricone para agrandar su figura en la “Mañana asesina” y “Sálvame” con su amigo Canco Rodríguez disfrutando como el resto de la cantina de jueves.
Volvían los de Valencia a dejar ese poso de la sonrisa eterna, esa con la que todos subíamos la reconocida escalera de caracol de El Sol para despedir el jueves felices.