Dromedario Records
El paso de los años ha conllevado que Robe, además de ser el alma creativa una banda todopoderosa y digna de estudio como Extremoduro, haya sabido dar nuevas alas a su inquietante cerebro compositivo y nos regale una carrera en solitario bajo Robe con la que parece dispuesto a dejarnos la boca abierta con aquello que hace.
Es Robe ese artista al que se le da muy bien no hacer nada mal en lo musical y, habiendo aparcado su banda madre, con su proyecto en solitario no solo no baja el ritmo ni calidad, más bien se sigue superando a cada lanzamiento que ofrece.
Vuelve Robe Iniesta con «Se nos lleva el aire», un álbum a todas luces intenso, abrumador por momentos en esa lírica romántica a su modo, y unas directrices rockeras y neoclásicas con la que (una vez más) nos vuela la cabeza.
Su anterior trabajo «Mayéutica» ya mostró una capacidad innata para crear un trabajo brutal, y parece que sigue en esa racha tras el mayúsculo monumento musical que vuelve a regalarnos.
Menos filosófico y muy duro por momentos, «Se nos lleva el aire» es un álbum para soltar demonios y desnudarse en cierta manera en una vorágine lírica impresionante, de canciones que suben y bajan, que cambian y se enrabietan escupiendo por momentos dolor y aire sano también.
Hay crudeza sin duda en estas nuevas canciones con frases y sentencias «demasiada droga hasta para mí», «el mundo no nos interesa» o «volvería a mis adicciones si fuera necesario y caer en los mismos errores» como nos dibuja en ese inmenso anticipo «Nada que perder», donde queda claro que tras caer a lo más bajo solo queda salir adelante, con giros y ese violín de Carlitos Pérez omnipresente que le aporta un sentido de arreglo a todo el disco mayúsculo.
La sensibilidad que maneja en «El hombre pájaro» en la que dice «necesito que vengas y me agarres que se me lleva el aire» en una petición de ayuda grandilocuente. Brilla en la belleza de «A la orilla del río» que muestra mayor luz en una ejecución preciosista, y hacemos una parada cruda y emocionante en «El poder del arte», la que es ya una de sus mejores composiciones de lejos. Vemos cómo afronta un estado de ánimo en la creatividad y la posibilidad de salvarse tras «una vida inerte, una vida triste, una mala muerte» de nueve minutos que atrapan en su profundidad lírica.
Hay en este trabajo una sanación, una forma de afrontar el pasado o momentos depresivos con la música como forma de soltar los demonios, y para ello encontramos un trabajo emocionante y muy rockero en muchos momentos, con un sello tan identitario como único, el de las leyes de Robe, una alma única de un poeta diferente del rock español.