WiZink Center, Madrid
13/12/2024
Al final todo llega, y eso es lo que debieron pensar los miles de fans que anoche reventaban el primer WiZink Center de Arde Bogotá, y es que la banda de Cartagena tan solo ha necesitado de cinco años para dar el salto a lo bestia, ese tan deseado ahora por las bandas, convirtiéndose así en el último fenómeno rock nacional.
El cuarteto musical anunciaba hace ya un año lo que sería su final de gira con concierto en Madrid y dos en Barcelona, pero fue en noviembre con dos noches en Murcia donde dejaron ver el verdadero momento en el que se encuentran, con una escenografía especial para afrontar esta recta final de los «Cowboys de la A3» cuya letra es toda una declaración de intenciones en la que escuchamos «lo que vivimos nadie nos lo va a quitar» porque eso mismo es lo que guardaremos los que asistimos a su final de tour en Madrid.
En una semana en la que les hemos visto en informativos o en portadas, llevándose el premio Hombres del Año 2024 en la categoría de Banda del año, habiendo sido nominados anteriormente a los Grammy latinos y con una legión de fans de todo tipo y género, los de Cartagena afrontaban ese al que ahora muchas bandas, bajo el sueño húmedo de «llenar el WiZink», pero llenarlo de verdad, no a medias ni «casi».
Solo dos discos, «La Noche» y «Cowboys de la A3«, pero ya un repertorio que funciona como un disparo al pecho de un rock que muchos quieren cuestionar en redes sociales pero del que ellos son unos buenos valedores, más suave, templado o abierto, pero rock al final. En un momento en el que parece que muchos tienen miedo a dar protagonismo a las guitarras, «los Arde» las posicionan en primera línea de la batalla, esa a la que nos lanzábamos cual guerreros musicales cuya mejor arma serían los brazos en alto y los gritos, esos mismos que iban a inundar el pabellón de principio a fin.
Todos en su sitio para aceptar su «Veneno» con actitud y potencia que no buen sonido, porque como «esto va por barrios» en el mío la cosa no funcionaba obligándome a moverme de «distrito» en busca de mejor acomodo sonoro sin gran resultado, porque a Antonio pocas veces logré entenderle cuando se dirigía al público.
Para muchos la cosa se venía «Abajo» en solo los primeros minutos, con un arranque en el que su frontman volvía a dejar su impronta vocal contundente y profunda. «Quiero casarme contigo» pero ante todo «Nuestros pecados» con ese estribillo intenso y en especial el que ya es un hit en la carrera del grupo «Qué vida tan dura», que es acompañamiento habitual de stories y vídeos en Instagram, conseguían poner el grito en el cielo en el WiZink ante la «queja» de una vida menos dura con ellos.
«La Torre Picasso» era otro acto de valentía en un momento de singles cortos y directos, factura un tema de más de seis minutos que sobre el escenario ganaba aun más empaque, para convertirlo ya en parte de un exquisito repertorio en una noche en la que la escenografía eclipsaba, nunca mejor dicho, su actuación. Con «El beso», otro de los mejores de su set llegaba un bloque con una escenografía espectacular a modo gasolinera para representar sus «Cowboys de la A3» mientras que su disco «La Noche» vendría representado como un un eclipse de fondo que es como dejarían a miles de personas, eclipsadas ante su derroche enérgico, un Antonio subido en lo alto de escenario regalando la foto de rigor o una pasarela destinada a las grandes bandas donde lucirse con «Tijeras».
Los aplausos y gritos pero ante todo una comunión enorme con su público conllevaba «Sin Vergüenza», añadiendo intensidad y la ferocidad de «Clávame tus palabras» con esa parte final en la que Antonio cantaba «me haces falta» junto a miles de gargantas, podríamos decir que 15000 en cuestión, pidiendo esa fatalidad que es echar de menos a alguien.
No conseguía pillarle el punto al sonido, demasiado empacado delante y sucio por momentos desde la pista al menos, pero poco le importaría a quien también lo sufriera cuando nos llevaban a su «Exoplaneta» con los carteles que daban en la entrada elevados al cielo, acelerando los latidos convertidos ya en «Cowboys de la A3» mostrando la misma fiereza que en «Escorpio y sagitario», demostrando que no hay debate sobre si son rock porque lo son, una rock abierto al público que hemos de ver al fin y al cabo como un triunfo por hacer que el género se expanda entre oyentes que no son del habituales del mismo.
No contentos con la exposición visual notable subía a lo alto una orquesta para acompañarlos en lo que venía, la brillante «Virtud y castigo» que, en cualquier caso, no dejó escuchar bien a la orquesta en cuestión.
En cualquier caso, el derroche musical y la actitud eclipsaban cualquier otra cosa con un público en éxtasis como «Copilotos» junto al que es uno de los mejores temas que se han facturado en años en este país: «La salvación». Una canción llena de sentimiento y gusto en la que todos participábamos. Momento emotivo y diferente que contrastaba con la parte final de músculo y acción rock de «Los perros» y «Antiaéreo», de las que te salvan un mal día y, por supuesto, el baile final dejando su impronta en «Cariño», con la gente en volandas.
Y así, entre sonrisas, abrazos y despedida, los aplausos inundaban un WiZink Center convencido de haber visto un eclipse musical que, para quien escribe estas líneas, fue más bien una bonita puesta de sol que dio paso a una noche enérgica. Sin duda un gran concierto, al que seguro le podíamos pedir un mejor sonido dadas las circunstancias, momento y recinto, aunque brillante en la puesta en escena y entrega para una de las bandas que más rápido ha crecido en la escena rock nacional.
Fotos: Alfredo Rodríguez