RUFUS T. FIREFLY
25/03/2017
Sala Pícaro, Toledo
Es difícil saber manejar un cúmulo de emociones de tanta envergadura como las vividas el sábado gracias a la capacidad innata de una banda con una personalidad arrolladora. RUFUS T. FIREFLY es un grupo de indudable trayectoria, liderados por una mente maravillosa, la de Víctor Cabezuelo, secundado por la incombustible Julia Martín-Maestro, dibujando trazos de batería de abrumadora energía.
La banda en forma de quinteto se maneja en directo como pez en el agua, y lo llevan a unos terrenos que los que no les hayan visto, nunca podrán imaginar. El caso es que siendo un sábado frío y lluvioso, de esos que poco invitan a salir, un servidor, mientras tomaba café en casa a medio recostar decidía arrancarse, montando en el coche poniendo rumbo a Toledo en solitario.
Nada pero a la vez todo hacía presagiar lo que iba a acontecer, en mi subconsciente y tras años sin verles en vivo, sabía de un modo u otro que esa noche RUFUS T. FIREFLY iba a marcar época en la ciudad imperial. Como decía, ni la lluvia, ni lo desapacible de un nublado entorno y el frío podían con las ganas. Amén, la decisión de última hora la recordaré como uno de los mayores aciertos en lo musical. La improvisación a veces es la mejor fórmula y a tenor de lo acontecido así fue.
“Magnolia” es un disco ya de culto. Uno de los álbumes del año, de ejemplo de rock nacional con personalidad propia, un nuevo escalón que sumar a su ya meritorio “Nueve”. El directo de la banda siempre ha sido mágico pero todo se prestaba mayor ese sábado, una dimensión desconocida en la que entrábamos al pasar por la puerta de la emblemática Sala Pícaro de Toledo.
Desde la escalera veía de modo cómplice como entraba cada persona, incoscientes todos de lo que estaba a punto de pasar. Una vez dentro dejábamos fuera todo para adentrarnos en un agujero de gusano musical en el que el espacio-tiempo se perdía a favor de un argumento “fireflyano” de capacidad asombrosa.
Lo particular, a veces algo incómodo pero ante todo diferente de la sala Pícaro, otorgaba de un especial entorno al concierto de Rufus T. Firefly. Situados casi como en formato microteatro, donde de algún modo les rodeábamos y nos situábamos por “encima” de ellos, como dioses en la tierra y espectadores atónitos nosotros en lo alto.
RUFUS T. FIREFLY hace evidente que la sencillez, ojo, en lo de fuera que no en lo que esconde, puede resultar tan embriagadora como el mayor espectáculo de fuego y acción. Porque sonando “Tsukamori” se hace el silencio para que la capacidad de Cabezuelo a la voz, teclado y guitarra nos calle, para que sus compañeros de viaje den la nota positiva y se sometan ante la potencia desmesurada de Julia domando su batería.
Lo lisérgico y enigmático de “El halcón milenario” nos transportaba a ese espacio temporal del que hacía mención, suavemente manejados por lo evocador y lisérgico de las secuencias, de una pedalera manejada con pie firme, de teclados y la garra vocal de ese Víctor de aspecto desaliñado y espíritu grunge. Viaje sensual de toque enigmático solo roto por los aplausos de una sala completa.
“—O—“ sonaba abrumadora, una energía e intensidad pocas veces vista, con un cierre instrumental que nos dejaba exhaustos y con los pelos de punta. El ritmo de batería y secuencias de “Midori” nos hacía pequeños, enigmático momento, llevados con la dulzura dolorosa de Víctor a las voces, retorciéndonos en un compendio de sensualidad, emoción, rabia, dolor y magia ensordecedora. Son temas como este y su presencia visual y sonora en directo los que hacen sonrojar a otras grandes bandas, incapaces de conseguir calar tan profundo como RUFUS.
Atormentados en su mejor sentido, ponía quietud Víctor a base de un baladón “Espectro” ese cambio que nos llevaba a otra galaxia para rendirnos emocionalmente ante ellos. Un susurro musical que viene a ser un viaje indescriptible. “Cisne negro” subía la intensidad para tirar del viaje lisérgico de “Última noche en la Tierra” si bien nosotros desaparecimos de ella con la primera nota de su directo.
La épica, contundencia y presencia guitarrera de “Pompeya” nos llevaba a otro universo, un nuevo salto espacio-temporal el que conseguían para cantar al amor en “Nebulosa Jade” una balada psicodélica y setentera de envergadura máxima. Impecable en directo.
Y así, sin darnos cuenta, el agujero de gusano llamado RUFUS T. FIREFLY nos iba despidiendo en un gran final, ese que soltaba lastre con “Pulp fiction” que en mi cabeza resuena poniéndome, mientras escribo estas líneas, los pelos de punta. Y la envergadura de una “Magnolia” colorida y asombrosa, en un viaje instrumental de calado que nos decía adiós mientras calaba nuestros huesos ese “Río Wolf” de reminiscencias setenteras sumamente grandes.
Un viaje “interestelar” musical el que acabábamos de vivir que aún hoy me tiene en un estado diferente, flotante, en una noche con cambio de hora incluido, donde la decisión “transportarme” a Toledo fue la mejor decisión que pude haber tomado. Como en el caso de las películas, hay algunas que marcan época y te dejan pensando. RUFUS T. FIREFLY consiguió dar todo su amor al respetable, dejarnos ensimismados y atrapados en un Universo paralelo del que quizás uno no quiera volver.
Gracias Víctor, por tu capacidad musical y compositiva, gracias RUFUS T. FIREFLY por emocionar de una manera tan brutal.
Miguel Rivera