MUSE
26/07/2019
Wanda Metropolitano, Madrid
Y aquí nos encontramos, varios años después de su última visita a Madrid, ese WiZink Center expectante y apabullante que recibía entre aplausos el siempre acojonante espectáculo de unos MUSE que se crecen en directo, por mucho que sigan decepcionando, a muchos, en estudio.
La banda inglesa, lejos queda de sus mejores momentos de inspiración en sus últimos discos, esos que les han valido para que no pocos se bajen del carro en cuanto a seguimiento en estudio que no de directo. Ahí la banda es de otro nivel, seguramente y como dijo decepcionado en su día Matt Bellamy, de las pocas capaces de recoger el legado de los grandes dinosaurios, quizás la (pen)última banda de rock de estadio. Es cierto, viendo la época actual, que hay pocas bandas de rock, por no decir ninguna, capaces de llenar o asomarse tan siquiera a la tentación de estadio, al menos no sin más de 30 años de carrera a sus espaldas.
Puede que MUSE haya bajado el listón, por otro lado muy alto tras sus primeros discos, pero no es menos cierto que su capacidad de innovar, sorprender y dejar con la boca abierta en vivo del trío inglés sigue intacta.
Lo demostraron en el antiguo Calderón, en WiZink o salas de antaño y, ahora, el salto definitivo porque siguen yendo a más en vivo. El nuevo Wanda Metropolitano poco a poco va cogiendo altura en cuanto a directo, mostrándose como gran (y decepcionante en partes) escenario para que Bellamy y compañía presentaran «Simulation theory».
Un guiño de tinte ochentero como pocos, descarado, sin ocultar su reverencia musical por esos sonidos de la época en un concierto que desgrana gran parte del álbum que, a pesar de no ser redondo, sube algo el nivel, con temas más que considerables y atractivos entre su repertorio.
Finales de julio, en pleno verano, con los coletazos de una ola de calor de casi 5 días a la espalda, nos disponíamos a ver ese directo de expectación máxima rozando el sold out. La época estival madrileña y la capacidad del estadio marcaban la pauta, con pasarela central y pantalla gigante, nos dejaba abrir la boca mientras cogíamos sitio.
El atardecer de verano madrileño, como esperando que la luz del día siguiera cayendo antes de saltar a escena, subiendo la música enlatada, dejaba caer los gritos y aplausos en tromba. Desde «Pressure» a la locura de «Psycho», la finura y tecnológicamente espectacular «Propaganda» a «The dark side». Así empezábamos un concierto de esos que, a nivel visual marcan a uno. No dejan de sorprender los ingleses, con esa pantalla de dimensiones desproporcionadas, que dejaba en paños menores a Kinépolis.
Es este un directo cuyo espectáculo se marca sobre el escenario. Tres tipos que se comen al público, o más bien, se lo llevan de calle. Bellamy, inconfundible, capaz de desplazarse por la larga pasarela andando o en carrera, sin fallar en voz, una de las mejores de la escena musical de las últimas décadas, un líder nato que en muchos momentos cantó con unas gafas ochenteras pero de última generación, representando el concepto de la portada de «Simulation theory», retro y futurista a su vez.
«Histeria», «The 2nd law» o «Madness» elevaban a dimensiones desproporcionadas un espectáculo que te supera por momentos, donde tienes que mirar a todas partes para captar todos los detalles, mayúsculos, desde sus desplazamientos, desde las luces LED, de la pantalla, del performance que acompañaba a algunas de sus canciones o del devenir vocal de casi 50000 voces en «Time is running out».
Generaciones varias para ver el mayor espectáculo de rock de estadio que no sea el de un «dinosaurio» musical de los 80, esa década que reverencian en las canciones de su última obra. Es un directo futurista a más no poder aunque tengan guiños en el concepto a la época, y así, con la magia visual que marcan su puesta en escena, te llevan a una explosiva recta final, larga por supuesto, de temazos como «Take a bow», la impresionante «Starlight» que aún hoy me pone los pelos de punta al escucharla y recordar. Ese rock musculoso, donde Matt no afloja y se presta como un frontman impecable en todo lo que hace, pidiendo cantar a Madrid.
Entre toda esa locura visual, un lento «Dig down» en el medio del estadio al final de la pasarela que, entre tanto músculo y apoteosis rockera futurista, luce hasta minúscula y olvidadiza, todo ello ante un público que espera como agua de mayo y se vuelve loco ante la recta que desemboca en su grandioso «Knights of cydonia» todo con un monstruo gigante abanderando el escenario durante las últimas canciones, a medio camino entre la «mascota» de Megadeth y el Eddie de Maiden.
Y así, reverenciados y con esa sintonía entre banda y público, con la palabra «conciertazo» escuchándose por boca de muchos, MUSE se despedía en el centro del Wanda Metropolitano. Ese estadio que decían «sería multiuosos» pero que, y como ya me habían contado, en su «grada alta», puede hacer que creas estar en otro concierto. Un servidor sufrió los ecos, lejanía y, ante todo, mal sonido que los de pista sin duda no padecieron. Parece es algo habitual e intrínseco al estadio, pero si piensas ir en el futuro a ver algún directo, apuesta por la parte baja porque el Metropolitano, según altura, hará que veas el mismo concierto que otros de manera muy distinta y, alarmantemente, decepcionante, y mucho. Ni el 5G arreglaría el desfase sonoro que marcan sus alturas. Lo de MUSE, de otro nivel, por supuesto.
p.d. Dado que no nos concedieron photo pass las fotografías están realizadas con el móvil desde el lugar reservado para prensa.