INQUIETUD EMOCIONANTE
Empezando por el final y, según su creadora, OLIVIA DELCÁN con papeles en cine y televisión como Isla Bonita o Brigada Costa del Sol, su obra teatral About Last Night es una «tragedia millennial» donde hay un final esperanzador, todo tras una noche de fiesta, donde se dan cita el techno, el drama y la muerte. Confesiones y sueños rotos, de una generación, la Y donde vemos narcisismo, egoísmo, incomunicación pero también esperanza, en un prisma de vida fácil que no lo era tal.
Olivia es pura intensidad, inquietud, de las personas que, hablando con ellas, dan más ganas de hacer cosas. Una chica de 27 años feliz, ahora con muchas perspectivas, con trabajo a sus espaldas y proyectos por estrenar. Vienen cosas pero ante todo, centra esa inquietud en su debut como dramaturga gracias a una obra teatral que tiene mucha música y mucho trasfondo generacional. Hay «muchísimo de mi» nos comenta, porque no dejan de ser vivencias,muchas de ellas reales bajo un texto con muchas confesiones recopiladas en noches de desenfreno pero también de cierto tono psicológico.
Se ha rodeado de un pequeño grupo de amigos de verdad y sabiendo plasmar ese desinterés y locura festiva que la rodeó en un momento de su vida frenético, algo desesperanzador donde «el mañana no existe». Una etapa en la que tenía 24 años de la que no habla como algo autodestructivo sí como algo «muy frenético«. De ambiente familiar muy artístico, madrileña pero de larga vida en Menorca, se muestra con muchas ganas de seguir creciendo, en lo personal y en lo profesional, capaz de viajar a Nueva York a formarse en un momento concreto de su vida, donde esperaba esa llamada de trabajo de la que nos dice «es una espera que como actriz hay que saber gestionar bien».
Habla de su generación que ha servido como «conejillos de indias donde nos decían que estudiáramos porque íbamos a conseguir lo que quisiéramos». La realidad siempre supera la ficción, y entre ambas cosas encontramos su obra, esa que cada primer lunes de mes está representando en el Café Berlín de Madrid, de momento, con la última función el 2 de diciembre, aunque como dice «espero tenga más recorrido».
Nos juntamos con ella en el propio Café Berlín y lo que encontramos es una chica estupenda, sencilla pero que desprende profundidad en sus palabras, en sus gustos e inquietudes, a la que le gusta mucho leer, dar con nuevos proyectos, ajenos y los que crea por su cuenta, dice encantarle la cocina y tener buenos amigos, no es para menos, una vez que la conoces, con poco tiempo que pases, te das cuenta de tener en frente alguien a quien querer tener cerca. Es de esas personas que ilusionan, que contagian fuerza y optimismo, cuyas necesidades artísticas la mueven a no estar quieta.
Es sin duda uno de esos rostros jóvenes que tener muy en cuenta,y del que salimos convencidos, triunfará en todo lo que se proponga. De momento, indagamos junto a ella un poco más sobre su obra pero, ante todo, sobre su persona e inquietudes, entregada a darse un poco más a conocer en nuestra sección más personal. Un rostro diferente, mágico y emocionante que daros más a conocer.
En Rostros siempre comenzamos con la misma pregunta hacia el artista, en tu caso ¿quién es Olivia Delcán?
A veces es difícil definirse a uno mismo porque la idea que tiene uno sobre su persona puede diferir mucho de lo que piensan otros. Mis amigos me definen de un modo particular, dicen que al principio desconcierto y luego como que caigo bien, pero en la primera toma de contacto conmigo no saben si me caen bien o mal (risas).
Creo que soy una persona con mucho sentido del humor a pesar de que pueda parecer tímida en la primera toma de contacto. Una chica veinteañera que ha nacido en un ambiente familiar artístico, porque mis padres y hermano son artistas. He vivido en Los Ángeles de pequeña y después me mudé a Menorca y me he rodeado de muchas mujeres, empezando por la parte familiar. Siempre he podido hacer lo que he querido por la confianza que han tenido en mi, de saber que podría conseguir lo que me propusiera. Desde esa certeza he vivido bien, partiendo de un asunto muy generacional en el que nos han dicho a mucha gente de hacer lo que quisieras para conseguirlo.
¿Cómo surge un drama teatral como About Last Night en tu cabeza?
Surge quizá de un momento de gran inestabilidad personal y profesional, cuando tenía unos 24 años. Después de pasarme una temporada sin curro, saliendo mucho de fiesta, con una especie de vida de desenfreno con la premisa del «mañana no existe», donde eso te da igual y queriendo vivir el presente. No sé si era algo autodestructivo pero sí muy frenético. Un día lo miré con perspectiva y, sin juzgarlo, pensé que podía contarlo en una obra, juntando todo eso que me estaba pasando, el salir de fiesta y hablar con desconocidos de cualquier cosa, algo que nos conectaba a todos en una fiesta eterna. Quise contarlo porque me marcó mucho, y después pensaba «qué necesidad tengo yo de no querer volver a casa». Ahora tengo una casa y es cuando noto de verdad ese espacio tras tantas noches de fiesta.
¿Hay mucho de ti en la obra?
Muchísimo, creo que mi forma de crear es a base de vivencias propias. No me he inventado mucho, sí que he imaginado algunas cosas pero partiendo de sucesos reales, de improvisaciones que hemos hecho.
¿Sientes que es una vida dramática?
Sí, desde la perspectiva de que en la obra mi personaje se muere. Pero sí que hay una muerte a lo mejor en mi al haber hecho un camino de madurez en esa etapa vital mía, no sé si de asentarme pero sí de haberse muerto esa parte de mí donde el futuro daba igual. Es ahora cuando lo veo y sí que quiero un proyecto de vida, algo a lo que agarrarme que antes no tenía ni me interesaba. Quizás esa parte de mi sí que ha podido morir.
Hay mucha gente de tu generación que puede sentirse identificada con lo que ve en About Last Night.
Sin duda, sé que hay mucha parte del público que se siente identificada con ella. Yo siento que somos una generación convertida en una especie de conejillos de indias de lo que viene después. Creo que tanta incertidumbre abruma mucho y a veces cuesta ser optimista y hacer planes de futuro. Es algo que ha marcado a las dos últimas generaciones.
Todo me lleva a pensar un poco en una película el drama «Las Distancias» de Elena Trapé, pero en la generación posterior, los treintañeros, donde te vendían que estudiaras para trabajar en lo que te gustara.
Sí, la he visto, pero la diferencia es que ahí era gente que había estudiado una carrera. Yo empecé periodismo pero veía que las generaciones pasadas me iban dejando el mensaje de que aunque estudiara, esa carrera para el oficio de actriz no me aseguraba nada, lo he visto con mis propios ojos. Un tío con tres idiomas, una carrera y un máster y ves después que no trabaja en lo que quiere, que es lo que se plasma en el film, la decepción e insatisfacción personal. Yo decidí hacer lo que me daba la gana, tomando la decisión de dejar la carrera de periodismo yéndome a estudiar a Nueva York, con la suerte de que mi padre y mi hermano viven allí, y estuve tres años estudiando interpretación. Marqué mi propia carrera personal, y ahora me he apuntado a Humanidades por la UOC pero también como para estructurarme, pero no por el título en sí. Creo que mi generación ha visto que tiene que esforzarse mucho, una carrera de agotamiento en la que eres tu propio empresario, y yo soy parte y me doy cuenta de ello. Al final me construyo yo una obra, la escribo y dirijo, es un pequeño reflejo de que somos todos nuestros propios empresarios o nuestros propios verdugos.
Vivimos en la era interconectada pero donde también encontramos mucha individualidad.
Hay falta de voz y de empatizar con las expresiones visuales de otra persona, porque todo lo que tienes es virtual. ¿Cómo empatizarán las siguientes generaciones cuando no se ven las reacciones, de lo que tú me estás provocando con lo que me dices? Es una generación con mucha soledad y con falta de herramientas para comunicarse. Lo que se te oxida más es la escucha, porque todo el control lo tienes tú, tú decides cuándo hablas con alguien, cuándo terminas esa conversación, controlas tus relaciones de amistad, tus relaciones amorosas, las familiares, cuando en la vida real en el tú a tú no está en tus manos. Eso no puedes controlarlo y ahí se da cierta fobia a escuchar al otro, a hablar con desconocidos, que es algo muy generacional, esa necesidad de ser productivo todo el rato lleva a ello.
El móvil, ¿conlleva cierta soledad?
El móvil me parece algo genial, aunque es una herramienta más. Es mágico que podamos darle a un botón y estar sobre-informados de todo pero es una herramienta que debemos saber utilizar, porque creo que no estamos preparados para esto, la gente se confunde. Debemos prestarle la atención justa.
Ahora mismo, ¿te sientes afortunada?
Sí, creo que siempre he tenido mucha suerte en mi vida, soy una persona con suerte, no sé si es algo que si te lo crees cada vez tienes más suerte porque vives con más ligereza y consigues que las cosas pasen, como ahora. Yo tenía confianza en que esto iba a salir adelante, y podría haber salido mal perfectamente pero ha salido muy bien. Vivo de mi profesión, y me siento afortunada.
Como actriz, ¿sientes que vives en el precipicio?
Sí, yo ahora mismo podría decir que estoy en el paro. Lo digo desde la tranquilidad de haber tenido dos años de mucho trabajo, y con proyectos el año que viene, pero he vivido en el precipicio y se vive con mucha ansiedad. Volví a Estados Unidos hace dos años y estuve siete meses, levantándome cada mañana con seis horas más en España mirando para saber si me había salido algo. Otra de las cosas por las que hice esta obra es porque quería hacer trabajos por mí misma sin esperar una llamada. La parte de la espera de un actor hay que saber gestionarla.
La electrónica tiene mucho peso en About Last Night.
A mí me encanta la electrónica y creo que es la nueva religión entre mi grupo de amigos, aunque suene friki. Cuando entras en afters y te dan las seis de la mañana y ves a la gente mirando al DJ es una especie de alienación increíble, porque es un viaje muy individual. Mis padres han venido a ver la obra y han flipado y les ha gustado mucho pero pensaba que viéndolo desde fuera pensarían incluso que esa fiesta podría incluso parecer una secta. Está el rito de escuchar la electrónica con las visuales y de pronto te vas fuera a fumar y te quedas igual dos horas con tus amigos hablando para después volver dentro, una especie de dos caras, la individualidad de la música y las sociabilidad del baño o la calle. El texto tiene muchas cosas que he guardado de conversaciones que he tenido fuera, la fiesta como una especie de confesionario, incluso tomando decisiones en el momento.
En la obra encontramos a muchos amigos tuyos.
No tuve claro que fuera así, Marina fue la primera, pero surgieron por escritura porque son capítulos en los que hablo de mis amigos y me despido de cada uno de ellos. Algunos me han dicho que es como un talent show porque cada uno hace lo que mejor sabe: Marina es bailarina, Kimberly canta, Guillermo que no iba a estar en la obra tiene un corto suyo y al final participa, Daniel Jumillas pincha la música… era una obra de fácil acceso a personajes que se me iban ocurriendo de alguna forma, pero somos muy amigos.
¿Nos exponemos demasiado en redes sociales?
Nos exponemos, pero no lo bastante porque lo que está expuesto no somos nosotros, exponemos lo que nos gustaría ser y a veces funciona. Yo expongo una parte concreta de mi vida y la gran mayoría no la publico. Creo que es una herramienta, que no me gusta juzgar, porque al principio me encantaba Instagram y ahora me da pereza porque es excesiva información de la gente a la que sigo pero que no me apetece tener. Cuando veo mucha exposición también veo soledad, porque yo cuanto mejor estoy menos expongo, me olvido del móvil pero también porque no quiero estar al acecho de la anécdota porque al final se te pasa el momento, prefiero vivirlo.
¿Puede una persona mayor entender la obra?
Perfectamente, han venido a verla mis abuelos y la han entendido. Me sorprendió porque me daba un poco de miedo, pero realmente la obra es más tranquila que lo que se ve en redes, que es la eclosión, porque hablamos de lo que nos preocupa y nos pasa, creo que es una obra muy humana a pesar de la generación, porque es algo que puede haberle pasado a alguien mayor y pueden llegar a entenderlo.
La generación Z ahora creo que está más estructurada, no están tan desfasados como nosotros porque no les ha pillado de nuevas. Nosotros vivimos el cambio de lo analógico a lo digital, y ellos ya han normalizado esa dinámica. Yo hablo por mi hermano pequeño, que a sus 18 años tiene unos valores increíbles que yo no tenía ni de lejos, todo tan bien puesto a su edad. Conozco mucha gente ahora de 20 años con mucho talento e ideas y valores muy definidos.
Sin trabajo pero con amor o con amor pero sin trabajo, ¿se puede ser feliz?
Creo que depende mucho de cómo seas. Yo soy una persona muy emocional, entonces necesito que las dos cosas estén equilibradas. Si no me siento realizada como artista no voy a ser buena pareja y viceversa. Yo necesito un equilibrio en lo personal y en lo laboral porque funciono así, y no tiene que ser trabajo, necesito cubrir las necesidades artísticas con clases de baile, o yendo a La Abadía a leer autores británicos, es algo que ahora me puedo permitir sin trabajar en otra cosa, que tampoco me supone problema alguno.
¿Tendrá más recorrido la obra?
Sí, no morirá aquí pero tengo que reunirme con los actores y ver las cosas juntos. En cualquier caso, los teatros deben apostar por gente nueva que es lo que les da miedo muchas veces.
Texto: Miguel Rivera
Fotos: Arturo de Lucas