LA MÚSICA VUELVE A SU HÁBITAT NATURAL, EL ESCENARIO
Hace ya casi tres meses, una pandemia nos robó, de alguna forma, la libertad. No solo eso, el coronavirus ha cambiado nuestra forma de entender muchas cosas, empezando por la más crítica de todas, la de socializar. Las relaciones han cambiado, la forma de movernos, de tratar, la de comunicarnos se han visto trastocadas y, por ende, la de otros muchos elementos y quehaceres de nuestra vida cotidiana.
Todo saltaba por los aires en el mes de marzo, con un estado de alarma que aun perdura en una desescalada, en la que nos encontramos, que va por fases y regiones, intentando alcanzar una meta llamada «nueva normalidad». Término que engloba una forma de vida que, mientras no haya tratamiento y vacuna, hace que nuestra vida se entienda y ejecute de otra manera.
En esta desescalada, uno de los sectores más afectados está siendo el del ocio y, más concretamente, la música. Pero no todo está perdido, si bien los macrofestivales parece no van a tener cabida en 2020, los músicos y artistas tejen nuevas formas de llegar a su público.
Hemos disfrutado de la música en pantalla grande o pequeña, en IG Lives, pero con la vuelta a la calle en busca de esa nueva normalidad, los conciertos de manera diferente empiezan a verse en el horizonte. Mezcla de streaming y de conciertos físicos, una fórmula que parece extenderse que veremos como cohesionan. Pero lo que queremos es poder disfrutar de la música en directo a la vieja usanza, porque eso no caduca, es la forma de entenderla de la misma manera que quien asiste al teatro, para vivir su «directo».
El 29 de mayo la música volvía a sonar, lo hacía en Cantabria, más concretamente en el emblemático Palacio de Festivales de Santander, con el primer concierto con público al aire libre de este nuevo tiempo que nos toca vivir. #Laculturacontraataca arrancaba ayer con RULO Y LA CONTRABANDA, los primeros en volver a sonar al aire libre y con público, ante 100 asistentes distanciados bajo las medidas de seguridad conocidas.
Sí, una fórmula diferente, sentada, sin brincos, saltos o gritos, algo íntimo a lo que obliga el momento, pero el mero hecho de volver a disfrutar y ver a un artista debe hacer que merezca la pena, sentando base de lo que vendrá. Dos metros para mirarnos, sin abrazos ni «minis» que compartir con el otro.
El músico cántabro compartía fin de semana musical, el primero de la nueva era, con Billy Boom Band, Vicky Gastelo, Repion y Deva, todas bandas de la región. Como hemos conocido, las sillas elemento clave para ver un concierto, y darlo, dado que los músicos salieron de esa guisa como bien nos cuenta el propio Rulo, a quien «interrumpimos» en sábado: «aquí me pillas, llevando la mascarilla como todo hijo de vecino». El músico actuaba ayer ante un pequeño aforo para el que se había preparado gel en su entrada, mascarillas y protocolos de seguridad implementados con miembros de seguridad que ofrecían, en la fórmula musical actual, garantías de seguridad con las que ‘volver’ a disfrutar de la música.
Terminar un concierto sin abrazos: «es sin duda muy raro, al estar en acústico me puse de pie y fui a darle un beso a Fito y me di cuenta, y lo dije por el micro. Al terminar nos asomamos al borde del escenario cada uno con su distancia de seguridad para despedir, y sin duda fue muy raro, pero para bien, porque estuvimos muy cómodos, con «La última bala» que fue el tema que cerraba y con el público cantando, pero sin moverse nadie, porque la gente en su mayoría está concienciada. Yo vivo emocionalmente del escenario y me llevo toneladas para unas cuantas semanas».
Sobre la vuelta de la música lo tiene claro: «si las administraciones ayudan, el artista baja el caché si quiere tocar y el público se adapta, todo es posible. Conozco promotores que ya están organizando para conciertos al aire libre de 500 personas en verano, con todas las medidas de seguridad, creo que el verano estará lleno de conciertos y la imagen de ayer era esa, se puede, incluso con iniciativas privadas a futuro».
Hay síndrome de la cabaña, pero la gente, igual que ha salido a las terrazas, seguro que responde a la música. Sobre ello comenta «es verdad que eran 100 personas pero en minutos se agotaron, colapsando el sistema, todos los artistas hemos agotado, la gente está con mucha hambre, fíjate cómo me supo a mi el café en una terraza. Al final en estos formatos prima la música por encima del espectáculo».
Sin duda, una conquista social, un paso adelante en el retorno de la actividad cultural presencial y un nuevo abrazo, aunque sea en la distancia para volver a tratar con la música en vivo, engañando al virus para que la música vuelva a estar entre nosotros. Prudencia, responsabilidad pero mucha ilusión y ganas, que eso nunca falte.