Lenny Kravitz, la última gran estrella del rock

LA ÚLTIMA GRAN ESTRELLA DEL ROCK DE LOS 90

Los estadios, el rock de pose, la energía eléctrica fusionada con grandes baladas, la locura fan, los excesos, el estilo, el porte, la farándula y salseo. De todo eso se contagiaba el rock de antaño, bandas y músicos que, aunando todo eso, sumaban su pequeña gran leyenda en torno a la música, que al final, era lo verdaderamente importante.

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Javier Bragado

Sí, el rock era y sigue siendo eso, aunque se desluzca o pinte de otra manera en la actualidad. La música sumada a todo lo demás hace que sigamos encontrando referencias en lo de antaño, y de las grandes figuras de los ochenta y noventa sigamos viviendo en cuanto a referentes musicales dentro del género rock. En el pop, la cosa se diluye entre la efervescencia adolescente forjada en redes sociales y la grandes féminas poperas de fastos comerciales, rimbombantes y coregrafiados.

Volviendo al rock, y entendido a día de hoy como lo era en los 90, hay una figura que, tras generaciones, diversos cambios culturales, estilos y modas, sigue reinando a su manera: Lenny Kravitz. El músico afroamericano se ha labrado una de esas carreras rockero comerciales que, a día de hoy, se presta difícil de conseguir. Al menos, pocas referencias actuales tenemos que aguanten el tipo con la solidez, estampa y nombre como lo ha logrado el neoyorkino.

Nacido en Manhattan, Nueva York en el 69, su carrera conlleva el éxito entendido con todos los denominadores comunes del rock de antaño. Un músico de talento indiscutible, voz inconfundible, rock star al uso, multi-instrumentista, capaz de crear pelotazos rockeros como de facturar baladas de indudable calidad, asemejándose a la locura que antaño levantaba Bon Jovi.

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Javier Bragado

Kravitz es una rock star en todos los sentidos. Su manera de actuar, de tocar, de formular sus canciones, de entender el  negocio y, por supuesto, ídolo de fans, que además, ven en él, un tío «cañón» que se encumbra sobre el escenario. El salseo y toda la parafernali le acompañan: relaciones conocidas, como las de Vanessa Paradis o Nicole Kidman hacen más grande aun su personaje. Por supuesto, legado en forma de hija conocida, Zoë Kravitz fruto de la relación con su ex Lisa Bonet, con la que rompió a comienzos de los 90.

Esos 90 forjaron su leyenda, MTV, cadena en la que grandes estrellas explotaban aún más su formato en lo visual, sirvieron de plataforma para darnos a conocer a muchos a la megaestrella, gracias a canciones como «Are you gonna go my way», pura esencia rock star que seguimos entendiendo a día de hoy.

¿Su fórmula? composiciones de estilo propio, y digo estilo porque también su físico, acorde con la estrella que lleva dentro, acompaña. Un músico de indudable gusto, personalidad que ha pasado por pelo corto, rastas de inicios o el pelo afro al que ha vuelto y que hace que su sex appeal brille como pocos. Es necesario para facturar esa estrella noventera que en el 2020 sigue gustando.

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En lo musical, chico bueno, chico malo, del «fíate tu» a «novio que lucir» con canciones en las que saca músculo, en todos los sentidos, la propia «Are you gonna go my way», pasando por «Rock and roll is dead», «Mr cab driver», «American woman» y enamorando con baladas como «Again», «Heaven help» o «I belong to you». Su estilo deja entrever el conocimiento y gusto musical que le acompaña, conocedor del blues, del rock, de baladas sentimentales o de la música negra en sí, véase su guiño directo en «Black and white America», su revolución romántica «It is a time for a love revolution», su deje funk y comercial que ofrecía en «Strut» a lo más pop «Baptism».

Lejos quedan sus tiempos de chico malo de sus grandes discos «Are you gonna go my way» y «Circus» que han dado paso a unos tiempos más edulcorados, pero también un resurgir elegante como su última obra «Raise vibration» manteniendo siempre esa llama Kravitz encendida.

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Sus actuaciones dan lugar a la esencia más «chulesca» de las rock star de estilo clásico. Sigue enamorando a su público y dejando con la boca abierta a quien le da su oportunidad en directo. Hace un par de años en su vuelta a Madrid disfrutamos de toda una lección musical que ofreció en la capital, dejando ver su gran estado de forma, tanto físico como vocal.

Sus videoclips, en los que se presta como un eterno contador de historias, siempre bien acompañado, siguen respirando esas narraciones que vivíamos en la MTV en los 90. De ese buen hacer sigue «bebiendo», como bien dejaba ver en su último vídeo «Ride», rodado en París antes de la pandemia, donde tiene casa.

Debería tocar el próximo mes de julio en el WiZink de nuevo (la crisis sanitaria no lo permitirá) pero, sea cuando sea, LENNY KRAVITZ volverá a dejar claro, una vez más, que para ser una rock star no vale sólo pretenderlo, hay que creérselo. Él parece saberlo desde sus comienzos, hace ya tres décadas, y ahí sigue.

Miguel Rivera