EL AÑO MÁS INCIERTO DE NUESTRAS VIDAS
A estas alturas creo que sobran las presentaciones para todo el que guste de la cultura, de los reportajes cuidados, con fondo y sentimiento. El periodista de TVE, Carlos del Amor, ha creado una forma de hacer periodismo muy personal y emocionante en televisión, un profesional que hizo una labor inmensa en cuarentena, poniendo voz a imágenes durante más de treinta cierres en el informativo de Televisión Española, bajo su ya su reconocido «Diarios de un confinamiento«. «Los días raros» intentaban abrir otra ventana en nuestras casas, la de la televisión, para relatar aquellos tristes días en unas crónicas sumamente elegantes, con las que te identificabas y emocionabas a la vez.
Es el reconocido rostro periodístico que cubre para la cadena pública festivales de cine por todo el mundo, creando también piezas sobre los principales museos, con pinceladas sentimentales, una forma de relato propio más que cuidado. A base de café, comenzamos nuestro propio relato para conocerle mejor en una entrevista personal para Rostros.
Aprovechamos que tiene nuevo libro, «Emocionarte» (Espasa), un viaje por 35 cuadros elegidos por él en el que relata una doble historia de cada uno, invitando a la reflexión en un recorrido tan emocionante como exquisito. Supone sin duda un buen regalo tanto si te gusta el arte como si crees que nunca podrías acercarte al mismo, porque su lectura es sencilla y evocadora, mostrándonos el poder escondido de los cuadros.
De cuadros y arte comentamos con una persona que tuvo el enorme privilegio de acceder a varios grandes museos de Madrid en solitario durante el confinamiento: «podías ver el museo como nunca imaginaba, pero a la vez tenías la sensación de que lo estabas viendo como nunca porque fuera, el mundo, estaba como nunca», comenta. Defiende que cualquiera puede acercarse a los cuadros porque no hace falta ser ningún entendido para saber si una cosa te emociona o no.
La nueva vida a la que nos ha obligado la pandemia nos lleva a hablar de su «diario de confinamiento» para los informativos, en los que aprendió a no planear, a observar bien cada imagen y recorrer el mundo con las imágenes que iban llegando. Un año que dice definir como incierto en el que la vulnerabilidad se ha acrecentado, aunque sabiendo que ya éramos vulnerables de forma individual, el virus ha hecho que nos cambie la vida a todos al mismo tiempo.
Hablamos de los tiempos del periodismo, también de la rapidez por publicar, donde es importante saber crear contenidos cuidados y elaborados, porque al final la gente lo agradece, esquivando así lo efímero en busca de la permanencia lectora, de la importancia del relato al fin y al cabo, y teniendo presente que nunca puedes gustar a todo el mundo ni debes pretenderlo.
Comenta que aunque haya plataformas de streaming, el cine siempre tendrá algo especial, al menos para alguien que dice «disfrutar de esa liturgia» en un mundo ahora más complicado, pero donde debemos sentirnos afortunados, porque seguimos disfrutando de cosas que para otros es todo un privilegio impensable, aquellos a los que «poco les importa el COVID, porque su vida ya era una pandemia permanente.»
Se muestra firme sobre unos problemas, los nuestros, propios del primer mundo en los que dábamos mucha importancia a cosas absurdas en un año en el que nos ha contado su relato a través de la televisión, para acercarnos un poco a un mundo que veíamos en la ventana y que, como periodista que vive de la realidad, también le ha afectado.
Es Carlos del Amor ese periodista que muchos reconoceréis al ver las fotos que pudimos hacerle en una mañana de otoño, en la que aprendimos mucho de una voz igual de reconocible que su rostro, y que es todo un ejemplo de periodismo bien contado, elaborado y de buen gusto, para un sello personal que se nota desde sus primeras palabras. Nosotros hemos intentando conocerle un poco más a fondo, tanto a él como su trabajo, abriendo nuestra propia ventana digital, en una entrevista y reportaje extenso pero que merece mucho la pena. Espero que lo disfrutéis tanto como nosotros lo hicimos.
¿Quién es y cómo es Carlos del amor?
Definirse a uno mismo siempre es muy complicado. Soy un periodista que ama la cultura, que intenta contarla de la mejor manera posible en la televisión, que es un medio complicado y de masas, eso en cuanto a lo profesional. En lo personal, soy padre de dos niños y una persona muy familiar. Un tipo que ama la cultura, en definitiva.
«Emocionarte. La doble vida de los cuadros» (Espasa) es tu nuevo libro. Ha sido una tarea complicada escoger las 35 obras que aquí quedan reflejadas?
Sí, hay muchísimos, pero en algún momento tienes que elegir y de estos conocía bastante la historia que tenían detrás, sabía que había cosas apasionantes, rocambolescas, todo eso lo tenía en la cabeza, era sencillo de algún modo sabiendo que hay que dejar alguno fuera en un momento dado, porque te pones y no paras. Yo conocía sus historias, había que ordenarlas, buscarlas, rescatarlas y creer que podrían levantar algo de interés en el lector.
¿Se crea antes de la pandemia?
Sí, nace antes de todo ello, pero durante la misma, aparte de trabajar aproveché para esprintar. Realmente no tuve más tiempo, porque seguía trabajando y tenía a los niños en casa, pero sí encontré algunos momentos con más tranquilidad para poder escribir.
De haberlo hecho más tarde, ¿la situación hubiera influido de algún modo en el libro?
No, lo que pasa es que al final el defecto profesional del periodismo es que la realidad se filtra por los poros de lo que haces, y eso se acaba notando. En muchos cuadros hay giros, que son reflejo del tiempo que te está tocando vivir y, en este caso, aquí sucede que de repente ves que un cuadro adquiere un nuevo significado por lo que estás viviendo, y eso sí me pasó en varios cuadros.
¿Se puede hacer que alguien ajeno al arte sepa admirar un cuadro?
No creo que sea una tarea complicada, pienso que tú te pones delante de un cuadro y te habla, el cuadro te dice cosas o tú le dices cosas al cuadro, te imaginas lo qué tienes delante y construyes un discurso propio, que es de los discursos más válidos, porque el arte, como con las canciones o las películas, son emociones, y como tales no tienen una pauta. Cuando estás frente a un cuadro, te despierta algo, y ese «algo» es lo que te llevas. Personalmente, animo a que la gente se ponga delante de un cuadro y piense, o vea qué le sugiere, que se relaje y se deje llevar, porque se va a llevar esa vivencia a casa. No hace falta ser ningún entendido para saber si una cosa te emociona o no.
Leyendo tu libro, ves cosas que igual otros no somos capaces de captar o analizar.
Bueno, yo ya llego a los cuadros con detalles en la nevera, más o menos tengo en la cabeza muchos datos que me hacen que el retrato ficcionado de ese cuadro se asemeje a la realidad, yo sé que en el cuadro que me comentas ahora mismo, (‘Las etapas de la vida’ de David Friedrich) tiene a los suyos en la cabeza, que piensa en la familia, juego con esa ventaja y a partir de esos datos, lo que intento es construir un discurso de ficción. Lo que sucede muchas veces es que cuando vas a la realidad, te das cuenta que es más rocambolesca que lo que has podido imaginar. Así que lo que intento es ser fiel a la realidad, pero al mismo tiempo trato alejar la cabeza de los datos para intentar ficcionar cada cuadro, y adentrarme también en su vida real.
Durante la cuarentena, realizaste los diarios de confinamiento para cerrar los informativos de TVE. En uno de ellos tuviste acceso privilegiado a varios grandes museos de Madrid. Para un amante de los cuadros, ¿cómo fue?
Sí, estuve en el Reina Sofía, el Thyssen y el Museo del Prado. Entraba con el cámara y algún miembro que me acompañó hasta la puerta, pero hubo alguna ocasión en la que estaba completamente solo. Supuso una mezcla de emoción y tristeza. Podías ver el museo como nunca imaginas, pero a la vez tenías la sensación de que lo estabas viendo como nunca porque fuera, el mundo, estaba como nunca. Era complicado, esa mezcla de sensaciones de estar en un sitio así, de una manera privilegiada, pero motivado por una situación, porque fuera el mundo se había parado, eran sensaciones encontradas.
¿Qué te ha quedado como persona de esos reportajes?
Yo lo que pretendía con esos cierres de informativos era abrir una ventana a la gente por la que pudiera asomarse. Si se asomaban a sus ventanas, yo intentaba que también se asomaran «fuera» a través de otra «ventana» la del televisor durante dos minutos diarios. Aprendí a trabajar de otra manera, éramos menos. Me agobié un poco porque empezó como una pieza que terminó convirtiéndose en 35, muchas semanas en las que ya no sabía dónde parar. Había días que me preguntaba «y ahora, qué cuento», porque el estado de ánimo también influye mucho. Había veces que no tenía igual un tema definido, que tenía poca idea y de pronto igual surgía a las ocho de la tarde, una hora y pico antes de emitirse y tenía que ir como un loco. Aprendí a no planear, a observar bien cada imagen, a recorrer el mundo con las imágenes que nos iban llegando y quedarme asombrado. La capacidad de asombro que tenemos, creo que se ha redoblado.
La palabra que podría definir este año es el silencio, pero también incertidumbre, ¿qué palabra destacarías?
Yo creo que este año viene definido por la incertidumbre pero también te diría que por la vulnerabilidad. Este año nos hemos vuelto más vulnerables de lo que creíamos, sabíamos que éramos vulnerables y que a modo individual puede pasar algo que nos cambie la vida, pero a modo colectivo, que a todo el mundo le cambie la vida al mismo tiempo y de una vez, es mucho más complicado, y nos ha ocurrido. Nos hemos vuelto más vulnerables, pero el silencio también es una buena definición, aunque me quedo con la incertidumbre, porque estamos ante el año más incierto de nuestras vidas.
Tras lo vivido, ¿seremos capaces de emocionarnos más?
Creo que no, cuando esto pase volveremos a ser los mismos, te digo que antes era más optimista, pero ahora ya no. Esto me lo dijo Antonio López en el mes de marzo, que hice un facetime desde la Gran Vía y yo le pregunté de forma inocente y naif si íbamos a ser mejores y me dijo que no, y eso fue en marzo: «volveremos a lo de siempre», se nos olvida muy rápido todo.
Manejas Twitter e Instagram, tienes muchos comentarios buenos, ¿recibes críticas?
Tengo mis haters, es imposible gustar a todo el mundo. Yo hay cosas que no entiendo, porque no veo lo de no gustarte el trabajo de alguien, entrar en twitter molesto y atacarlo, no pierdo el tiempo en esas cosas. Puedo hacer una crítica constructiva, pero se llega a un punto en que la gente lo hace de forma destructiva, o que insulta, incluso algún compañero hablando de ti, «ladrando» un poco. Hace muchos años, cuando le pregunté por eso a Javier Bardem me dijo «uno tiene que seguir su camino y ser honesto y creer en lo que hace, pero no intentar gustar a todo el mundo, porque si lo haces, te vas a traicionar a ti mismo». Gustar a todo el mundo es imposible, y eso es lo primero que tienes que saber. Cuando tienes un trabajo digamos «público», te van a llegar las críticas y eso va en el sueldo, la mochila y el deber profesional y se admite. Si la crítica es destructiva y para hacer año, lo mejor es invisibilizarlos.
En el periodismo, quizás se ha perdido un poco el relato bien hecho a favor del click bait y de la inmediatez, de ser el primero.
Vivimos en tiempos consumibles, son muy efímeros, todo parece que es de usar y tirar. Cuando haces algo más cuidado, elaborado y pensado, se nota en la respuesta, en la recepción de la gente. Por ejemplo, el reportaje que hice hace unos días en el Hospital del Mar, que fue algo muy cuidado, vi que la gente lo agradecía, que sabe reconocerlo. Es una de esas cosas de las que quedan, y cada vez se hacen menos cosas que «guardamos» dentro. Vivimos en la era del que hagan clic en la noticia y suba el contador, luego está el tema de cuánto tiempo se quedan en la noticia más allá del titular, que ahora se está empezando a medir, el mérito es que se queden, no en que pinchen, porque eso es sencillo poniendo un titular, lo sabemos todos. Lo importante es perseguir algo más, la permanencia para ser menos efímeros.
En el reportaje del hospital, estuviste con un paciente de coronavirus, ¿qué sacaste de esa experiencia?
Ese paciente me dijo «hay que aprovechar las cosas pequeñas», es lo que hablábamos antes, muchas veces hay que aprender a volver a vivir, a intentar no vivir tanto como antes donde íbamos muy deprisa, donde nos preocupaban absurdeces y aprender a saborear más los detalles, ir a ver el mar simplemente, que lo damos por hecho que lo tenemos ahí hasta que como me decía el paciente «un día dejas de verlo». Lo que he visto con gente que ha estado enferma y se le ha complicado, es que tienen que volver a descubrir las cosas que antes no apreciaban, y eso es lo fundamental.
¿Has tenido alguna mala experiencia en el ámbito profesional durante una entrevista?
La verdad es que no, aunque sí hay entrevistas que son olvidables, la haces y te vas, pero sin nadie desagradable, lo bueno de la gente de la cultura es que suelen ser personas educadas. A mi no me suelen gustar mucho las entrevistas cronometradas en las que ellos te ponen la cámara, el equipo y a un tío con cuatro minutos… eso es algo que ya no lo firmamos.
La cultura, ¿ha quedado un poco olvidada?
Lo que sucede es que la cultura vive del contacto con el público, y ahora estamos privados de ello. La experiencia de ir a un concierto con mucha gente, de disfrutar en comunión, de los cines y teatros llenos, o de gente alrededor en un museo, ha sido barrida y hasta que no pueda recuperarse, que va a costar, es complicado. La cultura vive de que haya gente «al otro lado», lo que habrá que poner en marcha son mecanismos de ayuda para lo que yo considero que es un sector esencial, que pueda salir adelante, sobreviva y tenga las herramientas necesarias para seguir creando. Confío en que lleguen esas ayudas y no solo para el que se sube al micro y canta, también para el que se sube y pone un foco, de toda esa gente que hay detrás que es toda la cultura, que se recupera y vuelva.
¿Habrá cines para cuando quieran volver a estrenar películas?
Almodóvar tiene un corto en el que habla de un mundo sin cines y confío en que haya, no me imagino un mundo sin cines. Yo disfruto de las plataformas de streaming, pero cuando ves una serie y te suena el teléfono lo miras, te levantas, vas a por agua… en casa no estás tan metido y en el cine sí. Yo creo que siempre habrá un cine abierto, ¿cuántos y cómo lleguen? esa es una buena pregunta, pero creo que siempre habrá algo abierto después para los que seguimos disfrutando de esa liturgia.
Nos hemos vuelto más cómodos, puedes vivir confinado sin renunciar a casi nada, pero necesitamos salir, dar un paseo, llegar al cine, sacar una entrada, sentarnos, que se apaguen las luces, necesitamos sacar el tiempo para disfrutar de ese tipo de ocio y espero que hayamos aprendido que cuando todo el ocio vuelva a la normalidad, volvamos a disfrutar del mismo. Que no nos hayamos acomodado tanto al otro ocio de sofá, que está bien y está ahí, pero que lo otro lo tengamos presente y que sigamos disfrutándolo. No me imagino disfrutando de un museo en internet, veo internet como una buena herramienta para planificar la visita o ver un cuadro que viste en un museo. Lo mismo ocurre con ver un concierto en televisión, por bien que esté grabado, nunca será igual.
¿Consumes cultura?
Lo que puedo, también por trabajo lo hago. En el festival de San Sebastián fui al cine todos los días, salgo de trabajar a las 22 horas, y voy a pases a todo lo que necesita cobertura. Si me he dado cuenta de algo es que la cultura es muy escrupulosa con todo esto, se lo ha tomado muy en serio y es uno de los lugares donde más seguro te vas a sentir, no he visto ningún tipo de peligro al consumo cultural.
¿Eres escrupuloso con la situación?
Soy cuidadoso, al haber trabajado toda la pandemia presencialmente me ha ido calando, especialmente en las primeras semanas tan inciertas, donde no sabías dónde estaba el peligro, en la que limpiabas la compra y te quitabas la ropa de la calle. Aunque eso ha disminuido un poco quedan muchas cosas, así que intento ser cuidadoso. Si hay que llevar mascarilla, gel, lavarse las manos frecuentemente, lo hacemos. Si puedo tratar de evitar un sitio cerrado y estamos como ahora, sentados al aire libre aunque con frío, te abrigas, y peco de prudente.
Simplemente sin viajes, no sumamos tantas experiencias este año.
Claro, pero piensa que debemos sentirnos afortunados porque mira otra gente en otros lugares del mundo, en lo que estar como nosotros, quedando y tomando un café ya era un lujo, y ahora es impensable o donde ver una película en streaming no saben ni lo que es. Nuestros problemas se han acrecentado, pero son problemas del primer mundo, no otro tipo de problemas insalvables que van a seguir cuando todo acabe. Hay que ser cuidadosos con las cosas de las que nos quejamos, porque ahora mismo, tal y como estamos viviendo nosotros, lo firmaría gran parte del mundo. Hay que hablar con la boca pequeña, porque hay gente muriendo en pateras en el mar intentando llegar a la tierra prometida, donde poco les importa el COVID porque su vida ya era una pandemia permanente.
Dime un cuadro que pueda estar en una casa.
Pues cualquiera de Antonio López, porque nunca falla, también de Hooper, o el perro semihundido de Goya, por decirte algunos. Yo colgaría muchos cuadros pero debes tener cuidado con lo que pones en casa, porque te va a estar vigilando mucho tiempo. Si cuelgas un Hopper es muy bonito de primeras, pero luego va a llevarte a pensar qué hace esa mujer mirando por la ventana, cuál es la razón de que esté tan triste, el estado de ánimo influye mucho en la forma que ves un cuadro.
Uno de los vídeos de confinamiento, el de Semana Santa, tenía un poso muy melancólico.
El estado de ánimo aquellas semanas variaba mucho, y hay que entender que todo esto te cala. Yo lo pasé en familia, con niños que no te dejan caer mucho, pero también hay gente que lo pasó sola, sin poder y donde su mundo se ceñía a una ventana, y eso es complicado. Pero cuando ibas a trabajar y veías casi 1000 personas fallecidas al día, te afecta, y lo hace también en la manera de trabajar porque somos humanos y el periodista vive de la realidad, se mete en tu cabeza y te absorbe.
Fuiste a varios festivales de cine como Venecia y San Sebastián, ¿cómo te resultó?
Venecia muy raro, porque no estaba la prohibición de salir sin mascarilla a la calle y te sentías como agredido. Y en San Sebastián que todo era muy escrupuloso, y la gente respetaba todo, es un festival que también se vive en la calle y eso no se pudo hacer. Tuvo el mérito de realizarse, pero fue muy diferente. En Los Goya al igual que en los Oscar a comienzos de año, la vida era otra. Es curioso, porque en Los Ángeles ya se oía algo de China, luego llegué y escuché lo de Milán. Yo me iba el 7 de marzo a Roma con la familia y volvíamos el 12 pero lo suspendimos porque la vida ya se veía que estaba cambiando.
Para terminar, el 1 de enero será otro año, ¿es algo simbólico o significará realmente algo?
Ahora en vez de celebrar el final de un año debemos celebrar el final de una época, y esta época que está durando poco en el tiempo, es larguísima en nuestra mente. Creo que celebraremos que se va un 2020 que, colectivamente, ha sido el peor año de nuestras vidas, el peor año para una generación como la nuestra, la de los mayores y la de los jóvenes. Todo puede pasar en el nuevo año y esperemos que lo que suceda sea esperanzador, pero al menos que 2020 se vaya a descansar.
Entrevista: Miguel Rivera
Fotos: Arturo de Lucas