La pregunta es sencilla a la par que complicada ¿cuánto estás dispuesto a pagar por conciertos virtuales?. La pandemia ha conllevado una serie de cambios de hábitos, algunos forzados y nada atractivos que, presumiblemente (esperemos) sean limitados en el tiempo, véase el uso de mascarillas y la distancia social para, en otros, dar la bienvenida a medidas que pueden quedarse (gel de manos en locales, hábitos de higiene y más conciencia social).
Dicho esto, la COVID-19 parece que ha traído novedades que en realidad no lo son tanto, simplemente, lo que ha conseguido es acelerar un proceso de digitalización y formas de consumo a la par que de trabajo que tarde o temprano tenían que llegar, y el virus lo ha ido implantando a marchas forzadas en algunos casos.
Reinvención, modernidad y nuevos hábitos que, en España, han acelerado el proceso del teletrabajo, una fórmula que los estudios dicen viene para quedarse, como en otros sectores. Más de un 30% de la jornada predicen se realizará en casa para muchas empresas que durante todo este año vienen trabajando así.
La compra online es otro de los terrenos que ha incrementado su nicho, llegando a muchas personas que antes ni se planteaban o veían con recelo lo de hacer ‘clic’ y comprar sin ver o tocar el producto. Nueva York, como gran capital del consumo, ya venía implantando por parte de grandes empresas, la venta online y, la pandemia, no ha hecho más que confirmar y acelerar un proceso que, también es verdad, traerá cierres físicos en sus principales calles.
Y llegados a este punto, tenemos el ocio digital que engloba, para nuestro caso, lo audiovisual, como ya comenté en el reportaje del la música en vivo donde hacía referencia a la necesidad de volver al directo físico, amén de las posibilidades que ofrece la música en directo de forma virtual.
Con Netflix a la cabeza o Amazon Prime asentadas ya en nuestro país como plataformas de pago de vídeo bajo demanda, la pandemia solo ha conseguido que su interés, suscriptores y futuro, sea más grande y millonario si cabe, junto al nacimiento de otro gigante como Disney + y una previsión enorme. A falta de una gran estrategia y plataforma musical, para entendernos todos, un «Musflix» de la música, ya se oyen cantos de sirena sobre las posibilidades de un servicio de abonados en Spotify para conciertos virtuales. Una forma en la que ver y disfrutar de las actuaciones de nuestros artistas favoritos desde el dispositivo que quieras (PC, móvil, tablet)
Mientras llegan este tipo de contenidos audiovisuales en lo musical de forma profesionalizada, la situación sanitaria alargada en el tiempo, nos ha hecho ver que la música se ha tenido que ir adaptando a los tiempos, algo que en realidad, era cuestión de tiempo y que como otras tantas cosas, el COVID solo ha acelerado y apremiado en un sector, el de la música en vivo, sumamente castigado que a día de hoy sigue temblando.
De las actuaciones de baja calidad de IG Lives vivimos en confinamiento, después comenzamos a tener la opción de ver a algunos artistas en directo desde algún punto, estudio, local o sala en solitario o con algo de público en físico, mientras tenías la opción de disfrutarlo desde casa con mejor calidad y plataformas de visualización en vivo. Aquí pasamos ya de ver cositas curiosas en redes sociales, sencillas y sin más afán que mantenerse en contacto con el fan y seguir en el «candelero» de las redes, a tener una propuesta más cuidada, en todos sus elementos para poder hacer del pasatiempo, un pequeño negocio virtual.
Llegados a este punto, y dejando de lado las posibilidades de Facebook Live (cortita en cuanto a calidad de visualización) IG Lives o la capacidad del 4K de YouTube, las bandas han empezado a ofrecer, según su capacidad, un desarrollo más pro para disfrutar y vender sus conciertos online. Estrategia que seguro comienza, cuando podamos ir a directos como antaño, a convivir en ocasiones con el streaming desde el mismo concierto. Es ahí donde ganará atractivo, el que puedas vivir en un pueblo o alejado del mundanal ruido optando a ver ese directo de verdad (no como si te pusieras un DVD grabado) para disfrutar, con la insalvable distancia de estar físicamente, de una actuación a la que de otra forma no podrías «asistir» por vivir lejos o, simplemente, por lo económico.
Hablamos por tanto de una «transición temporal» de algo que se esperaba llegara en algún momento pero que ni tanto músicos ni nosotros como consumidores reales y no virtuales, esperábamos de golpe y porrazo. La tecnología ya estaba, solo hacía falta dar el paso o que como ahora, las circunstancias aceleraran el proceso o urgieran a ello. Un paso que en ese mix (físico y virtual) tiene cabida para la esencia del directo como entendido hasta ahora, ya que hablamos de música pero también de algo social que engloba un concierto, como diría Fernando Simón, «el antes y el después» a lo que añadimos el durante (charlas, risas, cervezas, copas y lo que surja alrededor de un concierto).
Dicho esto, solo falta saber cuánto estás dispuesto a pagar por ello. No es cuestión baladí, ya que acostumbrado a precios a veces desorbitados para ver a grandes artistas en pabellones, una buena producción que seguro atesorarían en virtual, no puede asemejarse ni de lejos a la experiencia real, por cine en casa que uno tenga, ya que pagas por algo más que estar sentado en el salón de casa. Las experiencias hasta el momento no son demasiado llamativas, y los precios varían, por supuesto.
El 24 de enero tendremos a Bunbury haciendo concierto virtual por 17€, un precio muy asequible para un artista de su talla a falta de descubrir cuál será la experiencia y montaje. Hace poco era Dua Lipa quien realizaba «Studio 2054» (12€ y VIP 20€) su primer show en streaming que, todo sea dicho, era más una «película en vivo» que un concierto al uso, cuestionable en formato aunque de gran éxito por su nombre, pero que como experiencia resultaba más curiosa que otra cosa. Hablamos de un momento en el que las opciones de ocio y recomendaciones sanitarias hacen que los planes fuera de casa se acoten, invitando más a optar por una opción como tal, cuyo precio en cualquier caso, sí era razonable para una estrella como ella.
Billie Eilish ofrecía hace unos meses su directo «Where do we go?». La estrella del momento se sumaba a la fiesta virtual de estos últimos tiempos y con una oferta inmersiva desde Los Ángeles, eso sí, 30 euros la broma con un acceso inicial a todo su merchand, (marketing mode on) de cuidada propuesta pero de duración cuestionable (poco más de una hora).
Seguiremos viendo y descubriendo con los meses estas fórmulas que vienen para quedarse y dar otras opciones al espectador/usuario para un entorno virtual, en el que hay que tener en cuenta los precios, clave a la hora de seguir avanzando y consiguiendo adeptos a la causa para no encallar. Deberán jugar además con otro punto clave, no puede trabajarse de la misma manera que una gira, no vale repetir el mismo concierto de Madrid o Valencia en el caso virtual, ya que aquí el atractivo será el contenido exclusivo. En cada ciudad dispones de una audiencia diferente que, en red, no sucede a no ser que el fandom sea muy grande.
Justo en este término, donde las asentadas plataformas de VOD como Netflix o HBO tienen su nicho mensual, es donde los músicos deben mirar y equilibrar bien la balanza haciendo válido eso de calidad-precio. Son estas plataformas las que por precios digamos que sumamente asequibles, (7,99-9,99€/mes aprox. o paquetes reducidos anuales) ofrecen horas y horas de entretenimiento, con series, películas y contenidos propios por cada una de ellas. La música y los músicos deberán adaptarse a ello, al precio, calidad y cantidad para que los directos en la distancia y sin la emoción social de por medio, sean atractivos en lo económico y lo propuesto como para invitar a «quedarse».