Espasa
Si hay algo que a veces no es tan habitual como pareciera en la música es la sinceridad de sus músicos, algo que en el caso de David, conocido artísticamente como Rayden, es lo primero que cabe mencionar cuando descubres su música, pero más aun cuando le conoces a él.
Poco importa si el trato es más o menos cercano, extendido o no en el tiempo, RAYDEN destila naturalidad y aires campechanos, de calle y vecino cercano que se impregna tanto en su música como en su palabra, sin capas.
Desde sus inicios cuando era un chaval hasta ahora con 36 años y enamorado de la vida y más, viendo su devenir y carrera profesional, vemos el caminar de un tipo que ha currado y ante todo ha creído en su proyecto, dando forma a un estilo propio que, comenzando en el rap, ha cimentado con una forma de interpretar y aunar sonidos, sin miedo al que dirán, alejándose del sectarismo de quien defiende a capa y espada las etiquetas de géneros perdiéndose toda la magia de la música que hay entre medias en su recorrido.
RAYDEN ha sabido dar forma a su nombre destapando el mar de sus esencias musicales, que beben del rap, de la poesía elaborada, de la vivencia, de colaboraciones de todo tipo, que miran mucho al indie pero también al pop y al rock, en esa línea ha creado un concepto sonoro que ha atrapado numerosos oídos y gente de todo tipo, haciendo grande la magia de la música de quien prefiere no etiquetarse.
Dicho esto, con varios libros de poesía de por medio, haciéndose grande tan en lo musical como en el arte de la escritura, este año lanzaba su último disco “Homónimo”, completando una trilogía que complementan “Sinónimo” y «Antónimo». Pero antes de todo eso hay una historia detrás, una musical de cuando era un chaval, ese que venía del rap con los pantalones anchos desde Alcalá de Henares, con su grupo A3Bandas cuando a priori una carrera en solitario no estaba sobre el papel.
Para entrar en esa historia tenemos “Cantinela”, su nuevo libro, ese que se presta como el de las 100 canciones de su historia como Rayden, bajo 99 finales alternativos, que para nosotros son un comienzo, una forma de entender, profundizar y conocer a pecho descubierto, la historia de cada una de sus canciones.
Es “Cantinela” ese viaje necesario no ya solo para conocer la historia que hubo detrás de lo que después fue cada canción de su repertorio, también de acercarnos a la historia de un adolescente soñador, de sus comienzos en Alcalá hasta ahora, cuando ya viviendo en Madrid desde hace seis años y varias mudanzas de por medio, se acerca a su concierto más esperado, el salto a un WiZink Center de Madrid (6 de noviembre) para celebrar por todo lo alto su centenario musical y veinte aniversario.
Creo que es el momento oportuno, necesario y perfecto para adentrarnos en “Cantinela” e ir a su gran concierto en Madrid con los deberes hechos, deberes que son placeres porque aunque entre canciones e historias de las mismas consumimos casi 500 páginas de lectura, de esa que leemos mientras canturreamos en nuestra cabeza para después conocer los misterios que llevaron a que naciera cada una de ellas.
Un libro que nos adentra en sus inicios, de cuando una noche miccionando en Alcalá se le acercaon tres nazis a los que se enfrentó, para luego correr con los pantalones de rapero haciendo la carrera más complicada si cabe. De ese “Arca de Noé” a la ‘batalla de gallos‘ de la que salió sin un buen resultado en su primer asalto para, concienzudo él, volver en 2007 y ganar la nacional e internacional.
Habla de cómo creaba sus canciones, desde su crítica al clickbait, de cuando se march´ó a vivir con una novia y afrontó su primer susto eléctrico con una factura de 331€, de su “Sastre de sonrisas” y de aprender la lección que tiene invitar una novia a un videoclip para el futuro, de las “Mariposas” que produce el amor en su primera canción al término, de la rabia que produce que alguna gente piense que los músicos viven como los Guns en los 80, a todo lujo, de cuando afrontas una realidad ante 15 personas en un concierto en Blanes y de pensar si estaba haciendo lo correcto o de “Mi primera palabra” como aquel regalo que son las madres.
Hay historias de “Controversia” la que se afronta ante los talibanes del género que no entendieron la colaboración con Dani Martín, de su cambio de discográfica, de la producción de alguien alejado del rap como Ale Acosta (Fuel Fandango), de su primera producción con «Sinónimo», del nacimiento de su hijo en “Mi pequeño torbellino” con el miedo de quien es padre primerizo, de amores y desamores, del punch de unos primeros acordes al desnudo en Ibiza cuando vio a Alice Wonder dando forma a “El mejor de tus errores” en bruto o de cuando Leiva se dispuso con cercanía y buen hacer a colaborar con él.
Hay muchas historias, anécdotas y ante todo, un dibujo primario de testimonios de lo que fue la historia de cada canción de su repertorio, una forma de conocer mejor sus canciones y lo que escondieron en el momento de su creación, pero ante todo para profundizar al desnudo en la forma de interpretar de un músico que, incluso en esa cercanía intimista, sabe destapar con elegancia y sencillez para convertirse en el vecino musical campechano de todos. De eso va la vida que hay en «Cantinela», ejercicio perfecto para afrontar su primer concierto en el que salir todos de la mano de Rayden.