No son muchas las bandas capaces de acuñar un término para un estilo y definirlo con personalidad, ni hacer que variadas generaciones queden marcadas por tu música y canciones para así convertirte en icono de un género y llegar a ser una especie de leyenda nórdica en lo musical, con las que forrar carpetas y arrancar suspiros sobre el escenario.
HIM, tras cuyas letras se esconde His Infernal Majesty, consiguió todo eso a lo largo de su carrera, para dejar un poso tan grande y marcado en muchos oyentes que incluso, cinco años después de su disolución tras 25 años como banda, siguen siendo todo un referente difícil de olvidar por el calado de muchas de sus canciones.
Tras el mítico grupo se escondía la figura inigualable de Ville Valo, un finlandés de brazo izquierdo completamente tatuado, media melena, de facciones marcadas y algo «tenebrosas», con el color negro como estilo visual y oscurantismo romántico que marcaría los corazones de muchas y muchos gracias a su profundísima voz y presencia, en una época en la que el cigarro en mano en directo y un gorra eran parte de su simbolismo bajo ese halo de misterio, para un músico que siempre estuvo alejado de las redes sociales.
Ville y su banda, con su conocido «heartagram» como símbolo, consiguieron nada menos que hacerse un hueco en los 90, en la época del grunge y lo alternativo por bandera y más concretamente en los últimos años de la década para irrumpir con sobradas intenciones gracias a dos inmensos discos, su debut «Greatest Lovesongs Vol. 666″ (1997) y especialmente
Ambos trabajos jugaban a lo que pronto se denominaría «Love metal» ese género que mezclaba rock e intensidad melódica bañada de oscurantismo, el que ofrecía la banda presencialmente con su líder como portada, y la de unas letras que hablaban de amor y muerte, la mezcla perfecta para rendir tributo a un diablo enamoradizo. Romances góticos que marcaban a fuego con la especialísima y profunda voz de Ville, con falsetes y casi lamentos que serían santo y seña del músico. Un arranque fulgurante para la banda con temas como su oscuro cover de «Wicked game» de Chris Isaak abrían las puertas de la radio, amén de ese vozarrón y las ardientes guitarras, para pronto comenzar a hacerse hueco en Eurooa y en España especialmente con hits como «Join Me In Death» donde la televisión de ‘Los 40’ sería puerta de salida hacia el éxito gracias a un segundo disco que sigue siendo una de las mejores obras de la década. «Razorblade romance» fue un disco lleno de éxitos aderezados por la energía y potencial de una banda dispuesta a conquistar corazones, y poco importaba si te gustaba el gótico, el rock, metal u otros géneros, porque todo sonaba tan bien en aquellos momentos que, como si de un vampiro se tratara, nos mordió en el cuello para caer en sus brazos. «Right here in my arms», «Heaven tonight», «Gone with the sin» o «Poison girl» son solo parte de un repertorio que les llevó de pronto al estrellato. La década del 2000 sería la de su consagración, convirtiéndose en la banda más ecléctica del momento en cuanto a público en sus conciertos, donde mayores y jóvenes nos reuníamos alrededor de la ouija musical de Valo. La Riviera de Madrid se convertiría en su particular aposento infernal, ese en el que vivíamos conciertos con sold out de los de antes, sin que entrara un alfiler, donde veías a niñas, chavales, talluditos y por supuesto padres, aquellos súper papis capaces de meterse en el oscurantismo musical por la felicidad de sus hijos, acompañando a los menores para ver a su ídolo como si de Backstreat Boys se tratara. Ville «adornaba» numerosas carpetas en los institutos, figura de la que rockeros más rudos renegaban a tenor del éxito de una banda para «nenazas», cumpliendo con la norma del joven rebelde que no puede salir de su casilla musical. Ocho trabajos y 25 años de carrera en la que han dejado conciertazos en Rivieras, Festimads o su último concierto al que asistí, concretamente en el Hammerstein Ballroom de Nueva York en noviembre de 2017, meses después de despedirnos de ellos en La Riviera. Durante todo ese camino, singles pero también videoclips, porque les tocó cuando la música «sonaba en vídeos en televisión», disfrutando de sus historias visuales con singles como «Wings of a butterfly», «Pretending», «Your sweet 666» o «Killing loneliness» entre muchos otros. La banda que supo mordernos marcando el cuello y corazón de numerosas generaciones, sabiendo ir más allá de su tiempo tras su adiós gracias a un legado que es ejemplo de una carrera prolífica y un pequeño tesoro musical al que recurrir en tiempos románticos, pero también en otros menos amables para dotarlos de delicadeza, enamorarnos o para simplemente alejarnos del mundo durante un rato e introducirnos en el sueño finlandés de una banda y músico diferentes. Y hablando de Ville, en pleno confinamiento y tras tres años de silencio después de su adiós con HIM, el músico nórdico regresaba para sorpresa de muchos bajo el nombre de VV con el título ‘Gothica Fennica Vol. 1.’ con el inconfundible sello de su creador, dando esperanzas nuevamente a esos corazones rotos que fueron curados alguna vez por su música. Un mordisco eterno para todos.