22/04/2022, Sala Ochoymedio, Madrid
El renacer de Sexy Zebras no podría haber tenido mejor resultado. La banda madrileña estuvo en el alambre antes de comenzar la pandemia, cerca de su disolución, momento en el que acabó incluso dejando el grupo Samu.
Dos años después encontramos a un grupo recompuesto y en paz consigo mismo, donde dieron la bienvenida a Jesús, hermano de José Luna, y decidieron respirar para componer con tranquilidad alejándose de sus fantasmas y, juntos y en armonía, recorrer su propia «Calle Liberación», un camino que ha dado como resultado el mejor ejercicio musical que podíamos esperar, un álbum notable que además afianza su posición y forja un nuevo estado que impregna al oyente y al espectador en lo que es una revolución en directo, impensable seguro en un primer momento en su vuelta musical.
Sus potentes directos ya se los conocíamos, pero había que ver el resultado de su nueva etapa en vivo, plasmar esa montaña rusa que es su nuevo disco trasladada al directo, músculo tirante y medios tiempos que manejar con un repertorio antiguo y canalla que conforman un set list tan competitivo como físico y mental.
Su noche en Madrid, condenada por una lluvia que no importó lo más mínimo al personal, colgó el sold out para descubrir cómo se manejan los de Hortaleza ahora, en esa paz mental que no musical, porque como dejaron claro nada más arrancar que el «Jaleo» estaba asegurado.
La formación mostraba músculo pegadizo con ese tema inicial del disco, una puta locura con la gente exacerbada, como si fuera el primer concierto de nuestras vidas, igual el primero para muchos en lo que es la antigua (buena) normalidad.
Gabi gritaba «este solo es el primer tema», y la Ochoymedio se caía ante los gritos, pogos y saltos que nos encontrábamos. Sudor y brazos en alto para vivir como era la música antaño, un primer bolo por decreto sin mascarillas y de reencuentros que hacían resurgir a «La máquina», rabia setentera y locurote escénico junto al desequilibrio sobresaliente de su rock de «El semental», sacando lo mejor de su repertorio clásico y destrozando todos los registros, donde se hacía complicado mantenerse en el sitio ante la marabunta enloquecida que me rodeaba.
Con ese cambio impredecible y tras un arranque fulgurante, calmaban un los ánimos con una templanza magistral, la que supone casi un blanco y negro en directo, el viaje psicodélico al que nos invitaban volando con «Águila negra» con José a la voz, una especie de avituallamiento para seguir en pie.
Siguiendo el recorrido por la «Calle liberación» nos encontrábamos la pegada bailable de «O todos o ninguno» de raíz más indie para uno de los temas más frescos y pegadizos que, cómo no, en directo nos llevaba en volandas, móviles en alto, empujones, nuevamente pogos alrededor del centro de la sala y las caras, ahora sí visibles, de cientos de seguidores viviendo su particular «libertad».
Con «Una canción para resucitar» nos sumábamos a los coros, con Gabi demostrando su capacidad de arrollarnos o imprimir sentimiento, «siempre hay razones para abandonar y una canción para resucitar» se oye en su comienzo, haciendo eco de público en la sala, recibida entre numerosos aplausos y el tino de quién compone temas equilibrados, en uno de los pocos momentos de «paz».
El energy power de «Visitantes» y lo desgarrado de «Crazy» revisitando lo que fue «La polla» o su hit «Sexo y Marihuana», esta última reventándolo como pocas veces recordaba en un concierto. Gabi es locura escénica, para un trío que nos explota con cada canción, un ejercicio sublime de casi dos horas en las que «entrenar» cuerdas vocales y físico, porque podría parecer que estábamos ante el último concierto de nuestras vidas, cuando era el primero de la nueva vida.
En una noche lluviosa, nos subíamos a su velero para dejar Madrid y amarnos en «Marte», ese planeta musical que han creado a imagen y semejanza, donde un espectador subiría a cantar con el público un final apoteósico en el que seguir flotando por el universo junto a «Nena», ya convertido en clásico instantáneo que, obviamente, posee la magia y letra necesarias para amarnos en directo. Nuevamente saltos y gritos en un estribillo que absolutamente toda la sala cantaba al unísono, pelos de punta.
Quiero fo»»» r contigooo @SexyZebras pic.twitter.com/PvlF7M503W
— RockTotal (@RockTotalweb) April 22, 2022
Una recta final de un espectáculo en el que se oían palabras como «increíbles», «brutales», «flipante»… una colección de adjetivos de admiración para romperlo cuando sonaban los acordes de «Quiero follar contigo», puro sexo musical que todos «practicábamos» in situ al grito de su estribillo para dejarnos de «Tonterías», en un ejemplo de repertorio tan equilibrado como alocado.
Con ese baile, y explosionando nuevamente todos cuando nos acercábamos casi a las dos horas, volvían a poner el grito en el cielo e incendiarnos recuperando el «Jaleo», ese que hora y cuarenta minutos antes arrancaba para, sudados todos y con sonrisa enorme, llegar al clímax final de un orgasmo musical tan satisfactorio como recordado.
Es mucho más fácil amarles que odiarles, porque Sexy Zebras están de vuelta hemos vivido una pandemia de por medio, con la banda madrileña tirándose al público en su final, no sé si siendo conscientes en ese momento de lo que acababan de conseguir.
El trío nos devolvía anoche la fe en el rock en directo, en un conjunto de canciones soberbias y una escena musical en la que se han convertido en el referente musical a seguir. Lección notable de músculo, intensidad, romanticismo lírico por momentos y sexo musical para hacer del mismo el concierto que necesitabas y no sabías.
El viernes 22 de abril decidimos dejarnos de tonterías, y vivimos la gran noche de nuestras recuperadas vidas, viéndonos las caras, brindando, saltando y algunos, seguro que follando.
Texto y fotos: Miguel Rivera