El grupo Arde Bogotá se ha convertido en tan solo dos años y durante parte de la pandemia en una de las bandas más aplaudidas y exquisitas del panorama musical patrio.
Lo hicieron recorriendo «La noche», ese debut de indudable calidad, que transcurría en los devenires de una noche para contar sus propias historias para después hacerlas nuestras.
No era fácil afrontar un segundo álbum tras debut tan notable. Esperábamos mucho del mismo pero especialmente nos preguntábamos si conseguirían afianzar su sonido y si, ante todo, serían capaces de mantener la firmeza de quienes se llevaron todo tipo de aplausos.
Lejos del nerviosismo, trabajando tras dos grandes años de conciertos y festivales, el cuarteto de Cartagena, Murcia, vuelve con un disco mejor si cabe, el paso evolutivo inteligente que muestra a una banda más madura aún, para forjar doce piezas musicales alrededor de la carretera, esa A3 que nos ofrece de regalo canciones con un peso emocional, con el amor como referencia habitual, pero con una solidez y sonido espectaculares.
Lo basan todo en la energía de unas guitarras protagonistas, sí, en unos tiempos de mucho indie vacío de ritmos sintetizados y mensajes vacuos, ellos son despiadadamente románticos, amén del mejor rock que aquí se respira, un canto a la esencia manejada bajo los tiempos actuales que forja un sonido entre el rock conocido y el actual.
Abren su disco con la rocosa «Los perros», un tema oscuro, sólidamente construido y con una base de guitarras contundente y directa, con la que van avisando. Encontramos aquí hits por doquier nuevamente, con cambios musicales que aceleran el ritmo, véase su estupenda «Qué vida tan dura», que es todo un canto a la dureza de la vida que nos ha tocado vivir, y en la que dejan claro que no pasa nada por cantarlo.
Antonio es ya uno de los mejores vocalistas de la actualidad, exquisito en su tono que aporta profundidad y ante todo personalidad a la banda y que imprime el sentimiento necesario para singles del calibre musical que atesoran «Nuestros pecados», romanticismo del rock de siempre, coreable a su vez y «Clávame tus palabras», todo un regalo rockero que cuenta con uno de sus estribillos más duros y emocionantes en su mensaje: «clávame tus palabras yo diré las mías bien claras, me haces falta»
Ya adelantaron el tema título del disco, un corte de rock más clásico y desértico, para llevarnos a un intermedio que ofrece una oscuridad transformada de pronto en un ritmo bailable en «Besos y animales», corte que me lleva a reminiscencias Måneskin, saltando a la inquietud generacional que gritan en la poderosa «Todos mis amigos están tristes» o el cierre magistral de «La salvación», el regalo con el que rompernos el corazón como final recordando que «la salvación está dentro de un beso y una caricia en el pelo», haciendo bueno lo de «disco emocionalmente rockero».
Arde Bogotá consolidan el sonido que mostraron en «La noche» para crecer en todos los sentidos, pulir aún más su propuesta y demostrar que es posible sonar de forma contundente y emocional a la par. Una referencia con la que seguro recorreremos muchos kilómetros, los mismos que ellos tienen por delante con el éxito como destino final.