CARLOS SADNESS
Abre Madrid, Ifema
22/07/2020
¿Reinventarse o morir?, ¿montar nuevas iniciativas o dejar paso al silencio para no disfrutar de la música? A estas alturas de julio tenemos claro que debemos continuar adelante, tener dos dedos de frente, convivir con rebrotes, tener cuidado y apostar por la música. Es verdad, esto no es lo mismo, casi diría que ni se le parece, pero es lo que hay. Lo tomas o lo dejas pensará alguno, unos prefieren no ir, por lo que sea, entre ellos los que opinan que para esto mejor esperar. Otros, casi privilegiados por conseguir entradas en aforos irrisorios muchas veces por los espacios, disfrutan de otra manera de lo que siempre nos ha entretenido en salas y festivales.
La situación es la siguiente: la música continúa con otra idea, por parte de todo lo que engloba la industria musical. Todo se ha reinventado para dar espacio y cabida, nunca mejor dicho, a unas decenas o cientos de personas para que, en un momento en el que debemos permanecer sentados para «disfrutar» del ocio, puedan ver a sus grupos y artistas desde sus sillas y mesas. En ese espacio, al aire libre o en sala, es ahora como debemos vivir y gozar de la música.
Dicho esto, los ciclos musicales copan el protagonismo este verano, ante las medidas sanitarias y de seguridad pertinentes. En Madrid, Ifema acoge numerosos conciertos y otras actividades culturales en dos escenarios, todo en el concepto ABRE MADRID, un ciclo con un cartel diverso. He decidido acudir, al menos de momento, a pocas actuaciones.
La pereza que me provoca la situación, la de vivir un concierto sentado en una mesa, con propios o extraños, las medidas de seguridad y todo el coñazo que provocan, hacen que me lo piense todo y mucho. Tanto es así, y las dificultades que los aforos y seguridad conllevan, que no fue hasta pocas horas antes cuando me confirmaron los pases. Gracias por las gestiones a las personas en cuestión.
Cuando hablé personalmente con Carlos Sadness en la desescalada, me decía que venían cosas en vivo, una de ellas esta. Una forma de presentar su nuevo disco «Tropical Jesus» que dista mucho seguro de su idea y concepto «divino» que tendría en el momento de concebir el álbum en directo, pero cuyas nuevas fórmulas hacen posible lo que hace tan solo semanas parecía imposible.
Ifema, su parte externa en forma de parking acoge dos escenarios y unas medidas cuyo vídeo de presentación no tienen desperdicio. Para asegurar al público contamos con las consabidas distancias, la mascarilla para ver el concierto, por supuesto, sillas y mesas y «acomodadores» que nos marcan la entrada y la salida, ordenadito y con cuidado, todo para sentarnos y ver, en un aforo pequeño, la actuación.
Horas tardías, por eso del calor y de ver una actuación en la noche. Es momento de descubrir el lugar, de pedir una cerveza, todo con QR muy cómodo, para que nos vamos a engañar. Nos vamos sentando como quien va a ver una película al cine. Oye, que esto de hacer crónicas sentado sin empujones y subnormales pegados detrás es de agradecer pero no lo cambio, claro.
Todo se presta lento, como la entrada de Carlos con su «Ciclo lunar» un atardecer nocturno y musical infinito. «Vámonos Madrid» para conllevar las primeras palmas mientras el olor a palomitas me inunda.
Dos músicos y Carlos invitando a ver el cometa «Hale boop» para probar su «Chocolate y nata» en un directo centrado en los grandes temas de su nuevo legado. De lo mejorcito con «Me desamaste» que daba sentido al espíritu encadenado de querer bailar, idea poco ejecutable que conlleva el acercamiento por parte de algún miembro de seguridad para recordar que hay que guardar las formas.
Perrear sentado no es posible y si no que venga Dios y lo vea, porque Tropical Jesús ya lo ha visto, para comprobarlo con «Todo estaba bien» ese temazo con Medrano descafeinado en la nueva normalidad musical, deseando viajar a su «Isla morenita» para desconectar del mundo.
Ahora los lentos son temas más somnolientos, «Clorofila» lo refutaba, sentados todos y el silencio hacen que la tensión se preste baja. Bajo su «Número oculto» Carlos comentaba un mantra «portémonos bien para poder volver pronto a estar de pie». Ir solo a un concierto podía ser llevadero en la antigua normalidad, en mesa el asunto se convierte en algo más.
Llama la atención el silencio lo que nos envuelve entre canciones con el público en modo «reposo», la música como si fuera un teatro en el que hay que tirar de «Física moderna» para volver a vibrar y ver a alguno de pie dando saltos, mientras ojeas a los camareros en busca de la mesa en la que debe ir la cerveza.
Móviles con la linterna para «Los días impares» que, bien es cierto, pusieron un dulce cuasi final cuyo ritmo cambiaba con el baile imaginario de «Aloha» y la frescura diurética de «Amor papaya» para decirte que «Te quiero un poco» y sacudirnos con «Que electricidad» que, curiosamente, es la que falta entre nosotros en estas circunstancias, antes de despedirse entre aplausos ordenados.
Un concierto más que sumar en los nuevos tiempos que corren, para salir de forma escalonada en la que la lectura es clara: «portémonos bien para poder disfrutar de nuevo de pie». Hagámoslo para volver a la normalidad, que la nueva, por mucho que quieran, es un puto coñazo.
Texto: Miguel Rivera
Fotos: Javi García