DESAKATO
15/08/2020
Teatro Egaleo, Leganés
Es curioso ver cómo se han ido sucediendo los meses y la música en directo ha regresado maniatada, mucho si tenemos en cuenta otras disciplinas, véase los toros u otro tipo de ocio con mucho menos control y seguridad que lo que habitualmente se está viendo en conciertos. Digo viendo porque dicho esto, se hace cuesta arriba esto de ir a actuaciones musicales que en muchas ocasiones, debido al momento, recuerdan más a la animación nocturna de hotel de verano que lo que es un concierto, más difícil de concebir si se trata de rock.
En cualquier caso, mejor esto que nada, bienvenido sea ante la dificultad de poder subsistir, mantenerse, seguir, convertidos todos en un «ser domesticado» que bien dice «Salvajes» de los asturianos. Con todo, y habiendo ido a tan solo dos actuaciones, con propuestas de por medio desestimadas, el Teatro Egaleo acogía la actuación de Desakato en su vuelta a los escenarios.
Una banda complicada de entender en estas circunstancias, más si cabe por su género musical, energía desbordante que, en esta ocasión, notamos contenida, quizás en ese feedback público-grupo en el que la idea de ver al público al completo con su mascarilla y sentado, distanciado incluso de tu compañero/a hace más difícil vivir una actuación en alta tensión.
En cualquier caso, fue el penúltimo concierto al que asistí antes de la cuarentena en La Riviera, después se atrevieron a ser de los pocos en realizar un live streaming en eléctrico y sin público vendiendo tickets virtuales y acceso. Desakato nos proponían un “concierto hacia lo desconocido” que, para los que ya hayan asistido a actuaciones en vivo, lo desconocido es ahora conocido y, desde luego, más aburrido.
Orden de entrada y colocación, gel, asientos, y mascarillas al completo para un público que, como en el cine, se situó bien ordenadito según instrucciones. Con todo eso, una banda de rock se entiende peor, necesita de un movimiento y fuerzas desde fuera que obviamente desaparecen con la tranquilidad de un asiento y buen comportamiento, una «Estepa» musical con la que abrían una actuación con muchas canciones que no suelen tocar en vivo. Un teclado incorporado por su amigo Guillermo, para darle un empaque más emocionante, podríamos decir más íntimo, porque la fuerza de la banda se mostraba en lo musical, pero muchísimo más tranquila y contenida en el escenario, sinergia que conectaba con un público sosegado.
Impecables en «Salvajes» y «Combustión», llamando la atención el protagonismo que Pablo tuvo en toda la actuación, con su hermano Pepo esperando una recta final más intensa y aguerrida, quizás por una vuelta que no viene a ser un concierto de rock como entendemos siempre. Brazos en alto o algunos coros de estribillo limpio y controlado «Sombras» mientras brillaban para emoción del público en canciones como «La tierra prometida» o su gran ejecución de «La cabaña» tema que no suelen interpretar en vivo y que es de lo mejor de su repertorio.
Una noche suave, en cuanto a clima y comportamiento, una tranquilidad de sábado solo rota por energía de canciones como «Tu avalancha» o «Hipnotizados» para ponernos los pelos de punta con «Friu de xineru» que, ante un problema técnico de guitarra acústica, tocarían delante del escenario con todo el público en silencio para poder escuchar a Pablo y la guitarra de Gabri en uno de los momentos más bellos, apareciendo al completo la banda para terminarla en su recta final.
Emocionante, más en los momentos en los que nos ocupan, donde ahora la música la vivimos en bajas revolucuiones, en la tranquilidad y ciertos aires de «aburrimiento» que ofrece un asiento, en no compartir y el asistir y escuchar como si de un cine se tratara. Poco importa todo cuando una parte final de una actuación guarda joyas musicales como «Pánico en Frankfurt», «Sonrisa certera» o el puto rock and roll de «Barcos en llamas» y su impresionante single «Nueva religión» de su aplaudido nuevo trabajo.
El plan se había completado, todo en orden, sin espacio para las sorpresas, la música tan controlada no da para más, una actuación en la nueva normalidad no tiene mucho más donde rascar, lo raro y plano del público frente al escenario, y lo particular, emocionante y sorprendente en lo musical, con uno de los mejores set list de la banda, por su variedad y capacidad de sorpresa, con temas que no suelen caer o estrenaban en vivo por primera vez.
Todo particular, desconcertante o «extraño» como indicaría Pablo, para la banda y el público, ese que en la recta final desató un poco su energía contenida en el resto del concierto. Y con esto y «Fueu y solombres» decíamos adiós tras una vuelta esperada que no la habitual, en un viaje «hacia lo desconocido» que ya conocemos, debemos entender y «soportar», sentados, en la tranquilidad impuesta, mirando y pensando en que todo volverá a su sitio y lugar tarde o temprano, casi haciendo bueno de que «todo tiempo pasado fue mejor».
Texto: Miguel Rivera
Fotos: Javi García
