Conciertos y cines sin tiempo para morir

Llegados a otoño, a dos meses escasos para Navidad, cuando todo parecía podría ir mejor, las noticias y nuestro entorno nos recuerdan a los meses de primavera, sin un encierro absoluto y quizás con algo menos de gravedad entre pacientes, pero con previsión no solo incierta, más bien negra para los meses que vienen.

A la espera de tratamiento o vacuna, que habrá que ver cuándo y cómo de efectiva es, parece que todo apunta a que tendremos meses largos de cierres perimetrales, de restricciones, quién sabe si toques de queda y unas Navidades, que como todo en este año, resultarán muy diferentes a lo que conocemos como fiestas.

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Pueblos, reuniones familiares, distanciamiento convertido en acercamiento, celebraciones y brindis, parecen ya El Día de la Bestia, no es para menos, las Navidades son sinónimo de todo lo que el virus nos ha quitado por el momento.

Dicho esto, toca incidir y preguntarse en todo eso que la nueva anormalidad ha recortado o, directamente, eliminado. El virus ha conllevado que el ocio y la hostelería se vean abocados a un agujero negro del que salen y entran sin término medio.
Es una realidad, la hemos visto con anuncios de promotoras y grupos, que la música en vivo, tras el ‘terraceo’ planteado de eventos al aire libre y seguros en verano, está relegada hasta no se sabe cuándo, con pequeñas excepciones y un interés que decae, ante unas normativas cada vez más complicadas de atender, a pesar de que los rebrotes y contagios no se han dado en las circunstancias que se han realizado.
Siguen apareciendo discos de estudio sin casi previsiones de presentaciones en directo, como si fuéramos a olvidarlos de ellos con el tiempo, y de los cuales pocos se acuerden para cuando se retomen los conciertos.

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Las previsiones eran más halagüeñas meses atrás pero ahora, y atendiendo a estudiosos de la materia y científicos la cosa no pinta muy bien. El cine, con algunos cierres de cadenas norteamericanas de por medio, se ha visto afectado por el desierto en el que encontramos muy pocos estrenos y ningún blockbuster.

Mario Casas y su “No matarás” conseguía este fin de semana colocarse como el gran estreno, no es para menos, no hay competidor alguno, en un desierto cinematográfico que ahoga. Los cines están en la UCI, viendo cómo las distribuidoras, tras Tenet, han seguido retrasando poco a poco sus grandes cintas, yéndonos a primavera o verano e 2021 si la cosa no se tuerce (más aún).

no time to die

En el apartado musical el mismo camino, retrasos y giras anunciados para este año han pasado a primavera y otras se han ido moviendo a finales del 2021, por lo que pueda pasar. Más de un año sin música y retrasos de grandes giras internacionales, hacen que el panorama sea muy oscuro, con los festivales marcados pero ya no tan seguros de celebrarse o no como los entendíamos.

Ya puestos en esta tesitura, si somos agoreros pero también algo realistas, podemos decir que quizás esos grandes estrenos audiovisuales, véanse Wonder Woman, Viuda Negra o No time to die, para cuando quieran llegar puede que no tengan los espacios que conocían como cines donde estrenar o, al menos, no tantos como cabía esperar, al estar estos faltos de la vitamina necesaria para poder mantenerse durante meses sin grandes estrenos. Aquí es donde entran en juego las plataformas digitales. El streaming claramente ha conseguido su año con suscripciones por doquier a plataformas como Netflix o Amazon Prime, claras triunfadoras de todos estos meses, como revulsivo para las cuarentenas y confinamientos. HBO o la llegada de Disney+ junto a las cada vez mejores producciones de Movistar+ como La Unidad o Antidisturbios, han hecho también que nuestros hábitos cambien.

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En una sociedad que se va a (mal) acostumbrando a llegar antes a casa, a salir menos y al tener todo el ocio en nuestro propio hogar (seguro) la cultura del cine quizás poco a poco también se pierda. Habrá que ver la de los directos musical, con cada vez más propuestas de live en streaming.

Sin duda, un concierto nunca podrá competir en digital con algo físico, no es igual ver una película o serie en casa que asistir a un concierto en el salón de tu casa. La propuesta para quien vive lejos de una gran ciudad podrá aportar la oportunidad de “asistir” a distancia a un pabellón con sus grandes estrellas amén del streaming, acelerado por la pandemia, pero nunca podrá sustituir la experiencia de asistir a un concierto físicamente.

A pesar de ello, son varios los artistas que ya juegan en esa liga, ofreciendo la oportunidad de comprar tickets para actuaciones en streaming. El último, el que hará Billie Eilish el 25 de octubre. La nada desdeñable cifra de 30 dólares por un concierto en streaming con caducidad 24 horas, plantea dudas, solo salvables por ser una megaestrella, quizás la que más junto a Taylor Swift este año. Ella, que pone música al tema principal «No time to die» de James Bond, casi una declaración de intenciones porque tiempo es lo que no sobra.

Una propuesta especial para quien puede (y quiere) pagarlo, pero donde cabe la pregunta y planteamiento de ofrecerse dentro de una plataforma con cuotas mensuales en los que accedas a contenidos con vigencias totales mientras te encuentres suscrito.
Fórmulas que, en cualquier caso, y como en el cine aunque no igual, pueden hacer que las formas de consumo sigan virando en favor de quedarse en casa para un ocio musical y audiovisual que deje de llevar público a salas de conciertos y cines, manteniéndonos en casa a golpe de suscripciones y clics.

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A día de hoy, donde lo que más echamos de menos es socializar como hacíamos antes en la normalidad de un concierto, la premisa es que parece que queda mucho más que unos pocos meses para devolvernos esa antigua y añorada realidad. El peligro de todo esto corre en acostumbrar a la gente con el paso de los meses o de los años (dios no lo quiera) para entender el ocio no ya de una forma diferente, sino completamente fría, asocial y a distancia.

Conciertos y cines ¿y ahora, qué? La Covid dirá, el tiempo lo planteará y nosotros daremos la respuesta, si se puede, cuando se pueda y ante lo que nos quede.

Miguel Rivera