DTA Records
La artista canadiense vuelve y de qué manera. Avril Lavigne revolucionó la escena musical a comienzos de los 2000 con «Let it go» que este mismo año cumplirá su veinte aniversario. Desde entonces, Lavigne se encumbró como una de las referencias del pop-punk con sus aires rebeldes, gusto por el skate, guitarras y actitud, cuando las divas pop triunfaban.
Su carrera llena de anécdotas y un pasaje duro que le llevó los últimos años a luchar con todas sus fuerzas contra la enfermedad de Lyme, culminando en un retorno discográfico en 2019 con «Head above water», disco emocional de redención y lucha.
Con todo eso a la espalda, y justo en el veinte aniversario de su debut, la artista vuelve con la lección bien aprendida y por sus fueros iniciales, esos que recuperan, ya más cerca de los 40 (tiene 37), la actitud rebelde de sus comienzos. Sí, Lavigne se alinea con Travis Barker (Blink 182) en lo musical (toca la batería) y en lo discográfico, al amparo del nuevo sello del músico, DTA Records.
El resultado, con invitados de lujo es un álbum que revive sus días de gloria, en lo que es todo un pulso sonoro de músculo femenino, adaptado a los tiempos, en un álbum de pop-punk como podrías imaginar.
«Love sux» es toda una declaración de intenciones, de quien ha vuelto con muchísima fuerza, aunando energías con artistas del estilo y devolviendo la estrella del género veinte años después, nostalgia que comparte nuevo público millennial, que podrá descubrirla en sus salsa.
«Love sux» es un tiro musical, no duda con lo que quería hacer, desde el punkarra inicio de «Cannonball» con tintes modernos, en un corte que es una locura electro dance, para movernos en esos estribillos acelerados que tan bien factura la canadiense.
Lavigne muestra su mejor versión y actitud rebelde, se cuelga la guitarra y vuelve a contagiarnos en lo musical con esas estrofas melódicas y partes centrales intensas y coreables. «Bois lie» nos devuelve a los mejores tiempos de Universidad junto a Machine Gun Kelly, otra estrella actual en esto del estilo.
«Bite me», pegadizo single de anticipo en el que ya demostraba con Barker por dónde podía ir el asunto, para hablar de una relación y ruptura con empoderamiento con un golpe en la cara en su estribillo, entra y no sale, y las guitarras toman su cuerpo.
Brutal en los aires 2000 que maneja en «Love it when you hate me» junto a blackbear, aportando un toque más rap, mientras que «Love sux» cuenta relaciones basura y vuelve a dar guitarrazos, con dejes Green Day que bien podría sonar en una comedia americana. «Kiss me like the world is ending» es el sexto tema y no baja el pistón, misma fuerza mismo lugar, el de la actitud rockera de Avril, todo un himno poderoso para poner en valor el amor y un beso como si el mundo se fuera a acabar.
Y es con «Avalanche» cuando relaja el ritmo, un tema sobre estar bien pero no sentirse bien por dentro, que gana en intensidad y es de lo mejor del álbum. «F.U.» sigue demostrando el músculo de un álbum poderoso, junto al punk rock de «All i wanted» que cuenta con Mark Hoppus de Blink 182 como colaboración, dejando ver la esencia de dos ídolos del estilo, épica coral para rematar y que contrasta con el piano y romanticismo de «Dare to love me» la única balada del disco, donde también se maneja como pez en el agua.
Avril Lavigne nos escupe en la cara en el mejor sentido de la expresión con un disco que es un puñetazo en la mesa, nos devuelve la mejor y más sorprendente versión de la canadiense, una sorpresa de quien veinte años después suena mejor que nunca.