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Podría haber escrito con anterioridad del documental de Héroes del Silencio, antes de verano concretamente, cuando los medios, la inmediatez de la búsqueda del clic en redes y la actualidad buscan esa relevancia endémica de los tiempos que corren.
No lo hice, y el verano, con sus días calurosos en Madrid y el cobijo del aire acondicionado me llevan a sentarme hoy a revisar un más que merecido y atractivo documental sobre la leyenda musical nacional nacida en Zaragoza a comienzos de los 80.
No todos los documentales brillan, por ciertas circunstancias, pero en esta ocasión, el mayor legado de «Héroes: Silencio y rock and roll» es que el silencio queda en un segundo plano, dando voz a todos sus componentes, ofreciendo un excelso repaso del nacimiento, ascenso, estrellato y disolución con comentarios de la gente importante que rodeó a la formación, banda de la que hable como encargo en una bio para Rock FM
Es indudable que la gran aportación es que cuenta con declaraciones, sin tapujos y de forma clara de sus componentes, amén de tener a Bunbury y Juan Valdivia repasando los mejores y peores momentos de los zaragozanos.
Es un documento esclarecedor lo que se cuenta en hora y media, desde esos inicios de unos chavales que se hacían su merecido hueco en la escena musical y directo de su ciudad, afrontando las complicaciones de ser un grupo de provincia pero con las ideas muy claras.
La irrupción de productores, cazatalentos y las radios y televisiones, harían que con su primera maqueta, que debía superar las 5000 copias llegara mucho más lejos de lo que podría pensar cualquiera en su entorno.
Es aquí donde la banda comenzaría a hacer el ruido necesario hasta la llegada de un primer disco «El mar no cesa» (1988) con el que irrumpirían a nivel nacional. Enrique Búnbury , Juan Valdivia, Joaquín Cardiel y Pedro Andreu afrontaban un sendero que poco tendría de traición y mucho de ilusión, la de unos jóvenes con mucho talento, ideas y un sonido que, en plena movida madrileña, se apoyaba en el rock, reminiscencias inglesas y oscuridad, amén de una voz y forma de componer inconfundibles.
Un equipo que como dice Bunbury, funcionaba porque a lo largo de sus años siempre fue el mismo, con un road manager que en su caso servía de «padre» de familia para controlar excesos, egos o cualquier atisbo «revolucionario».
A lo largo del mismo, sus declaraciones esclarecedoras van dejando imágenes inéditas, nunca antes vistas, para ir recorriendo su consagración, confirmación, éxito y separación.
Son las entrevistas individuales cosa fina, dejando ver hacia dónde iba el grupo y su conocido final. De por medio, el éxito europeo, el de una banda alocada que se la jugó cuando ni su discográfica (EMI) entendía lo de «salir fuera de España». Ellos lo hicieron, tocando en garitos de mala muerte y otros mejores, pero haciendo nombre y catapultando su nombre tras un directo en Alemania que serviría de cuna internacional para los de Zaragoza.
A medida que avanza, vemos cómo lo que al comienzo era una conexión brutal, en la que funcionaban como una piña, se iría resquebrajando poco a poco, con la muerte de su road manager mediante, y las complicaciones de su manager «Pitu» de por medio también.
Ya con «Avalancha» se vio que nada funcionaba dentro del seno del grupo, con las drogas de los tiempos de «Sirena varada» marcando el devenir de aquel momento , Bunbury confirmando que ellas ayudaron a que el single surgiera, para encontrar a un Juan reconociendo que a la larga no ayudaron y acaban haciendo más daño.
Aunque su éxito se muestra tan rápido y efímero, llama la atención cómo su hueco nunca fue ocupado, llegando a lo más alto y despidiendo, tras un accidentado concierto de 20 minutos en Los Ángeles, su carrera en directo sin casi esperarlo.
La historia queda ya en nuestro recuerdo para en 1996 decir adiós a la gran banda, dejando un silencio marcado que venían sufriendo en furgoneta desde mucho tiempo atrás, horas y horas sin hablarse para poner punto y final en suelo americano, sin un adiós, sin una nota para hacerlo de golpe y casi de manera individual con la que firmar su silencio musical con cuatro discos de estudio tras forjar su leyenda.
Las imágenes que encontramos, su racionalidad a la hora de contar el ascenso y deriva, y las imágenes de su vuelta con diez conciertos con 80000 personas en su última actuación en Valencia para despedir su gira de reunión puntual, ponen el colofón a una historia inmensa que seguramente hubiera sido mucho mayor de haber continuado.
Hay dos «historias» en las que concuerdan en su final con la voz en off del directo de Valencia, hábitat donde de veras se entendían. Escuchamos a Bunbury sabiendo que «en realidad la vida del grupo fue muy corta, y podría haber llegado muchísimo más lejos y haber hecho muchas más cosas» y por otro a Valdivia diciendo «ojalá hubiéramos tenido 15 discos, entonces sí que hubiéramos sido historia de verdad». Sin duda.