A sus 28 años, la cantautora estadounidense Maggie Rogers asienta lo que ya hizo en su sólido debut hace tres años para abrirse en lo personal y mostrar su faceta más descarnada en «Surrender».
Maggie es un portento compositivo y vocal, estilosa en todas sus facetas, profundidad, emocionalidad y refinada voz para adornar unas canciones que te inundan por dentro, energía cuando lo requiere o romanticismo compositivo cuando se necesita para forjar un álbum enorme.
Es un disco variado y personal, que brilla de inicio a final, donde el amor es un elemento esencial para dar forma a las canciones. «Overdrive» abre con una intensidad sensual que nos embriaga, con sinte y un ritmo sumamente lento que nos va abrazando y explota en su estribillo de cierta épica emocional.
«That’s where i Am» eleva aun más la fuerza vocal de Maggie, copando más protagonismo si cabe en sus primeros segundos, que vuelve a jugar con los sintes saltando de pronto al estilo pop con aires industriales de «Want want» que juega a un estribillo «chicle» muy pegadizo. «Beginning for rain» es esa balada que necesitabas, de aires folk, guitarra acústica y fondo embriagador que bien podría regalarnos Florence Welch, una auténtica delicia sonora que romperá o sanará corazones a partes iguales.
«Horses» también dibuja ese tono de voz y guitarra acústica en el que Maggie es todo un portento musical, saltando al brío y esencia más rockera de «Anywhere with you» brillando también en el pop moderno de «Be cool» a la fuerza y ritmo contagioso que nos regala en «Shatter», uno de los temas más notables y cuyo estribillo te costará eliminar de la cabeza. Una felina cuando quiere, una gatita cuando decide serlo.
«Surrender» es la demostración palpable de tener frente a nosotros una de las mejores compositoras que nos ha regalado la música en los últimos años. Un segundo álbum desgarrador, vivo, enérgico y emocional a la par que vitalista para dejarnos atrapados en bucle en ese sentimiento musical que desprende su voz. Gracias por regalos así.