El director Luca Guadagnino sorprendió a crítica y público con su película Call me by your name, el despertar del amor en un bonito pueblo italiano entre el hijo de un profesor y el ayudante de éste.
Su tratamiento, lento pero embriagador y bello consiguió el aplauso de crítica y público. Ahora, Guadagnino que nunca ha hablado bien de las series televisivas, a las que dice “nos les gusta el relato visual” se atreve con su primera incursión.
Su primer serial es We are who we are de HBO, y en la misma aprovecha ese gusto por el desarrollo visual, importantísimo para el director, donde encontramos todos los detalles que le conocemos y le hacen diferente. Vuelve al tratamiento del despertar sexual, de las relaciones, del amor, de la incomprensión y de otros elementos en una serie que plantea un recorrido por la vida de un grupo de adolescentes en una base militar estadounidense en Italia.
Su aportación sensible, su danza visual y su desarrollo lento puede que no sean aptos para todo el público tratándose de una serie, pero hay que reconocerle que en su propuesta, hay notas brillantes.
Guadagnino nos ofrece un relato que ahonda en sus personajes, con especial mirada a su dúo protagonistas, que afrontamos como un reto en un primer capítulo lento y de presentaciones extrañas. Es por ello que no es una serie apta para todo el público, no todo el mundo arriesga con un inicio tan denso, en el que descubrimos la base militar donde va a desarrollarse la trama y seguimos a Fraser (Jack Dylan Graze) un joven impulsivo y volátil, de cambios de actitud y humor que pueden rayar al espectador.
Pronto vamos conociendo al resto del elenco, desde sus dos madres, una de ellas coronel de la base, pasando por Caitlin (Jordan Kristine Seamón) que acaba convirtiéndose en la mejor amiga de Fraser, una especie de novia sin serlo pero donde lo importante lo encontramos en el desarrollo de la amistad entre ambos.
Gracias a ellos y su particular forma de entenderse y relacionarse, lo que plantea su director es una mirada de la adolescencia en una base militar, de descubrimiento personal, de actitudes que cambian, de despertar sexual, de la mirada adolescente, de no saber muy bien quiénes son y cómo van descubriéndose, algo parecido a lo que vimos en su película. Sus vidas cambian al haberse encontrado, mientras descubrimos cómo se relacionan con sus familias, amigos junto a la búsqueda de identidad en el mundo.
Es ahí donde Guadagnino convence, siempre que sepas degustar un ritmo muy lento y pausado, y descubrir una sensible mirada de la vida de dos adolescentes a ritmo de Blood Orange.