Ante las vicisitudes, actitud. Sexy Zebras hacen bueno eso de «a la tercera va la vencida» en «Calle Liberación» y no sin dificultades.
La formación madrileña tuvo que afrontar la salida de su batería Samu, que reemplazaron con Jesús, hermano de José (guitarra). Cuando trabajaban en su nuevo material llegó la pandemia, parándolo un poco todo, y durante 2021 fuimos por fin conociendo qué se estaba cociendo.
Como me indicaban en una entrevista con ellos hace unos días, la banda ha tirado por esa «Calle Liberación» soltando lastre, cambiando la actitud y liberándose para obtener como resultado su mejor disco de lejos hasta la fecha.
Lo hacen conscientes de un viaje espiritual y musical en el que nos han ido regalando singles que apuntaban muchas maneras, para ahora, con el conjunto al completo, ver un trabajo en sí que recupera la esencia y sentido del concepto de DISCO como un todo.
Aquí cada tema tiene su historia, pero en global funciona como una máquina engrasada que deja ver la cara oculta de un grupo visceral conduciendo en el sentido correcto, con sus mejores canciones y un directo que apunta maneras gracias a un repertorio que tiene músculo, sentimiento, intención y emoción a partes iguales.
Reflexivos y sacando sus monstruos interiores forjan una liberación que se apoya en el amor y en vivencias para hacerse muy grandes. Los de Hortaleza buscan lo espontáneo y simple para facturar su disco más complejo, completo y abierto a su vez. Un ejercicio de humildad que muestra su mejor versión.
Todo funciona en «Calle Liberación», un sentimiento musical que nos impregna en un rock emocionante y directo cuando quieren. Abren con un tema rockero e incendiario, in crescendo y con estribillo tan explosivo como atractivo con «Jaleo». Destacan de forma impetuosa con una canción de amor rock como «Nena» y una parte central tan digna como clarificadora «deja que pase lo que tenga que pasar, nena, deja que pase porque va a pasar igual». Un deje algo reggae y melódica en «Sin banderas», para mostrar su vena más romántica en una balada cuya construcción es tan sencilla como endiabladamente bella «Marte», en la que Gabi juega con las palabras «me voy de Madrid par-a- Marte» en lo que es un ejemplo de sincericidio magistral psicodélico de la banda.
El músculo rockero de tinte canalla lo muestran en «Tonterías» otro tema rockero juguetón que es de lo mejorcito, un cañonazo que corear en vivo, pasando por el rock con tinte far west de «Amanecer galáctico». «Una canción para resucitar» es otra balada dream fabulosa, capaces de profundizar sin caer en lo pasteloso para volver a pisar el acelerador en «O todos o ninguno» y la inmensa y sobrecargada «París», otra de las joyitas que es un regalo emocional e intenso cerrando con lo experimental de «Águila negra», un final impresionante de casi siete minutos que es un pasaje intimista y evocador, árida y clásica, no podrían haberlo hecho mejor.
Los de Hortaleza han recorrido un largo camino de dos años, y cuatro de silencio para mostrar su mejor cara, la más oculta para desnudarse ante nosotros en una «Calle Liberación» que es un acto liberador para sus músicos, y una gran «condena» para nosotros, quedando atrapados por mucho tiempo en la mejor calle posible.