Pau Roca
Aguilar
Un día en la vida de uno puede dar para mucho o poco, para cosas nuevas o lo mismo de siempre, pero lo que está claro es que un día en la vida te puede cambiar todo también. Eso es algo que le sucede en Un día en la vida de Pablo, y más concretamente un día de marzo, protagonista de la primera novela de Pau Roca, conocido músico de La habitación Roja que, como su compañero en la formación, Jorge Martí y su “Canción de amor definitiva”, afronta su primer (y notable) contacto literario.
Según la lees, la obra de Pau nos lleva a preguntas internas y ciertamente incómodas sobre la parte que elegimos de nuestro día, los aspectos que pueden o no gustarnos de las mismas, valores, deseos y decisiones que a veces tomamos y que otras vienen con el compás e inercia del día a día, en el que todos acabamos por momentos (o de por vida) sumidos.
Cuestiones nada baladíes en un día en el un compañero periodista nos hablaba sobre su particular “burnout” laboral, esa quemazón que nos invade en algunos momento de la vida. Ese cuestionamiento, el de una crisis de los 40 (concretamente de los 44) de su protagonista, viene a razón de lo que supone un camino habitual, ese que la sociedad estipula como éxito y metas: un buen trabajo, aquí Pablo es un banquero, la posesión de una casa, y una familia, en los nombres de su mujer Ariadna y su hija adolescente “P”, con la que la relación no es nada buena, convertida en su mayor preocupación y, por ende, en la explosión y fatales circunstancias de un día de mierda.
Ese coctail de circunstancias vitales nos llevan a descubrir la vida que podría ser de muchos otros hombres, un tío de más de 40 con familia, con vivienda en un barrio de extrarradio acomodado como es Sanchinarro, en Madrid. Detrás de todo ello se esconde el mal de muchos, ese devenir silencioso y progresivo del que muchas veces uno se da cuenta en una relación, esa que va perdiendo calidad y cercanía con los años, por eso también de lo que mencionaba antes, la inercia del día a día hasta con quien tienes a tu lado, hasta que un día te explota todo.
Hay un punto de inquietud y remordimiento, una infidelidad con una chica más joven llamada Sandra que guiará momentos importantes de las páginas del libro, que sirve como mal interno, de miedos y situaciones peligrosas de quien quiere mantenerlo todo en secreto para no hacer estallar un matrimonio que naufraga mantenido, hablándonos a su vez internamente de esa necesidad de volver a sentirse deseado, convirtiendo el deseo en aquella infidelidad de matrimonios convencionales.
Pero ante todo se remarca el amor paternofilial en ciernes, porque Pablo se preocupa por encima de todo por tener una buena relación con su hija, la cual parece querer alejarse de él desconociendo durante el relato qué se esconde tras su actitud, más allá del siempre tormentoso proceso de la adolescencia y relación paternal que conlleva.
Con todo ello y dejando de lado la música, porque esto es una novela de un músico pero sin música mediante, encontramos una obra profunda, que nos va llevando a un clímax alocado por horas, en ese día de furia que podría firmar Michael Douglas pero que su prota, Pablo, dibuja alrededor de una crisis personal de quien parece tenerlo todo y nada a su vez. Explosión de una vida que, aunque escueza, puede ser la de muchos.