AC/DC

AC/DC

31/05/2015

Estadio Vicente Calderón, Madrid

F: RockTotal

Hay pocas bandas en el mundo capaces de conseguir lo que siempre hace AC/DC. Nada menos que poder actuar en grandes estadios de países de todo el mundo con sold out en pocas horas y repitiendo cada ciertos años mismo lugar pero con más y más gente.

Su capacidad de enamorar a grandes y pequeños, de conjuntar tantas generaciones es digna de estudio, historia viva del rock and roll que perdurará ya no solo en la memoria de nuestros padres o en las nuestras, si no en la de nuestros sobrinos, hijos, primos o lo que toque.

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Serán digna banda de libros de historia, de cómo saber hacer llegar el rock a todas las partes del mundo y enganchar generaciones y oídos muy diferentes, capaces de unirse por una sola cosa, el espectáculo.

Porque eso mismo es la banda australiana, espectáculo de rock entendido como ahora pero a su vieja usanza. Potencia sonora y demostración de talento bajo una resistencia y forma impecables, de quien pasa de los 60 y se mantiene en el escenario con un derroche de fuerza a lo largo de dos horas y giras mastodónticas.

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AC/CD siempre es sinónimo de éxito por donde va, pero en España la comunión entre ellos y público es devastadora, tanto como lo que duran sus entradas online, sacando dos fechas y vendiendo todo el papel en el día para Madrid y lo mismo para Barcelona.

Es el Calderón ya su lugar de encuentro en la capital y una vez más, el espectáculo brillaba cinco años después de su última visita. Poco importa que tengan disco nuevo “Rock or bust” la esencia de los clásicos y el sentimiento por su música siguen siendo el motor que nos mueve a ir a verles siempre que vuelen, porque puede que sea la última.

Es histórico el sentir y pasión que despiertan. Hordas de seguidores de todas las edades aglutinándose desde tempranas horas de la tarde en aledaños y bares cercanos y no tanto, casi como si de un festival se tratara.

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Camisetas negras y gente con el pelo largo, otros ya sin el, chiquillos con sus padres y jóvenes entregados a la historia viva de la formación australiana. Lo que ves al entrar es mágico. Cuernos encendidos por todo el Calderón en pos de sus ídolos, la catedral de La Almudena y San Francisco el Grande de fondo para rendirse homenaje mutuo al son de los primeros acordes, los que se inician con su nuevo single, quizás no lo más acertado para comenzar, pero que en su explosión de color y artificios iniciales rinde a su gente ante ellos.

Cámaras, flashes, grabaciones y los pelos de punta de muchos para entrar a fondo con “Hell ain’t a bad place” y el destructivo “Back in black” que es puro testimonio vivo de una leyenda, esa que se mueve al son de dos ciclones llamados Brian Johnson, en muy buen estado, y Angus Young, del que poco podemos decir ya. Sudor y lágrimas de un tío que se patea el escenario con sus saltos míticos de movimiento de piernas, mientras va de un lado a otro desgañitándose de fuerza como un chaval.

Sin pararse a comentar “la jugada”, cerrando cada tema con salto de Angus y guitarrazo, los silencios que dan paso a cortes como “Play ball” o “Dirty deeds” para llegar a los momentos mágicos con sus clásicos “Thunderstruck” impresionante el estadio, todos a una, “High voltaje” y “Rock and roll train” donde demuestran ser únicos, secundados al fondo por los nuevos miembros tras las salidas obligadas de Malcom y su batería para dar protagonismo a su cantante y guitarra en todo momento.

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Los artificios, los fuegos, la parafernalia está contada, imágenes por ordenador, una campaña para “Hells bells” o muñeca de fondo en “Whole lotta Rosie” porque ellos son de la vieja escuela, destinando la acción para la música en primer plano y dejando sus fuegos al fondo, que los hay. “Let be there be rock” es puro derroche de músculo y carreras después de 60 años vivos, mientras que los hits vienen escalonados con “TNT” o su “Highway to hell” teniendo tiempo antes para un protagonismo impecable de Angus, con más de diez minutos de riffs y punteos en una plataforma central, en lo más alto del escenario y en una bajada que acaba en el suelo revolviéndose con los últimos acordes. Impresionante.

Entre medias, nada nuevo, no lo necesitan, fuegos finales y juegos de luces explosivos para dar mayor espectacularidad a un estadio entregado, para algunos decirles adiós definitivamente o no, para otros, por haber visto una leyenda del rock, y para todos, el seguramente mayor espectáculo del rock del mundo, donde la comunión público y banda es eterna. Siempre.

Miguel Rivera