FITO Y FITIPALDIS + LOS ZIGARROS
24/07/2015 La Granja de San Ildefonso, Segovia
Fotos: Carlos García
Aunque parezca mentira y con todos los conciertos realizados hasta el momento, por una cosa u otra ha sido imposible que pudiéramos asistir a ver al señor FITO en directo en su última gira.
El verano siempre posibilita que por fin puedas plantearte ir a conciertos al aire libre, que es lo que apetece, y a poco de tocar en Las Ventas de Madrid, decidimos que La Granja de San Ildefonso era un lugar idóneo para desplazarse a verlo.
Dicho y hecho, viernes 24 de julio, atasco habitual y coche y carretera para plantarnos en la Real Fábrica de cristales donde FITO Y FITIPALDIS acompañado nuevamente de LOS ZIGARROS iba a poner su elegancia sobre las tablas ante un público entusiasta, de todas las edades y géneros que abarrotaría el lugar.
Una noche mágica, como no podía ser menos dentro de dicho ciclo de La Granja servía para que la creciente banda, LOS ZIGARROS, ocuparan escena aun de día y ante un público que iría poco a poco entrando para ver la esencia clásica y aguerrida de los vascos.
Fito ha elegido muy bien llevándoselos de gira, porque en vivo son un ciclón, cuatro músicos que a base de rock de esencia setentera marcan a uno y le van llevando a su terreno de principio a fin. Se sirven de una pose enérgica sobre el escenario, tirando de clasicismo y mucha guitarra como marca «Antes de que los muertos» que arranca las primeras palmas quizás con poco volumen para que lo podíamos esperar.
Nos llevarían en volandas en cortes directos como «Desde que ya no eres mía» o «Voy hacia el mar» o en cortes más clasicistas si cabe en forma de medio tiempo «Como un puñal» que huele a M-Clan y similares y que se meten muy dentro. La mágica voz de Ovidi acompañado de actitud y pose chulesca que explotan en el rock de los setenta de «Voy a bailar encima de ti».
La banda no necesita hablar mucho, lo hacen en sus temas «Hablar, hablar» y la juguetona «Dispárame» que alargan para jugar con su público y hacerle partícipe para una explosión rockera que manejan como unos veteranos a base de músculo rockero y actitud ágil. La esencia es mágica y el poso que dejan también.
Tras esta corta e intensa descarga turno para FITO Y FITIPALDIS que se hacía de rogar saliendo unos minutos más tarde a escena. El escenario muy llamativo, pantallas verticales de fondo que iban a servir para proyecciones audiovisuales acompañando a cada tema, elegidas inteligente y minuciosamente de quien estudia y mucho lo que quiere ofrecer.
Una entrada en forma de corto animado tétrico y burtoniano, con un cementerio reflejando en sus lápidas las giras del señor Fito hasta llegar a la actual, con el muñeco muy de La Novia Cadáver en su parte final, ofreciendo los primeros acordes en pantalla y a oscuras para entrar en escena la banda y los chirriantes aplausos de un público que convertía en lugar en un tremendo hervidero.
«Viene y va» animaba las primeras voces, saltos, palmas y ante todo móviles frente a nosotros para recoger la imagen de la banda y las curiosas y divertidas imágenes representadas de fondo. Los acordes de «Por la boca vive el pez» daban cuenta de una gran noche con una temperatura envidiable (ya quisiéramos noches en Madrid así) o la siempre excelente «Me equivocaría otra vez» enganchaban con el respetable, entregado ante Fito.
El bajito de Bilbao está secundado por una banda excelente, con la mágica guitarra de Carlos Raya, quien disfruta con sus punteos y el saxo dando brillantez y elegancia abrumadora a muchos temas. El inicio de «Entre la espada y la pared» nos tocaba a fondo y el clasicismo de «Me acordé de ti» que como en otras nos recuerda a Mark Knopfler en el gusto por las guitarras elegantes.
Poco hablador, mejor dar protagonismo a la música y los acertados vídeos y montajes de fondo, para degustar temazos como «Corazón oxidado», «Nada de nada» o «Garabatos» ese corte que recuerda la etapa más «Platero» con la banda entregada y ante todo un Fito y Raya a tono, con tiempo para piano y brillantez por parte de Fito en todo momento e incluso grabación de público para gritar en alto un saludo para su siguiente concierto en Músicos por la Naturaleza.
La parte final animaba a todo el público y es que «Antes de que cuente diez» despierta al más parado, manejado con soltura por el saxo e invitando a cantar en «Soldadito marinero» con ese final tan emocionante en el que deja su espacio al respetable para cantar al unísono.
«Nos ocupamos del mar» o «La casa por el tejado» nos decían adiós en una noche estupenda, de esas para recordar por el hecho de vivir, en un bonito entorno, un concierto lleno de elegancia y buen rollo, el que despierta siempre este músico de indudable categoría y mayor personalidad.
Miguel Rivera