RAMMSTEIN

Rammstein nos queman vivos en Madrid 

Es fascinante esto de la música tanto como lo indescifrable muchas veces de ella. El caso de Rammstein es uno de esos de los que tomar buena nota y sorprenderse ante todo lo que engloba su nombre y trayectoria. Tras unas semanas complicadas para el seno de la formación, con las acusaciones de abusos sexuales contra su líder Till Lindemann nublando el horizonte, la formación ha optado por el silencio para continuar con una gira que sigue con unas cifras tan abrumadoras como su mastodóntica propuesta visual, acentuada por la expectación de quien se deja ver en tu país cada muchos años, haciendo valer más si cabe tu propuesta. 

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Muchas veces digo que no vale todo a la hora de poner precios a unas entradas que en gran parte están desorbitadas, pero una vez que asistes a un concierto de los teutones no queda más que aplaudir un espectáculo que es absolutamente bestial con nada equiparable en estos momentos. Rammstein lo tienen todo en directo, un espectáculo muy oscuro, giras llenas de secretismo, un escenario mastodóntico, una pirotecnia nunca vista y un poder de convocatoria que no deja de abrumar dada la dureza de su propuesta musical que además está cantada en alemán, algo nada comercial incluso en estos tiempos globales. 

No importa si te gusta o no su música, si eres de los que buscan un circo musical teatralizado o si de horripila el metal, ir a un concierto de las dimensiones de la gira actual de Rammstein es algo que, lo quieras o no, te marca y deja marcado visualmente por mucho tiempo. 

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SHOW INFERNAL 

Con un Cívitas Metropolitano hasta la bandera, con más de 50000 almas llenando el recinto antes de las 21 horas y una petición por la organización de llegar con tiempo, los accesos al mismo fueron un claro ejemplo de cómo hacer y gestionar un concierto de tales dimensiones con ritmo y profesionalidad, con prácticamente todo el mundo dentro a la hora marcada, nada que ver con lo ocurrido años atrás en Barcelona. 

En la semana de la noche más corta y las hogueras de San Juan marcando los álbumes de fotos en nuestro país, Rammstein quisieron colarse en las fotos más instagrameables para marcar a fuego su personal hoguera de San Rammstein en un Metropolitano que se preparaba para convertir Madrid en gran crematorio por una noche. 

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Llamaba la atención y no para bien que el dúo de pianistas francés Abélard abriera para sorpresa de muchos cuando con versiones a piano de Rammstein muchos ni las localizamos en una plataforma en un lateral entre el público desde la que, una vez encendidas las luces al caer la tarde, las conseguíamos ubicar. En una ciudad como Madrid comenzar tarde significan luego prisas y mirar mucho el reloj dada la localización de un recinto alejado y los tiempos de vuelta en Metro.  

Con silbidos y una espera larga que no se entiende como invitados porque el público estaba a otra cosa, minutos después de las 22:00 horas llegaba a escena el grandilocuente espectáculo de los germanos, ese que se hace muy difícil de describir porque, aunque se intente plasmar en un texto hay que vivirlo. Rammstein son capaces ahora mismo de hacer sombra a cualquiera de las grandes bandas del mundo, haciendo pequeño el ahora ínfimo espectáculo visual de unos Guns N’ Roses con un repertorio más mainstream pero siendo casi un concierto de sala ante a lo que se nos venía encima. 

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Hay que saber que una vez accedes a un concierto de Rammstein lo que te espera es calor, porque los golpes de fuego en una noche de verano se acrecientan más si cabe, todo en un espectáculo teatral manejado como una máquina perfecta esa que imponen las luces, la infraestructura con cuatro torres paralelas frente al escenario y un sonido que incluso se dejó disfrutar en un recinto tan complicado como el Metropolitano. 

El despliegue visual y pirotécnico marcan un concierto en el que sus fuegos no deben engañar a nadie, hay una producción, pero también un repertorio de quien cantando en alemán y con un metal industrial de lo más oscuro y tétrico, ha conseguido superar barreras estilísticas. 

La noche caía entre nosotros, quizás ese fuera el motivo principal para comenzar tarde por eso de que la banda necesita de esa oscuridad para elevar su presencia. 

LA HOGUERA DE SAN RAMMSTEIN 

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Ahora sí entrábamos de lleno en el crematorio germano con la banda saliendo del subsuelo con colores de un humo enrojecido que transformaban todo en una especie de infierno con un “Rammslied” levantando al estadio de sus asientos, con Till abriendo los brazos y abrazando de manera visual al respetable, y que con “Links 2 3 4” encendía aún más los ánimos, con gente ya descamisada, pegando gritos y botando como si no hubiera un mañana. 

Lo cuidado de un repertorio se muestra sólido incluso en temas menos conocidos como “Giftig” y “Bestrage mich”, para ir entrando en el derroche y potencia de su espectáculo musical y visual, porque con “Sehnsucht” el Cívitas era ya una olla a presión, y qué decir con “Mein herz brennt” con el público coreando su letra, y aquí no somos de idiomas y lo sabemos.  

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Foto: Miguel Rivera

Los primeros fuegos y el humo que salía de las cuatro torres seguro que hicieron que más de un vecino llamara asustado al 112 por si se trataba de un incendio, y el calor iba a más para entrar en un descenso a los infiernos teatrales con “Puppe” y un carrito de bebé gigante que pasaría de arder a lanzar confeti con las torres expulsando miles de tiras al público. 

DIRECTO MUSICAL APOTEÓSICO 

Ya habíamos enloquecido de alguna manera con algunos de sus temas y propuesta pirotécnica, amén de un escenario mastodóntico dejando pequeños incluso conciertos de gente como Muse y Metallica, porque Rammstein se ha convertido con los años en el mayor espectáculo musical a nivel mundial, más propio de una banda norteamericana gigante que de unos teutones. 

Un presupuesto mayúsculo para un recorrido que entraba en una particular escenografía, con un “Deutschland” de Richard Z. Kruspe con un llamativo abrigo blanco y un juego lumínico impresionante con sus cuatro miembros realizando una performance futurista más propia de Daft Punk, y que convirtieron el Cívitas en una sesión electrónica llena de épica. Inteligente cambios de ritmo en un repertorio que nos mostraba una de sus canciones más “comerciales” como “Radio” para disfrutar con otro de los grandes éxitos de los germanos, “Mein teil”, otra de las más aplaudidas.  

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Y claro, con la euforia desatada por las 50000 almas, el “Du hast” hacía explosionar todo, con todos coreando su estribillo y los fuegos sobrevolando el cielo de Madrid, asentando dos de los momentos más increíbles de su show, cuando con “Sonne” el escenario se convertía en una hoguera infernal, con fuegos en las torres frontales y el escenario, consiguiendo un juego visual imponente y mostrando que Rammstein están a otro nivel del resto. 

Llamaradas, potencia sonora y un salto de fuegos disparados desde la parte frontal a las torres y devueltas en sentido contrario haciendo que todo resultaba increíblemente obsceno, todo un abuso visual que nos dejaba atónitos.  

Y todo seguía con “Engel” para la que se desplazaron a la plataforma entre el público desde donde volver en tres botes salvavidas por encima del público para afrontar una recta final de infarto. “Du riechst so gut” con Till disparando fuego y un corte mítico como “Rammstein” con un arco colocado a su espalda como si de un pavo real se tratara para lanzar llamaradas desde su mochila y los guitarristas, alejados por seguridad, disparando fuego junto a las llamaradas de las torres volviendo a convertir en un crematorio muy vivo todo el recinto 

Ahora sí, entrábamos con “Ich will” uno de los mejores temas de su carrera bajo el “Adieu” final que marcaba dos horas de espectáculo abrumador.  

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Te gusten o no, Rammstein están a un nivel superior en directo de todo lo que puedes encontrar hoy en día. No hay banda más grande a nivel de producción, excesos, teatralidad y oscuridad que la de los germanos, convierten en espectáculo un repertorio que está muy bien estudiado y que aquí no queda relegado por los fuegos de artificio, todo se complementa para crear una hoguera infernal en la que deseamos quemarnos. Un espectáculo superlativo. 

Texto: Miguel Rivera

Fotografías: Javier García