POETA MUSICAL
Aunque nuestra sección más personal va en paralelo a la música, de vez en cuando damos espacio a músicos para descubrirlos en otra faceta artística que cultivan. Guille Galván es guitarrista y compositor de una de las grandes banda de nuestro país, Vetusta Morla, pero inquieto él, se deja caer en poemarios personales como «Desconocernos» (Lunwerg) segunda incursión literaria del artista madrileño.
Conocer a una mente inquieta como Guille desde otro punto, uno más cercano y personal, es lo que hemos querido hacer como nuestro nuevo invitado de Rostros. Él inaugura una nueva temporada de una sección que tratamos desde el cara a cara, reflejando el lado más personal y cercano del artista poniendo rostro fotográfico. Hace que tengamos que vernos siempre y charlar en persona, un margen limitado en este momento por la pandemia, pero que intentaremos seguir ofreciendo hasta donde podamos.
De momento, Guille hizo de «Desconocernos» un modo de conocernos mejor, o de conocerle. Un artista que habla directo, con una facilidad de palabra y contestación digna de mencionar, agradecer y degustar. Poder hablar de todo para descubrir una mente inquieta, gustosa de «desnudar», de dar a conocer también. Convertido en pequeño poeta en su nueva obra, cuando roza los 40 posiblemente en «cuarentena», reímos al comentarlo. Hace hincapié en las diferencias de un proceso creativo, el de escribir poemas y el de la música, donde el «combate» es más personal, convirtiendo el trabajo literario en algo más individual, no tan colectivo como la música.
No es de pensar a quién va dirigido el libro, gusta de imaginar que, siendo su segunda obra, habrá gente que se abra a su trabajo sin importar o tan siquiera escuchar a Vetusta. Habla de la importancia, tanto personal como para el lector, de ofrecer contenidos en un año complicado, donde todos «nos hemos agarrado a la cultura para hacer los meses de confinamiento más llevaderos». Razón no le falta, en unos tiempos de gran consumo audiovisual donde expone de la dificultad que tenemos de enfrentarnos al tiempo: «hay un abismo de dedicarle tres horas a una sola cosa».
Hablamos de la cultura como algo seguro que se ha tratado con indiferencia y cortando por lo sano, sin mirar más allá, todo en un mundo en el que nos hemos expuesto en demasía, una falta de anonimato que dice «nos hemos creado nosotros mismos, y viene mucho del móvil, donde hemos caído todos en esa trampa».
Hay mucha cabeza y sinceridad en las palabras de un artista que habla mucho y bien, de esas conversaciones cercanas que, al olor del café de una mañana de otoño, disfrutamos como pocos. Una hora de trabajo, conociéndonos con la excusa de «Desconocernos», para conocer mucho mejor a esa persona exquisita que se esconde tras la del gran músico y escritor. Te invitamos, con mimo, a descubrir a Guille Galván en otra faceta, igual de deliciosa que la musical.
¿Quién es y cómo es Guille Galván?
Pues esa es una buena pregunta con la que comenzar. Supongo que soy un hombre que va a cumplir 40 años dentro de poquito, que es conocido públicamente por escribir canciones y poemas y compartirlos con los demás, bien en formato musical encima del escenario o formato libro cuando publico un poemario.
“Desconocernos” es tu segundo libro. En lo musical ya llevas una inercia de muchos años, en lo literario, ¿cambia mucho la rutina y la forma de trabajo?
Creo que forma parte de lo mismo pero al tiempo tiene técnicas y maneras de llegar al final diferentes. La música siempre está ligada a un marco más controlado, a un tipo de rima, de cultura. Son habitaciones diferentes de una misma casa, llegas de manera distinta pero con muchas cosas compartidas. Toda canción creo que se completa con una escucha colectiva, las canciones están hechas para ser cantadas en grupo, como creador siempre hay un punto que piensa en lo colectivo como compositor.
Cuando escribo poemas, al menos para mí, entiendo la misma como una cosa que va dirigida de uno a uno, como un combate más directo e individual. El lector tiene un dominio mayor de los tiempos que en la música, porque una canción puede durar en torno a 4 minutos, que es el tiempo de escucha, en cambio el tiempo de lectura lo marca el propio lector de manera más directa que en la música, quizás esa sea la mayor diferencia a la hora de trabajar en ello. Y también la rima, claro, que en una canción siempre buscas eso, por el carácter cantado que tiene eso, y en poesía eso me interesa menos.
El hecho de venir de un grupo como Vetusta Morla, ¿da más oportunidades de llegar a un público concreto por ser conocido?
Es una pregunta que me hacía a mi mismo, especialmente cuando edité “Retrovisores”, mi primer libro. Como era la primera vez que publicaba sentía interés por ver el público que podía heredar de Vetusta Morla y el que viniera de nuevas. Me sorprendió gratamente que se acercara gente nueva a mi lectura sin ser fan de la banda, porque le llegaba lo que había escrito sin ser seguidor del grupo. Creo que en este segundo libro es una pregunta que me hago mucho menos, porque ya tengo un paso dado, y no vengo con la muletilla de ser «el de Vetusta Morla», aunque es algo que llevaremos los seis del grupo siempre, para bien y para mal, en otras facetas.
Sacar un libro en estos tiempos, ¿es quizás algo más seguro que hacerlo con un disco porque aporta más al estar en casa?
No lo sé, creo que en este año la cultura en todos sus formatos ha demostrado que es un palo al que todos nos hemos agarrado y que necesitamos en momentos complicados. Se ha hecho fundamental ver películas, series, leer libros o escuchar música todo el tiempo que hemos estado encerrados. Creo que todos de alguna forma u otra hemos tirado de la cultura para hacer más llevadero el confinamiento, pero por otro lado, para preguntarnos a nosotros mismos cosas. Intento siempre trabajar los formatos, tanto con Vetusta en la música como aquí, en un libro, de forma especial. Con el formato físico en transformación, ha hecho que se sitúe en un lugar más cuidado, de darle mayor cariño. Cuando compras algo físico, además del contenido, el soporte y el contexto, lo asocias a un momento y a un recuerdo concreto, es algo que valoras con los años. Con el libro hemos pensado eso desde el principio, trabajar un formato que fuera una recompensa para alguien que decide, más en un momento como este, invertir su dinero en algo que tiene que ver con cultura. Hay que cuidarlo mucho y en eso nos hemos entendido muy bien, tanto con Lunwerg como el trabajo de Rebeca Losada.
¿Qué te lleva a trabajar con Rebeca como ilustradora?
Pues la verdad es que a Rebeca la conocí con el libro. La llamé el año pasado, porque este libro lo tenia medio terminado en diciembre, antes de la pandemia, y quería que hiciera la portada. Lo que pasa que a medida que fui viendo bocetos, quedamos, nos conocimos, y quería ver cómo trabajaba, sus ideas, porque solo la conocía por sus carteles. El año pasado tocamos Vetusta en El Náutico en Galicia y los carteles eran obra suya. Al verlos me gustaron mucho, tenían algo muy personal, y es de esas cosas que te fijas en el trabajo de alguien, me encantaban. La escribí por internet diciendo que me gustaba mucho lo que hacía, le mandé el poemario y busqué que me mandara cosas libres que no fueran muy literales con el texto. Ella creó una narrativa visual que me hizo cambiar también algún orden y estructura. Es más, la portada iba a ser otra, porque ese dibujo iba a ser para la parte central pero lo vimos claro, incluso me daba palo porque el proceso ya estaba en marcha y se lo dije a ella, pero con tal suerte que Javier de Lunwerg, me llamó una semana después diciendo «qué nos parecía esa ilustración como portada», así que si lo habíamos pensado todos, por lo que esa debía ser la portada.
¿Hubo algún momento en el que pensaste esperar a otro momento para lanzar el libro?
La verdad es que no, la idea era haberlo sacado antes del verano. Aprovechamos estos meses para hacer algún retoque, pero nos pareció estimulante tener un proyecto entre manos y lanzarlo, sin pensar en el año que viene porque lo mismo lo haces y tienes que atrasarlo dos años más. Dentro de la incertidumbre, obrar con naturalidad es bueno. A nivel comercial no es el mejor año, pero a nivel artístico hay una necesidad brutal de pasar página, y de mostrar lo que estás haciendo. Es un año importante para darle valor y esperanza a lo que viene por delante, no pararnos y seguir.
¿Cómo has llevado estos meses en lo laboral y en lo personal?
Esto me ha servido para hacer un búnker de todo lo que sucedía, concentrándome en armar algo y en crearlo. Han sido momentos atemporales, el trabajar todo el diseño, la edición… me ha ayudado a llevarlo. Yo he sido uno de los privilegiados que no han enfermado ni han tenido a nadie cercano enfermo o que haya fallecido. Vivimos la cuarentena por tanto de forma diferente, aunque con esa incertidumbre clara que hace preocuparte por el proyecto, y por toda la gente de alrededor, la crew que vive de los directos. Nosotros en principio sólo teníamos una gira que no era muy grande, íbamos a parar y no ha afectado tanto, pero sí al equipo que va con nosotros, esa parte es complicada, y ahí han estado más mis pensamientos y de cuidados, de llamar a unos y otros.
Con Alerta Roja creo que se ha visibilizado todo, es un buen momento de concienciarnos de ver en qué punto estamos a nivel colectivo, tratando de salir con la casa más ordenada. Me siento orgulloso de las reivindicaciones de los técnicos de estas últimas semanas.
Estos meses he ido al teatro, al cine, a conciertos, ¿crees que la cultura es segura?
Los profesionales que hacen posible que existan eventos relacionados con la cultura están sujetos a la normativa y tomando todos los cuidados, con un comportamiento exquisito a la hora de llevar a cabo las peticiones de Sanidad. Cualquier evento que se celebre, salvo que exista una actitud fuera de la normativa por parte de los asistentes, cumple con la seguridad absoluta que se marca en estos tiempos. No creo que ir al teatro sea más inseguro que ir en el metro o volar en avión. Estamos viviendo situaciones completamente incongruentes, dependiendo de la fuerza de cada sector se puede estar pegada a otra persona o no. Creo que en el mundo de la cultura no ha habido ningún miramiento y han cortado por lo sano. La cultura es totalmente segura, no pedimos más que otros sectores, si hay que guardar distancias como en el teatro, el metro tendrá que tener más frecuencias, por ejemplo.
¿A quién va dirigido el libro?
Me gusta pensar que no tengo ni idea, porque si tienes muy claro para quién es parece que eres más un directivo de marketing, y ahora todos con redes parece que somos artistas, genios, managers, directores de publicidad, nuestros propios asesores, epidemiólogos… no sé a quién va dirigido pero sí que a quien le llegue, le sirva de compañía y le haga preguntarse cosas.
Eres del 80, así que cumples 40 años este año.
Sí, vamos a ser la quinta de 40 en cuarentena. Estamos condenados a recibir felicitaciones desde el móvil encerrados en este año, con una música horrenda, ya te contaré cómo es el mío.
¿Crees que te afectará la llamada crisis de los 40?
Bueno, yo llevo en crisis 40 años (risas), realmente no me espero nada que me asuste.
El nivel de fama, ¿te llegan a parar por la calle?
Pues yo tengo la suerte de ser el guitarrista de una banda muy conocida pero yo juego en una segunda línea. Vetusta Morla es cierto que es una banda mucho más conocida por sus canciones y directos que por sus miembros. En pocos videoclips se ven nuestros rostros, creo que hemos hecho una carrera basada en la música y no tanto en nuestra cara y eso, con el tiempo, es de bastante ayuda, porque a nivel del día a día tienes menos exposición. Ya no es tanto que te paren o no, que si vas a un sitio donde has tocado y sales luego evidentemente sí pasa. Pero donde estamos expuestos es en redes de forma diaria, y todo lo que haces-dices está siendo evaluado, parece que debes opinar todo el rato por tu persona, y esa parte es realmente agotadora. Esa falta de anonimato nos la hemos creado nosotros mismos, y viene mucho del móvil, donde hemos caído todos en esa trampa. Hay una arquitectura demasiado grande construida en torno a las redes sociales como para desaparecer sin más de pronto, que es algo que pienso todos los días “este es el último mes que escribo algo en Twitter y me piro”, te aseguro que no hay día que no lo piense.
Es cierto, yo a veces pienso “me iría a Indonesia un par de meses y desconecto de todo”.
Sí, pero irías y cuando estuvieras en Indonesia pondrías un story diciendo “he llegado” (risas).
¿Hay algún autor que te gustaría destacar o que tengas como referente?
Hay muchos, en España me gusta mucho Agustín Fernández Mayo, he coincidido en varios sitios y creo que es una de las personas que más preguntas me hacen formularme, una mente inquieta y con mucha capacidad de ver las cosas de forma muy amplia, es muy interesante y le tengo mucho aprecio. Como poeta también me gusta Alejandro Simón Partal y gente que escribe canciones. He escuchado hace poco el nuevo disco de Diego Vasallo, un músico que se prodiga poco pero cuando hace cosas me gusta mucho cómo escribe.
Para terminar, el streaming audiovisual ha ganado mucho espacio, ¿cómo incentivarías que alguien que no suele leer se acerque un libro, sin poner la excusa del “me falta tiempo”?
Mira, yo creo que no es una falta de tiempo, es la capacidad de asimilación del tiempo. Tiempo tenemos, lo que pasa es que nos agobia trabajar con el tiempo de manera larga, necesitamos tener opción de tener diversas cosas fragmentadas que ocupen mucho tiempo. Seríamos capaces de consumir cientos de cosas fragmentadas en muchas horas, pero como te digan que en esas 200 horas consumas una sola cosa y te leas un libro, entra el abismo ese de “no puedo prestar atención prolongada a una sola cosa durante tanto tiempo”.
Necesitamos agobiarnos con no tener tiempo y ver muchísimas cosas. Nunca ha habido como ahora tantísimos contenidos en plataformas, en la vida. Al final dices «no tengo tiempo porque tengo que hacer muchas cosas», pero quién te manda que hagas tantas cosas, no es necesario. Es curioso que cuando llega algo nos ponemos a pensar “cuánto tiempo voy a tardar en verlo, cuánto tiempo me va a ocupar” hasta una película se hace larga, y luego vas y te ves cinco capítulos de una serie. Tenemos un grave problema con enfrentarnos al tiempo, hay un abismo de dedicarle tres horas a una sola cosa, como que no podemos.
Entrevista: Miguel Rivera
Fotografía: Arturo de Lucas