«El club de los perseguidos infames» es la nueva y notable lección de rock del grupo Terral, que muestra una base clásica con unos temas contagiosos para quienes creen en la música por encima de todo. Hablamos con su cantante y guitarrista, Sergi Méndez, haciendo un repaso de la banda, de los riesgos y decisiones y de la música rock en la actualidad.
Volvéis con un nuevo trabajo “El club de los perseguidos infames”. No soy de preguntar por el título de un álbum, pero en esta ocasión me pica la curiosidad por saber qué “recoge”.
Un título comercial y sencillo jajaja.
El título es un humilde homenaje a la poeta y rapera cordobesa Gata Cattana. En uno de sus poemas, «Génesis», explicaba que ‘El Club de los perseguidos infames’ era ese refugio donde se podía encontrar toda esa gente que no entraba dentro de lo establecido y que no estaban bien vistos.
Un EP de seis canciones, ¿por qué no lanzarse con un disco al uso? Que la vida de los discos sea efímera ¿tiene algo que ver?
Nos hubiese encantado haber sacado un álbum doble de 10 canciones cada uno, pero creo que también hay que ser realistas, tanto por nuestras posibilidades, como saber con los tiempos que funciona todo este maravilloso mundo de la farándula. La música cada vez está más dentro de un sistema de consumo que lleva una velocidad bestial y que grupos independientes como Terral o cualquier otro tengamos muy difícil sacar un videoclip cada mes o cada día, casi.
Por eso con este disco hemos hecho una edición audiovisual y digital, cada canción tiene su propio videoclip, pero a la vez lo hemos editado en vinilo, porque el formato físico creemos que no se puede perder.
¿Cómo de difícil es asomar la cabeza haciendo rock?
Sabemos que hacer rock’n’roll no es lo que más puertas nos ha abierto, pero sabemos que es algo que siempre va a estar ahí. La gente cree en Dios, nosotros en Rosendo o Marc Bolan.
Es un trabajo de puro rock and roll, con reminiscencias muchas veces al sonido de Platero, ¿es una referencia?
Nos llevan comparando con Platero desde que empezamos, cosa que nos encanta porque es una de nuestras bandas referentes, a la escucha está, pero creo que este disco toma distancia y se va por referencias más guiris.
A la hora de plasmar las letras en un disco, ¿son vivencias personales al 100% o hay cosas ficcionadas?
La mayoría son cosas que me pasan en el día a día o vivencias de gente que tengo cerca. A la hora de escribir creo que lo importante es contar historias e intentar saberlas contar a quién te oiga.
Os vais a OVNI estudios, ¿qué tal se trabaja allí con Pablo Martínez?
Que te puedo contar, el resultado está en este EP. Nos haríamos otros 2.000km más si hiciera falta para hacer otro disco como este. Ha sido un acierto en toda regla dejar estas canciones y el sonido de este disco en manos de Pablo. Era lo que pedían estas canciones.
Una edición vinilo en tiempos digitales, ¿le seguís por tanto dando importancia a lo físico como músicos?
Nos gusta hacer discos para que no se manchen las mesas a la hora de comer jajaja.
No hombre, apreciamos mucho los formatos físicos, como te comentaba antes y es la primera vez que editamos un disco en vinilo y creo que la gente lo sigue apreciando.
¿En qué ha cambiado Terral desde su primer disco?
En muchas cosas. En su sonido, en los compañeros de la banda, en la manera de ver la música y de sentirla, pero sobre todo en lo que hemos aprendido en todos estos años.
Lo habéis estado presentando en varias ciudades, qué tal la acogida y cómo es eso de programar conciertos fuera de tu ciudad, ¿se hace con mucha cabeza por los riesgos?
Partiendo de que no tenemos mucha cabeza en general, sí intentamos hacer las fechas que veamos que pueden funcionar mejor, porque cualquier fallo supone más gastos y más a día de hoy que todo se ha encarecido mucho. Me intento asegurar que tanto la banda como la crew que viene con nosotros esté a gusto, dentro de las posibilidades que tiene un grupo como Terral.
A la hora de asomar la cabeza en festivales, ¿cómo de difícil es poder llamar a la puerta y que te abran?
Por supuesto. Un grupo de rock no es lo que más quieran tener dentro de un festival, aunque tengamos un show que haga que a todo aquel que le guste pasárselo bien, lo va hacer. A lo largo de los años hemos tocado en festivales que no son nuestro género específicamente como punks o metaleros y el recibimiento del público generalmente es muy bueno.
En una época en la que lo latino y urbano copan inmensamente las portadas, ¿crees que el rock sigue mostrando músculo?
Siempre creo que lo ha hecho. Las modas han ido pasando a lo largo de los años, pero el rock siempre ha estado ahí. Lo llevan matando desde los años 50 y las grandes bandas de rock siguen llenando estadios y salas, otra cosa que es que el foco general esté en otros menesteres.
Casi en el final de año, ¿qué balance hacés de 2023 y qué esperáis de 2024?
Ha sido un año con muchos cambios, pero creo que ha sido un año muy bueno para decir que Terral ha vuelto con más fuerza y que lo seguiremos haciendo el año que viene, porque seguiremos presentando este disco y alguna que otra sorpresa habrá.
Un gran momento y uno no tan bueno en la vida de Terral.
Un gran momento el primer concierto de esta gira en Bilbao, porque vino gente que hacía tiempo que no veíamos y fue una noche muy bonita. Y uno no tan bueno, cualquiera de la pandemia.
Cuando se mete uno «x» kilómetros para actuar en otra ciudad y te encuentras muy poca gente, que es algo que sucede, ¿qué es lo que pasa por la cabeza de uno?
Muchas cosas obviamente. Detrás de un concierto hay mucho trabajo, desde que se cierra hasta la producción, los carteles, los diseños, los ensayos, la carretera… Lo único que en ese momento puedes pensar es que por favor siga quedando cerveza.
¿Qué le dirías a alguien que os pregunta y no os conoce para animarle a escucharos?
Si queréis escuchar rock’n’roll hecho con el corazón y algo de cabeza, sube el volumen y sean bienvenidos y bienvenidas al Club de los perseguidos infames.
Una recomendación musical con la que despedir.
El disco de nuestros paisanos Biznaga, «Bremen no existe». Muchas gracias por las palabras, Miguel. ¡Un fuerte abrazo!