FLORENCE + THE MACHINE

Llegábamos a la cuarta jornada de la verbena musical que es Mad Cool, ahora sí, con signos de ola de calor que ya tenemos establecida en España, con lo que conlleva para los que se dejan ver por el césped de la esplanada «coolera» a horas tempranas.

Bajo un sola asfixiante, que quemaba, salían los ingleses Don Broco a electrizarnos a base de esa pegada melódica y contagiosa que poseen sus canciones, especialmente temas de su último disco «Amazing things». Rob Damiani lideraba una función con su permanente y aires ochenteros a lo Stranger Things, manejando el directo con una destreza y comunión con el público total.

florence the machine mad cool 2022
 © Javier Bragado

Funcionan en su mix endiablado entre contundencia instrumental y melodías con gancho, véase «Pretty», «Come out to LA» o «Endorphins», todo junto a esa mezcla vocal entre Dan y su batería, para un directo en el que tuvo cabida, justo en el momento indicado, un tema como «Uber», caliente, caliente el asunto, donde hablan del racismo en USA en las charlas de sus conductores, y que aquí podríamos trasladar al descaro absoluto en cuanto a explotación de un servicio caníbal en el festival.

don broco actuación mad cool 2022

Con ese rock nos movíamos a un escenario dos con la elegancia por bandera, donde Leon Bridges nos inundaba con su estilazo musical y vocal. Se arremolinaban los más atrevidos bajo el calor del atardecer para brillar con «Steam» o «Shy» temas que envolvían de sensualidad la tarde veraniega, con un público de diversas generaciones al frente.

Con The Struts llegaba una descarga de adrenalina en una de las carpas, invernadero total y absoluto, una ducha de sudor en la que aguanté dos canciones para mi pesar, moviéndome directamente hacia la veteranía de Pixies, que demostraron solvencia sin estridencias, la corrección musical para una de las bandas de rock alternativo más añejas y correctas de la escena.

En la noche más «Cool» turno para Kings of Leon, que volvían años después de haber encabezado una de las jornadas de Mad Cool para, ahora, pasar a un segundo escenario que vivía de sus hits, que no de su presencia en directo. Son los de Nashville una banda de grandes discos, desde su «Because of the times» al más reciente, emocional y maduro (pandemia mediante) «When you see yourself», creadores de hits instántanos y no perecederos, pero que en directo funcionan con un piloto automático tal que acabas perdiéndote sin atención entre sus melodías como quien pone un disco.

«The bandit», «Manhattan», «Use somebody», «Closer»… un suma y sigue de singles que arrastran los coros de un público que sabe estar ante ese legado musical, pero que asiste inmune a un escenario en el que los hermanos Followill actúan sin dirigirse al público, un «modo avión» donde lo estático se apoya en un set list que terminaba con «Sex on fire», un final «a lo grande», misma posición, mismo resultado que de principio, falto de alma absoluta aunque todo bien ejecutado.

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 © Javier Bragado

Afortunadamente, Florence & The Machine se colaba como cabeza de cartel real ubicada en el primer escenario y, tras tres días de músculo masculino, hacer que la indiscutible artista diera un puñetazo encima del escenario con una lección musical de energía en un ritual nocturno sin parangón, en un momento en el que hubo que elegir y dejar de lado a los Editors.

Antes de llegar la pandemia, Florence Welch nos volvió a conquistar en un WiZink Center para ahora, ofrecer su espíritu libre a un Mad Cool dispuesto a entrar en su premisa musical.

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 © Javier Bragado

Descalza y con una túnica roja, hiperactiva y sensual, con su vaporoso vestido haciendo las veces de compañero de baile en sintonía, nos llevaba a una danza en la que pedía guardar los teléfonos móviles para entrar en su espectáculo. «Big god» y «Dream girl evil» endulzaban la noche, y con «Free» todos nos uníamos en comunión ante la locura musical de una artista que lo inunda todo, que hace hasta difícil la instantánea porque como si estuviera poseída nunca queda quieta en el sitio, dejándose querer también en el foso ante los abrazos y caricias de su público.

«Spectrum» nos erosionaba en profundidad, para con «Never let me go» recuperar un tema que habla de la etapa difícil en la luchó contra el alcohol. El baile estaba muy presente en un directo que es una montaña rusa deliciosa, un ritual en el que entramos en trance absoluto, anonadados ante el juego visual de sus bailes con «Hunger», bajando el ritmo con «Shake it out» y embriagándonos nuevamente en «Rabbit heart» en lo que era una fiesta personal de carreras de un lado a otro, durante dos horas en las que no dejó una nota fuera de tono.

Florence & The Machine es Florence Welch, una figura con un encanto, talento y grandiosidad capaz de hacer que su ritual nos lleve a otro mundo, uno mucho mejor, aunque sea «únicamente» durante 120 minutos. Que la paz y la armonía sea con vosotros.

Miguel Rivera