IMAGINE DRAGONS
07/04/2018
WiZink Center, Madrid
Promotora: Live Nation
En muchas ocasiones decimos que las bandas de rock de estadio de décadas atrás no tienen asegurado su relevo. A día de hoy contamos pocas grandes formaciones, quizás Muse dentro del rock épico y Coldplay en derroteros más pop.
Pero hay excepciones e IMAGINE DRAGONS es una de esas bandas, que, al igual que sus compañeros The Killers, en pocos años han conseguido triunfar entre las masas. Es cierto que la épica y el tinte comercial o bailable de los Dragones ayuda, pero no es menos cierto que con solo 3 discos y menos de ocho años se han labrado un nombre en letras mayúsculas.
Dos conciertos, Barcelona y Madrid, y dos sold out en pabellones. El WiZink Center vivía la noche del sábado una de esas grandes citas donde la grandiosidad de estadio les va que ni pintado a los de Las Vegas.
Una banda hecha de fans, porque poco importa lo que podamos decir en nuestra opinión en un report, la gente va y sale contenta cuando estos señores salen a escena y después se van. No es para menos, hay espectacularidad, grandilocuencia y producción de infarto, ritmos bailables, electrónica, tintes rock y melodías contagiosas, todo con un Dan Reynolds al frente que, musculado y definido, juega con ventaja.
Así, con esas armas, la banda triunfaba en una noche en la que a lo largo de casi dos horas se marcaban un espectáculo visual, que sin ser tan abrumador como el de otras bandas, convencía a base de luces espectaculares y de comenzar con mucha cabeza, es decir, de forma espectacular.
Lo suyo es el toque futurista, pantallas de fondo donde reproducir todo el ingente contenido visual que acompaña a la banda. Pasarela para las danzas y ruegos de Dan al frente, tambores transparentes y, ante todo, confetis, humos y una épica sonora atronadora.
Un show que hacía temblar los asientos desde una intro que de fondo les mantenía a los 4 de pie, en espera de arrancar a lo bestia. Temazo y confeti con «I Don’t know why» y los muchos millenials pegando los primeros botes.
Estética visual impoluta y mucho estilo bailable de su frontman. Acorde con los muchos que le siguen, parecía un desfile de moda. Zapatillas Vans, chupa vaquera de borrego y camiseta blanca de tirantes con pantalones arremangados, los gritos ya venían solos. Un escándalo la sonoridad gigante de «Believer» y acompañamiento en el «Happy birthday to you» para uno de sus miembros coreado por todo el pabellón.
Efectividad a la hora de contagiar a sus miles de seguidores en las palabras de Dan, una y otra vez haciendo hincapié en los clichés de los de fuera hacia España «mejor concierto, la pasión, la cultura, nos encanta España» y mucho chapurreo en castellano para alegrar al respetable.
Entre bromas donde se presentaba como «Danielito» y versos de José Martí junto al amor y paz mostraba su parte más emocional y sincera para con el problema de la depresión, que el mismo sufrió y que clamó no estigmatizar y tratarlo cuanto antes.
Bajo aplausos y emoción «Gold» y cover «Thre little birds» en un mar de aplausos y móviles con su linterna encendida. Espectáculo para recibir «Its time» y levantar de los asientos a los pocos que aún no habían puesto en pie con la inmensa «Whatever it takes».
Son estos temas con más gancho y ritmo los que mejor funcionan sin duda. Lo mismo hacían con lo pegadizo de «I’ll make it up to you» donde debemos reconocer son capaces de crear estribillos que en vivo funcionan sobremanera.
Mucho tiempo antes Dan se había bajado al foso a cantar con el público, en esas imágenes de pabellón que resulta un baño de masas, para después, quitarse la camiseta de tirantes y mostrar su musculatura, un bicho el tipo. Suponemos que los focos daban calor porque en las gradas la temperatura no estaba para esas cosas de verano.
«Yesterday» y, por supuesto, «Mouth of the river» volvía loco al público, todo con un Dan que no paraba un momento quieto, motivado, tirándose al suelo como en plegarias y animando con la mirada y puño a todas y cada una de las partes del antiguo Palacio de Deportes. Entre todo, espectacularidad visual con globos y confetis, humos en los laterales de un gran y diáfano escenario para dar con la sorpresa.
Justo en el otro lado del recinto, otro mini escenario que contentaría a las gradas más lejanas. La banda pasaba andando por el lateral para llegar, rodeados de seguridad pero cercanos y saludando arriba y a los lados a la gente. Set acústico para bien o para mal: «Next to me», un atractivo «Bleeding out» y «I bet my life», que, por supuesto, sirvió de karaoke para dejar escuchar a todos el recinto bien alto.
Momento diferente sí, pero que en la épica y ritmo de lo anterior, queda algo por debajo de su concierto en general. Así, rumbo a la recta final, a lo grande, of course. La rompedora «Thunder» producción a tope, ritmazo «Walking the fire» hit hecho a medida para un recinto de gran capacidad con el que vibrar y grabar las emociones y un «Radioactive» con el que darlo todo y acabar en lo alto bajo los aplausos y 15000 personas de pie aplaudiendo a los americanos.
Así habíamos asistido a otra gran noche en el WiZink. Banda de estadio con muy buenos temas y un buen set que, en cualquier caso, tiene picos de altura y otros más medianos que bajan su cómputo global. A su fan acérrimo no le haremos cambiar de opinión, pero al que fuera con un punto de vista más crítico, no será, ni de lejos, lo mejor que haya visto. Buen espectáculo que no notable.
Texto: Miguel Rivera
Fotos: Javier Bragado