La cultura gira lenta en un mundo más plano

LA CULTURA EN UN AÑO MUNDIAL PLANO

Hoy he ido a comer y ver a mi padre, hecho que constata que la vida es plana en el momento actual, aunque no por mi padre, que de por sí lleva una vida plana, plana como se supone es la Tierra para los terraplanistas, teoría que en estos días, por la forma de vivir y entender la vida bien podría serlo, tierra plana para planes planos.

LA CULTURA EN UNA TIERRA PLANA (1)

En este año donde podríamos aplicar aquella canción “No te preocupes por mi” de Leiva en la que se escucha “todo cambia nada permanece” estamos más deseosos que nunca del cambio rápido, en un año más aburrido, complicado y diferente, en el que cuesta avanzar, no nos engañemos. Sí, somos afortunados, al menos quien escribe estas líneas. No he tenido a nadie cercano que haya pasado la enfermedad, sí que haya estado ingresado y recuperado rápido, por tanto, privilegiado. Dicho esto, me posiciono en un punto medio en el que ni el cenizo ayuda ni el positivista tóxico tampoco. Lo mejor es ver las cosas con cierta actitud positiva, que no visión demasiado optimista ante lo visto, porque de ser así luego la hostia que viene será inmensamente más grande.

No, no hemos vivido una guerra, aunque algunos han querido hacerla, “simplemente” hemos vivido varios meses confinados, ese confinamiento en el que he visto y escuchado de todo. He tenido amigos que lo veían todo de color de rosas, que mostraban lo mejor de sí y que ahora, como yo, podrían ser criogenizados y no les importaría despertar en 2022, por saltarnos plazos y asegurar un poco más el «tiro».

En este punto, en agosto, con un Madrid infernal de calor, de pocos coches, de poca gente, de persianas bajadas y de planes ambiguos, sin mucha vida en la calle, con cierto desasosiego, incertidumbre, mascarillas y alguna mirada perdida, hablo y veo a gente que, como un servidor, ve la vida de otro modo, más plana y lenta que nunca, eso es así. Las cosas han cambiado, algunas de ellas podrían quedarse, la higiene, el lavado frecuente de manos (alguno no se ha lavado tanto en su vida), los geles en comercios y en la hostelería y otras medidas sanitarias pertinentes y de futuro. Mascarillas y distancia social ya son otra cosa, esa  que esperamos eliminar con una vacuna o tratamiento efectivo de por medio.

martin garrix arenal

Un verano atípico, de pocos planes, de improvisar en el mundo de la incertidumbre, donde tus planes pueden verse obligados a cambiar por lo que dicten los gobiernos o regiones, así está la cosa, donde sigue habiendo mucho subnormal que se cree por encima del bien y del mal jodiendo al resto, algo que lamentablemente vemos continuamente en los informativos, como si no hubiéramos pasado ya unos meses de mierda.

En esa nueva normalidad la cultura va y viene, como los viajes de vacaciones, igual te vas que igual no vas, igual lo ves que no lo ves. Dentro de ese disfrute que no lo es tanto, la música en vivo ha cambiado este año, lo mismo que el término disfrutar, ahora tiene otro contexto diferente, menos exquisito porque quizás cualquier cosa nos vale. La música ha envejecido en su propuesta, apoyado en el “mejor esto que nada”. Puede ser. Música como cultura, metida en ciclos donde puedes ver un bolo, unos chistes, un monólogo, malabares o una obra teatral, todo en uno.

Sentados en mesas, pidiendo por aplicación, con mascarilla, sin movernos más que al baño, donde la socialización ha desaparecido más allá de si eres afortunado y cuentas con acompañante de turno, si lo/la tienes.

El futuro a medio plazo es incierto, dentro de ese “planismo” diario donde todo cambia. Ahora bandas y medios se quejan. En un desierto de incertidumbre y problemas económicos, veo medios musicales relativamente (o pretendidamente) grandes que ahora ven sus vacas flacas, pobres, esos que han tenido fácil conseguir sus publicidades, su dorada de píldora, sus colegueos y mamoneos. En el otro lado, lo bueno de todo esto es que también sirve para filtrar lo que te rodea en el medio musical. Con ello, sabes diferenciar entre “el bien y el mal”, el bienquedismo y la amistad superficial, el interesado y el desinteresado, el que te pide y no da, al que le das y le da igual, aunque pueda parecer lo contrario.

Es justo que en algunos casos unos pocos se vayan a tomar por culo, que a otros no les salga como quiere y, lamentablemente, que otros tantos lo tengan más complicado que antes, sean más grandes o pequeños, conocidos o desconocidos y que, como servidor, se lo intentan currar y hacerlo lo mejor posible intentando entablar “relaciones” tanto publicitarias como de cierta amistad “industrial” con la que todos ganamos, en lo personal y en la parte de negocio.

atardecer arenal

Ahora, esa superficialidad ha quedado al descubierto, entre el olor a comida y cervezas a pulso QR en mesa todo es más fácil de ver, en todos los sentidos, más apático y de currar lo verdaderamente necesario y útil en lo musical, para no quemarte del todo.

El covid19 ha conllevado cierta limpia en ese terreno, ante el lloro de algunos, de pataletas y quejas, cuando otros sectores también las ven pasar canutas (hostelería, bares de copas…). Todo es más plano ahora, sin duda, la música en directo es una de esas cosas que se han convertido en algo más aburrido, como salir de bares ya no es igual, intentando adaptarnos, donde los eventos y distracciones han pasado a mejor vida por el momento. De momento nada es igual, solo Netflix y HBO siguen con su rutina habitual, lanzando sus contenidos y entreteniendo al personal de la misma manera que meses atrás, que para eso es VOD, como cobijo con aire acondicionado a otros planes culturales que, lamentablemente, nada o poco tienen que ver por el momento y hasta nueva orden con lo que entendemos y, verdaderamente son.

Miguel Rivera