Es un hecho. La música en directo físicamente, como la entendíamos antaño y sin el plano actual, debe volver cuanto antes. Deberemos esperar no obstante, seguro que más de lo que muchos esperan. Si llegamos a verano en condiciones de macrofestivales, será todo un logro, más teniendo en cuenta que la población que esté vacunada por aquel entonces distará mucho de la que asiste a eventos musicales veraniegos.
Dicho esto, cuando nos acercamos al final del año más incierto, complicado y plano de nuestras vidas, las circunstancias nos han llevado a una montaña rusa de situaciones en la cultura y, más concretamente, en la música. A primeros de año, cuando nos quedamos encerrados en nuestras casas, la música no dejó de sonar gracias a la ventana de los directos de internet. Instagram se convirtió en el espacio musical para que los músicos continuaran en contacto con sus fans, ofreciendo pequeños showcases en solitario o juntos en diversas ventanas digitales para acercar sus canciones.
Pronto las tardes en redes sociales se convirtieron en una amalgama de avisos abrumadores de «lives» que llegaron a rozar lo agobiante. Con las salidas a la calle una hora, dicha fiebre se rebajó, y la situación llegaba a momentos críticos con la desescalada, con los músicos y crews recordando su difícil y delicada situación, en la que casi 10 meses después, siguen sumidos. El verano trajo el «terraceo» musical como salida para poder actuar, y con los festivales aplazados a 2021 en espera de tiempos mejores. La música en espacios abiertos por España, con distancias, mascarillas códigos QR, todo desde tu sitio y haciendo mayor la gran premisa «nada de socializar».
Un formato que algunos abrazaron y al que otros muchos no llegaron ni acercarse, por lo difícil de conseguir entradas en aforos ínfimos o, directamente, porque sintieron cero curiosidad por la oferta en cuestión. Poco a poco, se sumaron algunas actuaciones en salas con todas las medidas y no excesivo interés, en un barrido musical en directo que nos hace temblar.
Quizás, en caso de hablar de otro sector o actividad, podríamos hacerlo de tener que reinventarse o caer en el olvido, pero la música es música y ahí seguirá, siempre volverá. Con el año casi terminado, hemos asistido a una oferta virtual más trabajada, en la que con producciones más llamativas, algunos grandes artistas se han liado la manta a la cabeza para ofrecer los directos en streaming para todo el mundo, con variación en el precio de los tickets. Sí, el concierto virtual toma mayor nombre para vender entradas a módicos precios y verlo desde el salón de tu casa o desde el dispositivo que prefieras.
Anoche disfrutaba de la actuación de Sidecars en formato virtual en vivo desde Estudio Uno, una fórmula para echar a rodar lo que será su gira de teatros en 2021. Una toma de contacto como si de un ensayo bien producido en «live» se tratara. Hace unas semanas lo hacía con un concierto de Pvris a altas horas por la diferencia horaria con Los Ángeles, y semanas atrás, Dua Lipa mostraba al mundo (con gran respuesta) un formato de directo particular, especie de ensayo y parte de playback en su grabación.
Con todo esto, la oferta sigue creciendo, si bien el resultado, al menos para quien escribe estas líneas, es irregular. Bien si es muy puntual o como forma de añadido a los conciertos físicos de toda la vida. Esto no va de edades, puretas o cualquier otra cosa que se la parezca. Es una estrategia que nunca podrá asimilarse y parecerse a un concierto, aunque tengas cine en casa y el mejor dolby surround. El echo de sentarte, la tranquilidad de una casa y la oferta inmensa de otras opciones, restan grandilocuencia a la estrategia en el apartado musical. Una fórmula idónea para sumar a aquellos que vivan retirados de grandes ciudades o no puedan desplazarse a conciertos, tomando la opción de verlo en venta virtual como única y gran opción. Para el resto, siempre será otra cosa, que ya existían DVD’s y Blu Ray aunque no fuera en directo in situ.
Conciertos en los que pierdes cierta concentración, que acaban siendo planos y que, como todo en casa, distrae la atención (baño, cocina, llamadas, whats app, picoteo…) Es la música otra cosa muy distinta al streaming audiovisual al que estamos ya habituados. Netflix, Disney Plus, HBO o Movistar + son ya gigantes del entretenimiento que aquí sí, funcionan frente a la ausencia de plataformas de música en lo visual con las que pagar por meses y acceder a una oferta de contenidos en vivo llamativos. En esa diferencia radica el potencial de plataformas de cine y series que, en mi caso, seguirán atrayendo mucho mas porque, al fin y al cabo, las series y cine son contenidos hechos por y para ese consumo, enlatados y la música, los conciertos como tal, nunca podrán ser eso. Es por ello, que esperamos con ganas que de verdad lleguen tiempos mejores en los que volver a los escenarios, a vibrar y pulsar la música como siempre se ha entendido y se entenderá, y que no tengamos que asistir a su entierro más que para reclamaciones como las que hemos podido ver esta semana. Réquiem por un sueño.