A estas alturas, LEIVA poco tiene que demostrar pero, lejos de ser conformista, siempre va un paso más allá en su entrega y propuesta en directo. Se mueve como pez en el agua cuando se sube al escenario. Encumbrado como pocos gracias a un respetable que, justamente, hace eso, respetarle, ha sabido congregar un diverso público que le ha valido para llenar nada menos que tres WiZink Center en un 2019 “flipante”, como bien dejaba claro en su último concierto del año.
Ayer era un día de fiesta, no por ser el penúltimo del 2019, más bien porque era el último concierto del año para muchos, entre los que me encuentro, y qué mejor que despedir el mismo con un concierto “Nuclear” ese que el de Alameda de Osuna convirtió en un polvorín musical lleno de hits.
Más de 15000 personas en el frente, ese que miraba a su reloj poco antes de las 21:30 horas, con todo el antiguo Palacio expectante ante una cuenta atrás en una pantalla gigante de 20 minutos para que Leiva y su banda nos conquistara.
De primeras, entrando a matar sin hacerse el Perezoso, sabiendo convertirnos en “Animales” casi en su comienzo con ese rock que tiraba de nostalgia cruda, forjando su propia “Guerra mundial” ante los gritos del público, ese que convirtió cada canción en su propio eco, difícil de callar, solo en un “Vis a vis” que llegaría a mitad de su actuación, donde guitarra en mano y bajo una tenua luz blanca, cantaría para todos. Un silencio casi absoluto con el que ponernos el vello de punta.
Antes de ese momento especial, desnudo, asistiríamos a su rock, ya de estadio que sirve en bandeja con cortes de la talla de “Superpoderes” y su casi obsceno de lo grande que es “Breaking bad”. Los visuales se presentaban en vídeos e imágenes en su pantalla central, no quería disfrazar de fuegos artificiales su música, sincera, absoluta magia y química con la grada y foso. En ese alarmante tono “Nuclear” subíamos los grados, con la entrega y algarabía como secundarios, agradecido en muchos momentos de su espectáculo, mostrándose directo, pidiéndonos hacerlo “como si fuéramos a morir mañana”.
Entre aplausos eternos, se hacía más gigante si cabe. La belleza de factura impecable de uno de sus mejores temas “Godzilla” con protagonismo para su hermano Juancho, con una banda que suena engrasada hasta la última tuerca, ese que gira mejor ante su reconocida “La llamada” que bien podría tener otro premio por cómo sonó en vivo.
Un cocktail musical cuya excusa era su grabación en directo, y el público entregado, aunque poco importaba la grabación, la química entre artista y seguidores es total, como bien dejaba ver el respeto hacia un nuevo tema que Leiva decía haber compuesto en Buenos Aires. Rock intenso llamado “Mi pequeño Chernobyl” al que atendimos con gusto. Todo antes de entrar nuevamente en Pereza y “Como lo tienes tu” haciendo todo “Terriblemente cruel” a la par que bello.
Con todo, con la música invadiendo nuestros cuerpos, felicitando el año, daba las gracias con su “Mirada perdida” para presentar a su excelsa banda, suicidándose en lo lírico con su “Sincericidio” y cerrando en alto con 15000 gargantas presentándonos a su querida “Lady Madrid”.
LEIVA despedía el año como mejor sabe, sobre las tablas, pulsando el botón REC y sonando con toda la sinceridad y gusto del mundo.
Texto: Miguel Rivera
Fotos: Sharon López