LOS MUERTOS NO MUEREN
Universal Pictures
Lo mejor y lo peor de LOS MUERTOS NO MUEREN es que cuenta muy pocas cosas pero en esa simpleza radica su buen hacer. Jim Jarmusch ha mirado claramente al cine de os 80, sirviendo en sus decorados y visual el cine de Romero como ejemplo. Más allá de eso, la película, además de contar con numerosos famosos cameos (Iggy Pop incluído) se aleja del cine de zombies actual de manera directa.
La cinta no pretende asustar porque se trata de una comedia zombie pero que lejos de parecer a productos como Zombieland, quiere apoyarse en la lentitud cómica de Bill Murray, en un tono sosegado que forja un ritmo muy lento que “asustará” a los que busquen adrenalina del género.
Funciona todo muy bien cuando vemos muertos levantarse, manos que salen del suelo pero todo bajo es flujo casi de slow motion, como sus actores, dibujados en torno a un ritmo pretendidamente marcado, sin aspavientos, con chistes logrados y otros no tanto y liderados por una gran pareja como Murray y Adam Driver.
Un pueblo norteamericano, Centerville, ve como un día los muertos vuelven a la vida, y su fuera policial escasa –Driver, Murray y Chloë Sevigny- tienen que hacer frente a ese mal, pero lo hacen casi sin pretenderlo porque ese aurea apática rodea todo el concepto, en un film atípico donde los haya pero con grandes momentos y que, si superas el ritmo, encontrarás una atractiva película. Su contenido adicional aporta más sobre Murray en su papel y un detrás de las cámaras para conocer y entender un poco más sobre la misma.
Álex Cotarelo