MAD COOL

CALOR Y CASTIGO EN EL DESIERTO

El Mad Cool Festival llegaba con una segunda jornada de viernes en la que ir sacando cosas en claro. Queda demostrado que Madrid y más concretamente un descampado son un castigo para bandas y público a primeras horas debido al calor de julio en la capital, a lo que sumamos una caminata en plan «The Walking Dead» tanto desde el Cercanías como Metro, un andar bajo el sol a primeras horas que es un auténtico castigo.

Es quizás por ello que mucha gente prefiere esperar a los rigores menos excesivos del día para hacer acto de presencia en el desierto con césped de Mad Cool.

Lo segundo es que hay que insistir en que, aunque en su conjunto el festival está bien distribuido, el acceso a los baños y el tercer escenario conforman una de las peores ideas que podrían haberse dado en el nuevo recinto bautizado «Iberdrola Music».

Los accesos y la concentración de todos ellos (aunque amplios) en una única zona, sirven de peregrinación peligrosa alrededor de los mismos, a lo que hay que sumar las torretas de electricidad rodeadas por vallas que hacen que hay una zona de paso realmente comprometida inclusive. Para mirárselo, al igual que la luz, esa que echamos en falta de noche para no pisar a alguien sentado, tropezar o encontrar a alguien.

Todo por unos caminos en los que «tropiezas» entre stands de todo tipo, con ruidos y música por todos lados e incluso verbena con bingo en un puesto de Mahou en una noche en la que la cantante Rebeca animó a esos acólitos que se agolpan por stands de marca como en un parque de atracciones.

Foto: Miguel Rivera

MÚSICA PARA ABIERTOS DE MENTE

Aunque el segundo día del festival mostraba una vena más rockera, hay que decir que Mad Cool ha apostado por la variedad estilística, y por tanto se pueden dar sin complejo ni problema alguno dos grandes conciertos en los abismos musicales entre ambos, el brillo de Sam Smith por un lado, y lo rocoso de Queens of the Stone Age.

© Miguel Rivera

Cada uno con lo suyo, el inglés ha pasado por terapia demostrando que le ha venido muy bien a tenor de una sonrisa dibujada a lo largo de todo un inmenso y bailable concierto. Por su parte, Josh Homme ha superado una enfermedad y se ha tenido que levantar tras la muerte de un amigo (Mark Lanegan), y a tenor de su nuevo disco (revulsivo emocional llamado ‘In Times New Roman…’) vaya si lo ha conseguido.

Antes de los platos fuertes y ante un castigo bajo el sol que es acercarse a los primeros conciertos del festival, una Angel Olsen que sigue en crecimiento. La artista ya advertía de «buscar la sombra» mientras sonaban canciones como la emocional «Dream thing» y melancolía «Ghost on» junto a lo eléctrico de «Shut Up kiss me» tocado todo por una banda femenina casi al 100% y donde los asistentes, pocos aún, tenían como meta esquivar el sol que tapaba el escenario.

angel olsen
© Miguel Rivera

The Driver Era por su parte, demostraba gusto bailable por momentos, soul en otros y buen rollismo californiano. Hablamos de la banda del actor Ross Lynch (junto a su hermano Rocky Lynch), protagonista de la serie Sabrina de Netflix en el papel de Harvey Kinkle. Sí, sin duda el público femenino copaba unas primeras filas en las que disfrutaba de la pose del músico y actor, semi descamisado para locura de algun@s, pero sin olvidarnos que la banda maneja bien los tiempos, ritmos sensuales como en «Malibu» o su hitazo «Afterglow», y donde incluso nos encontrábamos un baile entre guitarrista y bailarina explosivo para aplauso encendido del respetable.

Con Sam Smith llegaba la tarde perfecta, todo con un sonido de lujo, uno de los grandes destacados de esta edición, donde cada escenario suena como debe. El músico inglés despierta buen rollo con su mirada y sonrisa eterna, todo con un inmenso plantel de músicos y coristas negras, bailarines y un cuerpo de afrodita tumbado recorriendo el escenario donde se suben y bajan todos.

sam smith
© Iván Urra / RockTotal

La voz de Smith enamora, cuerdas vocales envidiables para movernos en un terreno romántico el que plantea una canción como «How do you sleep» para un directo en el que Smith tiró de hits y covers con un cambio de vestuario abrumador. Desde el corpiño inicial haciendo referencia al calor para llevarlo, hasta acabar con pecho descubierto, camisas u otros vestidos cual reina musical.

«Dancing with a stranger», la inmensa balada «Lay me down», pasando por «I’m not here to make friends» tema a medias con Calvin Harris o el ritmo disco de «I feel love» de Donna Summer. Sam Smith es un portento musical, al que no le hacen falta grandes fastos visuales para encandilar con su sonrisa y voz, un regalo para un festival si eres de oídos abiertos y mente poco obtusa.

sam smith
© Iván Urra / RockTotal

El músculo llegaba ya de la mano de unos Queens of the Stone Age que nos invitaban a «descansar» por fin del día soleado con su ocaso para demostrar que Josh Homme es uno de los frontman más sólidos y potentes de la escena rock.

La contundencia es marca de la casa de los californianos, empezando de manera brutal con «No one knows», con las cabezas sacudiendo y un Josh Homme imponente.

La banda volvía a dejar claro que sirven de referente de un festival al que le buscaron las cosquillas años atrás, cuando las hirientes zonas VIP enfrente del escenario dibujaban diferencias sociales entre el público y que Homme aquel día invitó a saltarse al respetable.

En esta ocasión, todo más comedido pero con una solidez inconmensurable, con una ristra de hits encomiable, ahí quedan «I sat by the ocean», la fenomenal «The way you used to do», «Carnavoyeur» o «Emotion sickness». No requieren más que unas luces y tiran millas a base de un rock poderoso, ejecutado milimétricamente, casi marcial, para un directo que Homme disfrutó añadiendo haber tocado en una «noche de lo más bonita».

mumford and sons
© Iván Urra / RockTotal

Y así llegábamos a Mumford and Sons. La banda de Marcus Mumford llevaba una década prácticamente sin caer por Madrid, algo que sirvió para ser el gran cabeza de la noche.

El folk cuidado de la banda comenzaba y terminaba con fuegos artificiales y lo que venía eran himnos que se conoce todo Dios, a tenor de un público que servía de corista en cada canción, especialmente un público inglés que debe rozar la mitad del aforo del festival. Nos dejaron su clase en temas como «Awake my soul», «Lover of the light» o «Week little lion man».

Marcus es un gran frontman, que tan pronto canta y toca la guitarra como se sube a la batería. No les ha hecho falta un gran éxito comercial para convertirse en una magnífica banda, a pesar de un «Babel» eterno que con «I will wait» se lleva el aplauso de todo un recinto y un formato pirotécnico final de traca, la misma que sirvió para ofrecer un notable concierto de sonido indiscutible.

The Black Keys pondrían parte del cierre, pero las distancias y el transporte, aunque alargado en el tiempo en el Metro, hacen que en Madrid te plantees dos cuestiones, ver hasta el final a una banda o decidas quitarte hordas de público agolpado por los caminos que llevan al Metro y así, con suerte, no tirarte más de dos horas para llegar a casa. Yo me quedo siempre con lo segundo.

Texto: Miguel Rivera

Fotos: Iván Urra