No suelo decantarme a favor ni en contra de los artistas en mis perfiles personales, ellos y ellas hacen su discos y desde el apartado periodístico tratamos de elaborar una crítica constructiva para bien, o no tanto, sobre un trabajo.
En el caso del debut de Manola, y habiendo tenido la fortuna de haber escuchado días antes «El Sótano», quise anticipar que el viernes 27 de septiembre iba a ser mejor para muchos y muchas, y es que pocas veces asistimos a un lanzamiento nacional tan enriquecedor, completo, distintivo y notable como el que la artista andaluza nos ofrece.
Todo lo que se pueda decir será poco, y al igual que con ciertos productos electrónicos debes probarlos por ti mismo para saber de qué se está hablando, en el caso del primer trabajo de Manola ocurre igual, es una experiencia auditiva que mantiene esa esencia mágica que de pequeños disfrutábamos en un clásico de Disney, de ese momento familiar que siempre recordamos o del viaje con amigos de juventud al que volvemos a veces para tratar de recuperar momentos inolvidables.
Manola consigue en «El Sótano», encerrarnos durante casi 30 minutos en un viaje atemporal, donde todo es diáfano para nuestra escucha, sin elementos que la dificulten, sin distracciones, una especie de cobijo como lo es una sala de cine, solo que aquí el espacio y lugar es mental, cuya única barrera es la que tú quieras ponerte. Por todo ello, para entrar en «El Sótano» te recomiendo dejar las preocupaciones fuera, las etiquetas musicales también y abrir el oído dispuesto a dejarte llevar por un mar de sensaciones musicales.
Bien, ¿ya estás dentro?, pues cierra la puerta, coge sitio, ponte cómodo y olvídate de todo para centrarte en una cosa, escuchar, que no es lo mismo que oír. Ahora sí, «El Sótano» es ese lugar personal al que Manola nos invita manejando los tiempos, ritmos, sonidos y voz de una manera que seguro no habrías podido imaginar.
La teclista de Rufus T. Firefly, cobijada en el instrumento con la banda de Aranjuez, se autodescubre ante nosotros en un ejercicio musical indómito y majestuoso, porque todo suena en su sitio y su voz evocadora es un viaje atemporal donde el soul y el R&B o el funk van de la mano, adentrándonos en otros tiempos musicales con un elegancia arrolladora y casi obscena, en un derroche de talento donde no cabe un «pero».
Te encuentras un corte inicial llamado «Intro» que poco tiene que ver con lo que podrías pensar, no es un pasaje instrumental, ya en dos segundos su voz nos emociona junto al teclado mientras empiezan a entrar de forma evocadora los instrumentos que la acompañan, para dejarnos cómo va a ir esto. Únicamente subimos la música para volar al ritmo de ese soul embriagador que es «Adicción», recordándonos en parte al sonido del que fue el último disco de Rufus T. Firefly, manejado por la calidez que muestra la voz impecable de la artista.
En «Me extraño», tema que ya nos anticipó también hay esos ramalazos en un tiempo calmado que suena maravilloso, mientras habla de encontrarse a sí misma, y que nos lleva a ritmos musicales muy Marvin Gaye. Un carácter personal y un estribillo que enamora, como también pasa en «Rota», otro regalo súper personal que nos toca muy hondo, donde solo quieres compartir ese silencio con ella, porque recuerda que estamos en «El Sótano» donde seguir descubriéndola, dejándonos rotos y rotas.
Es muy complicado que un disco mantenga, con un tan ritmo cálido y lento, el mismo nivel, pero Manola ha construido un álbum de nueve canciones que son un completo regalo, donde nada sobra y todo suena homogéneo e inteligente a la par que natural, en un trabajo de orfebrería de otros tiempos. «Hoy por mí» es otro corte intimista y profundo, de grandes y controladas guitarras, siempre con un piano protagonista y mayúsculo en un soul que pocos artistas son capaces de manejar con tal brío y magia. Pero es que tampoco encontramos voces como esta, una artista que parecía iba de tapadillo para descubrirse ante nosotros.
Seguimos mirando a esos ritmos de película mágica, los que maneja en «Estoy aquí», de índole R&B tan intimista que eriza la piel, aun pensando en lo que ya hemos escuchado, donde seguro no has cerrado la boca ante tal derroche compositivo y un nivel vocal propio de las grandes voces de los 70.
«I’m not looking back» es un tema up tempo que mira descaradamente a la cara a la música negra con un estribillo coral para poner «Fin» con una balada que me vuelve a llevar a ese mundo mágico inicial. Piano y voz grandilocuente y emocional para apagar las luces de un viaje único que hemos disfrutado en «El Sótano», teniendo ahora que salir al mundo nuevamente para contarlo.
Manola factura en «El Sótano» un sorprendente y emocional viaje musical sin miramientos. Nueve canciones atemporales y estacionales, que nos envuelven enamorándonos en una primavera floreciente, pasando por el beso apasionado de un verano cálido al otoño más nostálgico, y el abrazo necesario de un invierno frío. Todo un regalo calmado que disfrutar en tiempos fugaces.