PASAJERO – «Antídotos fugaces»
Ernie producciones
Si la música fuera algo lógico PASAJERO sería una de las bandas más importantes de la escena estatal. A pesar de ello, lo que está claro es que el grupo dentro de la escena independiente es de lo más importante, interesante y personal que te puedes llevar al oído.
Una carrera que han manejado con inteligencia y, ante todo, elegancia, la misma que sus tres discos, de pura calidad, sin bajar el listón en momento alguno y cuidando todo al detalle, tomándose su tiempo como han hecho con «Antídotos fugaces». Como con Havalina, la banda ha decidido ir a lo suyo, alejarse de corrientes algunas o postureo para forjar una sólida carrera dentro de una escena más underground bajo un sonido característico.
La intensidad es nuevamente su mejor calificativo, donde Daniel Arias vuelve a poner la carne sobre el asador para ofrecernos un plato musical de Estrella Michelín. Como hiciera con sus anteriores proyectos, Dani ha manejado con maestría el sonido de PASAJERO, con mucha más calidad que otras bandas de mayor reconocimiento.
En «Antídotos fugaces» no hace más que consolidar lo que ya hiciera en «Radiografías» y su último álbum «Parque de atracciones». Ese aúrea intensa y oscura impregna unas canciones llenas de sentimiento, manejadas con tino bajo su embriagadora voz, sentimental y enérgica a la par.
Tratado todo con mimo, con su característico sonido, algunos arreglos electrónicos y la tónica melancólica que podemos descifrar en canciones más directas como «Hombres tristes», en lo bello y sentimental de «Allí» o en el rock de sube y baja que supone «Francotiradores» cuyo estribillo marca hondo.
Tenemos una esencia más indie en «Puntos de tangencia» siempre bajo ese tino melancólico y más épico en su estribillo, la intensidad desgarrada de «Desconocidos» al rock crudo y oscuro de «La voz que te habla por dentro» pasando por «Plan B» de coros excelsos con el que cierran.
PASAJERO es un regalo musical, un sello particular que inventa y no copia buscando y encontrando, por tercera vez, su propio sonido.
Miguel Rivera
