QUIQUE GONZÁLEZ
29/12/2016
WiZink Center
Promotor: Cultura Rock
Fotos: Fran Llorente
Una de las mejores maneras de terminar el año es con música, y el Palacio de los Deportes de Madrid es un sitio ya fijo en estas fechas. Si no es Fito siempre hay otro, y en este caso Quique González nos felicitaba las fiestas como mejor saber, con talento y derroche musical.
Eso es lo que encontramos frente al escenario, un músico dedicado, diferente, acompañado de una banda genial que nos deja ensimismados gracias al talento y la composición mágica que suponen sus canciones.
No le hacen falta grandes alardes visuales, sencillamente lo decora todo con su voz, con su forma de tocar y un escenario “detectivesco”, unas farolas de calle, una ventana con sombras y una cabina de teléfonono londinesa son suficientes. El resto, que lo es todo, es una banda que se maneja con la exactitud de las manillas de un reloj, automáticas y perfectas pero con la mayor naturalidad posible.
Encajan todas esas piezas, sumándose en los últimos conciertos al completo Nina, cantante de Morgan, quien dota de coros y por momentos de un protagonismo que enamora. “Me mata si me necesitas” es un discazo, pero ya cuenta con muchos temas para el recuerdo.
El señor González, con un sonido de impacto, ese que hace del Palacio un recinto espectacular ahora en Madrid, se maneja con una endiablada facilidad. Hace magia con las melodías de un tema cercano “Se estrechan el corazón”, “Detectives” y lo clásico de “Sangre en el marcador” tirón de orejas al nuevo trabajo. Nos encontramos después con el corazón encogido en “Charo” uno de sus temas más necesarios, ese que Nina encumbra y hace nuestro con su espectacular voz.
Su banda sabe cómo manejarse, acercarse o alejarse, ofrecer más o menos protagonismo, todo conjuntado perfectamente y haciendo disfrutar. Son pocos los músicos que consiguen silencios tan abrumadores como “Cerdeña”, sin móviles casi en escena, con un silencio romántico, ese que se rompe en la energía de “Dónde está el dinero” con el incombustible El Drogas de invitado o la magia de “Salitre” mientras que César Pop también ayuda.
La magia y romanticismo llegan con “De haberlo sabido”, un violín, una guitarra, la de Quique, y LA VOZ la de Nina, endulzando y haciéndonos pequeños en un mar de silencio que marca para siempre. Envidiable.
Magia, la de “Orquídeas” y no es ningún truco, es sinceridad y belleza en lo que dice y huele a bar y a mar en “No es lo que habíamos hablado”. Todo perfecto, y más cuando quedan temas de envergadura como “Su día libre” o “Clase media” mientras que hay himnos como “Dallas-Memphis” y “Vidas cruzadas” que ya no pueden faltar.
El toque final, la magia imperecedera, la forma de tocar, de cantar y de ofrecer su música, es algo que queda y cala hondo. Eso es QUIQUE GONZÁLEZ, un artista tan grande como un año entero.
Miguel Rivera